Usadas como meros objetos. Las televisiones bien se pueden dar una ducha a partir de este lunes, cuando toda la vorágine electoral se pase para dar la bienvenida a una nueva realidad política. Las cadenas han sido utilizadas y pagadas de forma barata. Nada de lujos. A muchos les ha faltado agacharse y recoger las monedas que los políticos les tiraban al sueldo. Meras chicas de compañía.

Como toda mujer (u hombre) de la calle, tiene un claro objetivo: satisfacer las necesidades primarias de los políticos. En este caso, darles publicidad y ofrecerles una ventana en la que soltar su discurso para ocupar su añorado escaño a partir de ahora. Usar y tirar. Las televisiones han cumplido su misión a la perfección y puede que se lleven un bonus a final de mes, pero poco más.

Los nuevos partidos son en realidad productos televisivos. Podemos primero fue una silla en un programa antes de convertirse en una organización dispuesta a alcanzar La Moncloa. Abrieron una puerta por la que se colaron todos. Y esta vez no era giratoria. Todo el que entraba se quería quedar dentro del plasma. 

Los clásicos supieron reaccionar rápidamente. Sin la televisión, estaban muertos. La política se convirtió en marketing bajo los focos, la nueva droga que corre por los pasillos del Congreso. Poca luz hace sombra y mucha luz quema. Y las ojeras de más de uno ha dejado claro que en estas elecciones ha habido muchas quemaduras. 

La televisión se ha convertido en el mejor instrumento de campaña de los partidos. Se la han ido pasando de unos a otros. Si bien ha habido algunos que han usado a su puta de una forma mucho más amigable, otros han ido a bandazos. Mariano Rajoy, amigo de los plasmas pero no de las entrevistas, se negó a acudir al debate de Atresmedia. Pero no por esto ha perdido la oportunidad de usar y chupar hasta la última gota de sangre de la televisión pública.

La pequeña pantalla a ayudado a enviar muchos mensajes a las masas. Y es que la política se ha quitado la polvorienta capa que tenía encima para mostrarse a la ciudadanía. La televisión ha ayudado a que los partidos puedan hacer llegar sus programas y ha servido para que los grupos emergentes compitan de forma igualitaria con las formaciones más clásicas.

Pero para ducha, la que se tiene que haber dado la Academia de la Televisión. Ellos han puesto una alfombra roja al bipartidismo y no echaron balones fuera cuando se les preguntó por ello. “Nosotros estamos al servicio de los partidos”, aseguró uno de sus portavoces unas horas antes del cara a cara. Un cliente servicial, pero con ese olor a naftalina les hizo quedar mal en la cena de gala para la que fueron contratados sus servicios.

Por el camino, las chicas de compañía tuvieron que pasar un casting para ver cuál de todas era la miss simpatía o la sonrisa bonita. El Gobierno tuvo que adjudicar seis nuevos canales de la TDT en medio de una intensa campaña, lo que significaba ponerles delante de un paredón para ir obteniendo unos disparos que ni Risto Mejide hubiese sido capaz de lanzar. Ni Prisa ni Vocento consiguieron un pase a la gran final, pero los grandes grupos generalistas consiguieron una palmita en la espalda. 

A partir de este lunes llega el momento de la verdad: saber si la alianza que han formado los políticos con las televisiones ha sido cosa de dos meses o seguirán contratando sus servicios en horas de necesidad. Esta campaña ha logrado sacar al presidente del Gobierno a la calle. Tanto salió, que sus gafas terminaron mal paradas. Momento de descubrir si la nueva política terminará también en una cueva como la vieja o si veremos a un presidente del Gobierno reconvertido en colaborador de televisión. Todos hemos sido sus putas y hoy nos merecemos una buena ducha.