Arranca la nueva edición de Gran hermano. Ya ya van 16. El reality ha cumplido 15 años en antena, desde que abriesen por primera vez las puertas de la casa de Guadalix de la Sierra. A pesar de llevar tantos años en antena, el programa cerró el pasado año con un 21,1% de cuota de pantalla y casi 2,7 millones de espectadores.
Ahora llega la edición de las falsas apariencias. Así es como Telecinco ha anunciado su nuevo curso. Nada es lo que parece y la desconfianza y la sospechan se convertirán en un buen seguro, en aliados claves de los próximos protagonistas. Presentado de nuevo por Mercedes Milá y con Jordi González al frente del debate, se abren de nuevo las puertas de Gran hermano. En Bluper hablamos con Jaime Guerra, productor y director general de Zeppelin.
¿Cómo se enfrenta uno a una edición 16 de ‘Gran hermano’? El casting debe sorprender y mucho…
Como todos los años. La suerte que tenemos es que hay mucha gente que quiere entrar en la casa. Hay personas que nunca hubiesen entrado en Gran hermano y ahora, con el paso del tiempo, ven el programa de otra manera y sí quieren entrar. La expectación es muy alta, lo sabemos. Yo siempre comparto con Del Bosque cuando tiene que elegir el equipo de la Selección Española. Nunca vas a gustar a todo el mundo.
¿Qué se ha buscado este año en el casting como conjunto?
Queremos gente que venga a vivir Gran hermano más allá de la popularidad que puede ofrecer este programa. Este año hay gente que no conoce para nada el formato y no lo han visto nunca. Hay muchas personalidades este año. Hay que tener en cuenta que Gran hermano es un programa que te cambia la vida.
¿Aceptarías a personas en el programa que dijesen desde el principio que entran en la casa para hacerse famoso?
No nos gusta que nos lo aseguren desde el principio, pero sabemos que hay muchas personas que buscan eso. No vamos a negarle la entrada a alguien porque nos diga que busca fama. Son muchos factores. Buscamos que en el grupo en general haya y exista una variedad. A veces una persona no entra por el simple hecho de que ya hay un perfil que se le parece mucho y tenemos que elegir.
¿Por qué tirar la casa y construir una desde cero?
Básicamente, por la luminosidad. En esa casa se conviven muchos días y nosotros buscamos que estén vivan con las mejores comodidades. No podemos negarles esa luz tan agradable, pero siempre manteniendo la estructura de la casa anterior.
¿Os habéis fijado mucho en ediciones internacionales?
Para nada. Todas las ediciones tienen algo único y nosotros intentamos tener nuestra propia personalidad. Este año me apetecía que el confesionario tuviese entidad propia y se viese bien. En años anteriores estaba metido en la pared. Ahora se ve perfectamente desde fuera.
¿Existe el miedo a la decepción?
Para nosotros es un placer y un lujo que una cadena como Telecinco cuente con nosotros de esta forma. La edición 15 fue fabulosa para nosotros y sólo hay que mirar las audiencias del VIP. Para nosotros es muy importante que cuenten así con nosotros.
Mientras el resto de realities se han enfocado mucho en los famosos, ‘Gran hermano’ sigue triunfando con anónimos. ¿Cómo se hace esto posible?
Gran hermano es el reality por excelencia. Y el inicio de los realities fue con personas anónimas. Muchos espectadores se sienten identificados con alguno de los concursantes. Les odian o les aman. Y eso a nosotros nos encanta. El Gran hermano anónimo es muy importante porque en la televisión ya hay mucho tiempo para las personas conocidas y nosotros le damos hueco a los desconocidos.
¿No tenéis miedo de que se desgaste demasiado el formato al juntar la edición de anónimos con la VIP y estar seis meses con ‘Gran hermano’?
Nosotros no somos los que tenemos que pensar en eso. Desde la productora vamos gala a gala y edición a edición. Vivimos en el día a día. A nosotros Gran hermano nos gusta y nos entretiene. Estamos dispuestos a darles un Gran hermano cuando quieran. Cuando no nos quieran, nos lo dirá la audiencia.
¿Y si las audiencias se desgastasen tanto que tuvieseis que elegir entre el reality de anónimos o el VIP?
Intento no pensar en eso nunca. Espero que el padre y el hijo puedan convivir juntos siempre.