Hubo un tiempo en que las comedias hacían reír. Olmos y Robles ha demostrado que se puede pertenecer a este género con muy poca gracia. TVE se quedó, por voluntad propia, sin Los misterios de Laura y con esta serie recupera el género policiaco. Que no de la comedia. Y es que Olmos y Robles es un intento frustrado de media mueca.

Parece mentira que la serie se haya presentado en el Festival de Televisión de Vitoria, donde los pinchos son muchas cosas menos fáciles de comer. Una torre de ingredientes que choca con el pan con pan que es Olmos y Robles. Pan sin sal. Pizza sin orégano. Alaska sin Mario. O un plato de Arguiñano sin perejil, aprovechando la idiosincrasia vasca. Hay que dejarlo claro para aquellos despistados: Olmos y Robles no es graciosa.

La nueva serie de TVE chocará dos mundos muy diferentes para crear un contexto juguetón. La productora 100 balas ya apostó por este esquema en Chiringuito de Pepe, pero esto ya lo hemos visto en series como Los Serrano, Allí Abajo o incluso Ana y los 7. Efectivamente, Ana y los 7. Pero todas ellas cuentan con un factor: sus dos protagonistas son graciosos.

 Un Rubén Cortada sin buena dicción que no empatiza con Pepe Viyuela

Olmos y Robles no es más que una pasarela de modelos por la que Rubén Cortada se pasea con sus trajes de Armani, pone sus brazos en jarra y se asegura de que en cámara está saliendo su perfil bueno. Un Rubén Cortada sin buena dicción que no empatiza con Pepe Viyuela, su coprotagonista. No esperen encontrarse ante los nuevos Mortadelo y Filemón, Mulder y Scully o Don Quijote y su Sancho Panza. Cortada y Viyuela no son la ginebra y la tónica. Son el agua y el aceite cuya mezcla es imposible. Y eso les hace caer a los dos a un foso sin red a pesar del tesón del segundo.

La pareja protagonista está rodeada de unos secundarios que logran romper con tanto contoneo de caderas. Ana Morgade y Álex O’Dogherty son dos maestros del rostro. Ambos, toxicómanos del monólogo, podrían hacer una película muda y hacer soltar una carcajada al personal. La apariciones de Asunción Balaguer son kilo y medio de ternura y simpatía. Pero en Olmos y Robles sirve el menú la pareja protagonista y dejan asomarse muy poco al desequilibrio necesitado: el pueblo de Ezcaray.

La serie presenta de forma intachable a un torpe agente de la guardia civil, Olmos (Pepe Viyuela), en el caso más importante de su carrera. En un pueblo sin apenas roturas del sueño, aparece un muerto y el agente de la Interpol Robles (Rubén Cortada) debe acudir a resolver el caso. En un giro del guión que no cuadra demasiado bien con la presentación del personaje, Olmos es el Colombo más en forma que hemos visto nunca y logra apuntalar todas las piezas del caso.

No todo son velas en este entierro y los títulos de crédito logran romper la cáscara de la comedia. La serie, además, cuenta con una factura técnica muy bien cuidada y poco vista en este tipo de género y que ayuda mucho a que el espectador siga con atención la parte más policiaca.

Olmos y Robles se merecía un elenco protagonista que engarzase a la perfección, como ya vimos en la incombustible Los hombres de Paco. El tirón mediático no convence. La inexpresividad no vende. Sinceramente, hubiese preferido que me siguiesen contando misterios de Laura.

*Olmos y Robles se estrena el próximo martes 8 de septiembre en TVE a las 22:00 horas.