Durante años, una de las quejas de los cinéfilos fue cómo la televisión recortaba los títulos de créditos de los largometrajes que se emiten. En 2014, el presidente de RTVE, Leopoldo González-Echenique, incluso tuvo que hablar al respecto por una pregunta parlamentaria.
Echenique explicaba que el recortar los créditos es “una práctica habitual en todos los canales, públicos y privados” y que es algo que “se hace pensando en el espectador, que demanda una emisión continua lo más atractiva posible”.
Con la llegada de los servicios de streaming a nuestras vidas, el recorte de los créditos fue a más. Muchas plataformas te invitan a omitir la cabecera de las series, así como a saltarte los créditos finales y enganchar rápido con otro capítulo, fomentando así las maratones audiovisuales.
De ahí que hace ahora unos años los diseñadores de los créditos de Netflix iniciaran una campaña a través de redes sociales en la que bajo el hashtag #DontSkipTheTitles pedían a la plataforma que no recortaran los créditos. Spoiler: no sirvió de nada.
Desde hace poco, en España contamos con un nuevo servicio, Disney+, en cuyo catálogo se encuentra Los Simpson, la serie que mejor ha luchado contra esta herramienta. Y es que, desde su nacimiento, el que cada inicio sea completamente distinto ha hecho que sus créditos no puedan (ni deban) saltarse. Algo que ha llevado a que muchos de ellos estén incluso grabados irremediablemente en la memoria colectiva.
Unos créditos que se hicieron de culto
Para empezar, los créditos nos narraban mucho sobre los personajes: ahí ya quedaba claro que Bart es un mal estudiante y un gamberro, que Homer es un trabajador despreocupado e irresponsable, que Lisa es independiente y que tiene sensibilidad artística, y que Marge es la clásica ama de casa cuyas preocupaciones son sus hijos y su hogar.
A esto le añadimos que cada intro es única. Durante años hemos querido saber qué frase es la que Bart escribe en la pizarra al empezar el episodio, y deseábamos ver cuál era el gag del sofá, en el que podía pasar de todo. Lo mismo el sofá se alejaba que tenían que acceder a él buceando, o tenía a los mismísimos Picapiedras ya sentados en él.
Como curiosidad, la duración del gag del sofá se alarga o se extiende por una sencilla razón: la duración del episodio en su conjunto. Para que todos duren lo mismo, ese sketch se acorta o se extiende.
Los créditos de los Simpson lograron que una serie de situaciones cotidianas (salir de clase o del trabajo, hacer la compra) se convirtieran en un auténtico vínculo entre serie y espectador. A un ritmo frenético veíamos temporada a temporada guiños a algunos episodios de forma juguetona e inventiva.
Pocos recordarán, por ejemplo, cómo al principio en la central nuclear se veía detrás de Homer un compañero comiéndose un bocadillo, que luego fue reemplazado por el señor Burns. O que Bart se llevaba la señal de autobús y hacía correr tras el vehículo a un montón de springfildianos anónimos. Poco a poco se colaron en los créditos personajes secundarios como Jacques, el jugador de bolos que encandiló a Marge, el jefe Wiggum o Murphy Encías Sangrantes.
El salto al HD
Todo cambió a partir del año 2009, coincidiendo con sus 20 años en antena. La serie dio el salto al HD y renovaron la cabecera por completo. Ya no empezaba con el gag de la pizarra, entre las nubes podían aparecer personajes como la niñera Shary Bobbins, y se mostraba una panorámica más amplia de Springfield.
Se hacía guiños a episodios célebres como aquel en el que Bart corta la cabeza a la estatua del fundador del pueblo, y nos cruzábamos con Apu y sus octillizos, Disco Stu o el actor secundario Bob, que intenta acuchillar a Bart mientras pasa con su monopatín.
La cosa no se quedó ahí, y nos encontramos con la familia moviéndose con técnica de stop motion o como si fuesen un videojuego pixelado. Y sin olvidar los homenajes que se han hecho a artistas como Bansky y Guillermo del Toro, a la serie Juego de tronos o a El Hobbit, entre otros.