En este mes de julio al que le quedan dos Telediarios, se cumplen 30 años de un programa de TVE que en cierta manera marcó el género de los concursos. Me refiero a Si lo sé, no vengo, un programa diferente a los demás, loco y divertido y que gozó del aplauso de la audiencia.

Comenzó sus emisiones la noche de los jueves y, en la última etapa (estuvo en antena entre 1985 y 1988), se pasó a los domingos por la tarde. Producido en los estudios de TVE en Barcelona, el espacio estaba presentado por un joven Jordi Hurtado -sí, el de Saber y ganar- que daba sus primeros pasos en televisión tras pasar por la radio junto a la actriz y presentadora Virginia Mataix. La voz en off de las pruebas del concurso no era otra que la del maestro Juanjo Cardenal, el mismo que en la actualidad realiza las preguntas en Saber y ganar. La realización corría a cargo de otro gran maestro, Sergi Shaaff, que aún sigue en activo como responsable de este concurso de las tardes de La 2. Janine, que realizaba las funciones de azafata, fue en otro momento la fiel "escudera" de Constantino Romero en El tiempo es oro. También estaban Jair Pont y Elena.

Juanjo Cardenal, actual voz en off de 'Saber y ganar', también hizo lo propio en 'Si lo sé, no vengo'

Un dato curioso sobre este concurso es que cada uno de sus presentadores e incluso el concursante tenían un mote, circunstancia que hizo que éstos calaran entre la audiencia y formaran parte del "hablar" popular. Así, Virginia Mataix era "la chica de enfrente"; Jordi Hurtado era "el enterao"; González y González eran "los forzudos del sótano" y se encargaban de llevar en volandas al concursante; las azafatas eran las "vecinitas de arriba" (Janine, Jair y Elena); Rafael Blanch era "el incansable vecino del piano"; y al participante se lo conocía como "el osado concursante".

Una chirriante bocina y ritmo agotador

Si lo sé, no vengo era un concurso burbujeante y todo el que osaba participar sabía a lo que se enfrentaba. ¿Sus ingredientes? Grandes dosis de sentido del humor, conocimientos de cultura general, un ritmo frenético que en algunos momentos llegaba a ser agotador para los concursantes y un premio de lo más apetecible: cada acierto permitía acumular kilómetros que podían utilizar para viajar al destino que quisieran dentro del radio de distancia obtenido.

El concurso duraba una hora y consistía en superar una serie de pruebas -físicas e intelectuales- en las que se valoraba mucho la capacidad de concentración y los conocimientos del concursante. Al tiempo que se realizaban las pruebas físicas tenía que ir contestando a las preguntas enunciadas por la voz rotunda de Juanjo Cardenal al grito de "Atención: Pregunta".

Cada acierto eran 10.000 pesetas. Cuando Jordi Hurtado decía "Prueba superada", el concursante acumulaba por cada una 1.000 kilómetros que al final del programa podía canjear por un viaje. Si el "osado y cansado" concursante llegaba a la última (algunos llegaban "en las últimas") les esperaba "Doble o mitad", donde se le ofrecía la posibilidad de arriesgar lo ganado en un último intento por acumular más kilómetros y más dinero.

Las pruebas, que en algunos momentos recordaban a las famosas y masoquistas de clasificación realizadas por Chicho Ibáñez Serrador en el Un, dos, tres..., tenían un ritmo frenético y venían anunciadas por una chirriante sirena.

Si lo sé, no vengo enganchó a la audiencia por el modo disparatado en que se sucedían las pruebas y el contemplar los agobios que pasaban los concursantes que podían elegir entre seguir con la prueba en la que están, intentar la siguiente o hacer las dos a la vez, al mismo tiempo que respondía a las preguntas.

Ahora, visto con el paso del tiempo me imagino los auténticos malabarismos que tuvieron que realizar los cámaras del programa, ya que en aquellos tiempos los equipos no eran tan ligeros como los de ahora. Sí, los concursantes lo pasaban fatal, pero como en el chiste del maestro Gila, "y lo que nos reíamos".