Hace ahora 40 años veía la luz una película italiana muy controvertida: Holocausto Caníbal. Dirigida por Rougero Deodato, trataba de un grupo de periodistas que se adentraban en la selva amazónica para filmar las tribus de la región, que según parecía, todavía practicaban el canibalismo. El equipo desapareció, y solo encontraron sus cámaras, que guardaban imágenes aterradoras.
La cinta tenía mucha verosimilitud, y creó grandes polémicas desde su estreno. Hubo quien dio las imágenes por verdaderas (la revista Interviú incluida), y para alimentar el morbo, los actores no podían dar entrevistas ni hacer otras películas en un año. En muchos países fue prohibida su exhibición.
En este 2020, el programa Sálvame tiene más horas en pantalla que en ningún otro momento de su historia. Cinco horas en directo en los días de diario, a los que sumamos La última cena en el prime time de los viernes, y otro prime time más con Sábado Deluxe. El programa está exprimiendo al máximo a los colaboradores, y más, desde que la franja final, Sálvame Tomate, compite con Pasapalabra, el otrora éxito de la cadena.
Cómo los colaboradores de ‘Sálvame’ se muerden unos a otros
Para herir a Pasapalabra, Sálvame se ha vuelto más salvaje que la tribu de la película antes descrita. Ha expuesto a sus colaboradores a humillaciones, cebando durante toda la semana trapos sucios (que a veces no lo son tanto, pero nos los venden como algo de extrema gravedad).
Los compañeros se están mordiendo los unos a los otros, como auténticos caníbales, para “remar a favor de obra”, para que el espectáculo continúe. Hace una semana la tomaron con Lydia Lozano, y le volvieron a dar donde más duele: en el caso de Ylenia Carrisi, la desaparecida hija de Al Bano, la cual aseguró que seguía viva en la República Dominicana.
Los colaboradores se refieren a sí mismo como números y empiezan a estar quemados
Más de una década después se ha vuelto a hablar de quién pudo ser la fuente de Lydia, que cómo la Lozano metió la pata hasta el fondo, que qué clase de profesional es... Lydia, que sabe combinar su faceta de colaboradora con la de personaje, terminó hundida en más de una emisión, saliendo del plató llorando, narrando cómo su marido le pide que deje el programa.
“No puedo decir el taco, pero me parece una gran p… no me lo merezco. No se ha hecho con ningún periodista”, llegaba a declarar, tajante. “Me voy a mi casa y si queréis me echáis, pero yo no voy a participar de una vuelta al pasado”, dijo la colaboradora, negándose a participar en esta trama.“Me duele que se me hagáis esto, yo ya he pagado mucho. ¿No os ponéis en mi piel?”.
Ahora le ha tocado a Anabel Pantoja. Estos días aseguraron que tenían un vídeo de ella muy comprometido, casi más aterrador que las cintas que aparecían en la selva de Holocausto Caníbal. “La redacción de Sálvame tiene en su poder unas imágenes brutales que afectan a una colaboradora: Anabel Pantoja. Unas imágenes que la propia colaboradora ha intentado evitar por todos los medios que se hicieran públicas, ya que la relación con su novio Omar podría verse muy, pero que muy afectada”.
Estuvieron dale que te pego sobre el contenido del vídeo, y solo un cuarto de hora antes del final (cuando más cerca estaba de emitirse el rosco de Pasapalabra) la audiencia pudo ver que eran unas imágenes que la colaboradora había grabado en Instagram durante una fiesta con sus amigos, y donde se le puede ver discutiendo con su pareja. Una auténtica tontería, pero que ya había cortado el cuerpo a la sobrina de la tonadillera.
Anabel Pantoja, esta semana en 'Sálvame'
Como ocurrió con Holocausto Caníbal, mucha parte del público no sabrá si esto que estamos viendo es ficción o si es realidad, cuánto hay de teatro en estos pollos que siempre saltan a última hora de la tarde, y que no se cierran ni con Pedro Piqueras esperando en el plató de informativos.
Se está vedetizando algo tan serio como la desaparición de una joven italiana
Y es que los colaboradores parecen estar cada vez más y más quemados. Se pelean entre ellos de una forma exagerada y cruel (como Lydia y Mila, que el viernes, al fin, hicieron las paces). Gema López, que se suele mantener discreta (pero cuando habla dice verdades como puños), ya comenta que se están quemando demasiado todos, y Lydia Lozano se queja de que allí no son personas, ni colaboradores, sino “números” y que ya no aguanta más.
Todo esto, sin obviar que se vedetiza algo tan serio como la desaparición de una joven italiana, a pesar de que saben el daño que eso hace a su familia. Y eso que en Sálvame se ha hecho espectáculo sobre sucesos como el niño Julen, o la búsqueda de Blanca Fernández Ochoa, pero nunca sin llegar al circo inmisericorde que se está haciendo sobre Ylenia, una vez más. Un show escabroso sobre una desaparición, como en cierto filme ya mentado.
A pesar de todo lo expuesto, dejar Sálvame es algo complicado. Por uno, por la estabilidad económica que promueve para sus colaboradores. Y por otro, porque muchos saben que volver a trabajar en otro programa es bastante difícil, y que lo mismo se tienen que tirar un año sin trabajar. Como los actores de Holocausto Caníbal. Una vez más.