El surrealismo se apodera (para bien) de ‘La última cena’
El espacio de La Fábrica de la Tele para Telecinco se confirma como el ‘freak show’ del absurdo, un experimento televisivo inesperado y muy oportuno
13 julio, 2020 15:40Corría el verano de 1941 cuando el excéntrico Salvador Dalí organizó en el Hotel Del Monte (California) junto a su mujer, Gala, una cena benéfica y surrealista con la que logró su objetivo final: llamar la atención sobre él mismo y sobre su obra.
Aquel loco bosque encantado creado por el artista de Figueras provocó un verdadero revuelo entre la prensa y la celebración fue catalogada como una de las noches más locas entre la créme de la créme estadounidense.
Gracias a la imaginación, el juego constante y la ausencia de ridículo de sus colaboradores dan al programa el liderazgo absoluto de la noche de los viernes
Casi 80 años después, ese disparatado surrealismo se ha apoderado de la más reciente creación de La Fábrica de la Tele. La última cena, el espacio líder en el prime time de los viernes, se ha convertido en un verdadero freak show, en el que cualquier cosa es posible.
Gracias a la imaginación, el juego constante y la ausencia de ridículo de sus colaboradores, el interés de la competición culinaria y su intención de emitirlo casi todo, incluso lo más escabroso, el espacio de Telecinco se ha ganado el liderazgo absoluto la noche de los viernes dos meses después de su estreno.
Ese toque de paranoia magistral como el vivido el pasado viernes en el que se mezclaban imágenes del atragantamiento en pleno directo de Lydia Lozano y las de Chelo García Cortés haciendo de Spiderman en otra zona del set, solo puede darse en un plató donde sus comensales se sienten como en el salón de su casa y no tienen ningún prejuicio de hacer (y decir) aquello que les plazca.
Los momentazos surrealistas, que van desde el extraño dedo de María Patiño, los descuidos ‘pezoniles’ de Anabel Pantoja o los cabreos de Belén Esteban porque el mensajero llega a la una de la mañana con los tupper de su cena resultan mucho más entretenidos y virales que cualquier bronca, por muy tremenda que esta sea.
El programa se han deshinbido del todo con grandes dosis de show natural, con una Lydia Lozano sin complejos y dispuesta a ser la reina indiscutible de la fiesta (por extensión, de las redes) y el resto de colaboradores arrimando el hombro disfrazados de bebé o de astronauta si la dirección así lo requiere, han hecho del último gran éxito de Telecinco uno de los experimentos más extraños y oportunos de la pequeña pantalla.
Jorge Javier Vázquez (Blog Lecturas): "Qué felicidad trabajar en una cadena que te deje emitir productos tan absurdos como este"
La elaboración del menú y su degustación, con puntuación incluida, procura un juego tremendo. Los nervios y frecuentes desatinos de los anfitriones en la cocina, ante la atenta y desesperada mirada del maestro cocinero catalán, y las descarnadas valoraciones de los comensales después de la cata generan reacciones improvisadas, manejadas por el maestro de ceremonias con su habitual sentido del espectáculo.
"No sé por qué pero La última cena me recuerda a la película El viaje a ninguna part’. Quizás porque el título tiene mucho que ver con lo que nos está tocando vivir. Qué felicidad trabajar en una cadena que te deje emitir productos tan absurdos como este", escribió Vázquez en su blog (Lecturas) a finales de mayo.
Porque en tiempos de pandemia, incertidumbre, miedo y mucha presión añadida por la crisis económica, la pequeña pantalla debe convertirse en esa vía de escape con la que desconectar del mundanal ruido. La última cena lo ha logrado con creces, pese a esa patina de televisión low cost que le acompaña desde su nacimiento.
No solo se refleja en los índices de audiencia – esta semana ha incrementado su cuota de pantalla en ocho décimas y vuelve a arrasar en su franja horaria–, también en el enorme tráfico que genera en redes, con cientos de memes inundando cada hashtag semanal.