Veneno, la serie que retrata la dura vida de la conocida transexual Cristina Ortiz 'La Veneno', se despide este domingo con un episodio llamado ‘Las tres muertes de Cristina Ortiz’. El trabajo de Javier Ambrossi y Javier Calvo para ATRESPlayer PREMIUM no ha parado de cosechar buenas críticas desde que comenzase sus emisiones, y hasta el Vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, ha recomendado la ficción en sus redes sociales, invitando a que la vean, sobre todo, las personas jóvenes.
La serie ha dado trabajo a actrices que nunca son protagonistas
Esta biografía seriada tiene muchas papeletas para ser tildada como una de las series más importantes de los últimos años. Y es que hay que aplaudir que Veneno haya dado trabajo en la industria audiovisual a actrices que estaban destinadas a papeles secundarios o de figuración por el hecho de ser transexuales, en la misma línea que trazó Pose de Ryan Murphy.
Ha sido una producción valiente, que ha permitido a Lola Ortiz, Jedet, Isabel Torres, Daniela Santiago y a tantas otras dar lo mejor de sí delante de la cámara. Si echamos la vista atrás, en España jamás una actriz transexual había encabezado una serie de televisión, ni siquiera Bibiana Fernández con su popularidad.
Con Veneno se ha echado la vista atrás para descubrir esa generación de mujeres transexuales que casi no tenían referentes. Que lo pasaban mal dentro de sus familias por salirse de lo cisheteronormativo, que tenían que recurrir a la prostitución como única salida profesional, porque ni para servir comida en un hospital las querían.
'Veneno' refleja esa generación de mujeres transexuales sin referentes
Mujeres que si cometían un delito acababan en una cárcel masculina, que a menudo eran vistas como algo exótico y sexualizado en vez de como un ser humano más. Veneno nos enseña la historia del colectivo, pero a la vez manifiesta que muchos (la mayoría) de esos problemas siguen vigentes.
'Veneno'
Una autocrítica a los medios de comunicación
Uno de los puntos más interesantes de la serie es la relación de Cristina con las televisiones. Y es que su personalidad enamoró, y su identidad de género y su vida sexual fue lo que permaneció.
Por fortuna, los medios cada vez retratamos mejor la realidad de las personas LGTBIQ+ (aunque a veces cometamos errores o imprecisiones), pero hubo un tiempo en los que a una mujer transexual se la podía tildar de travesti, o incluso tratar en masculino.
A Cristina se la trató en masculino o se le llamó "travesti" en directo
Lo vivió Cristina Ortiz en Esta noche cruzamos el Mississippi o en el polígrafo de En antena en la década de los 90 y la del 2000. Pero también lo sufrió Bibiana Fernández cuando la tildaban de sirena en los 70, o hace algo más de diez años Amor Romeira, cuando Mercedes Milá le dijo en una gala de Gran Hermano que “no es todavía una mujer” por no haberse sometido a una vaginoplastia y la trató en masculino durante una entrevista.
Si algún espectador se lleva las manos a la cabeza al ver, de forma ficcionada, cómo Cristina tenía que enfrentarse a aquellos que le negaban su identidad femenina, significará que Javier Calvo y Javier Ambrossi han conseguido su cometido, y que no debemos tolerar esos comportamientos y que debemos elegir mejor nuestras palabras para hablar de ciertos temas sensibles.
'Veneno'
Un canto a la dignidad
Cristina La Veneno proyectó una imagen fuerte en los medios de comunicación. Cargada de palabras malsonantes y de frivolidad, la que fuese prostituta en la Casa de Campo de Madrid amenazaba con “arrastrar” a cualquiera que le hiciese sombra, no permitía que nadie le levantase la voz y parecía estar muy segura de sí misma.
'Veneno' nos ha enseñado que Cristina ni era tan fuerte ni tan segura como parecía
Basándose en el libro de Valeria Vegas, Veneno ha hecho que el gran público vea que Cristina ni era tan fuerte, ni tan segura. Era una mujer frágil, que se había hecho a sí misma tal y como las circunstancias le habían permitido.
Una pobre desgraciada que solo intentaba que le diesen un poco de cariño, que volvía a suplicar amor incluso cuando la vida le había dado de hostias. Que detrás del “digo”, del “tú quién eres peazo puta” y de tantas otras coletillas divertidas había alguien sin formación, que se creía menos que los demás por ser una mujer transexual. A la que engañaba cualquiera que se lo propusiese, ya sea un novio, un mánager o quien encartara.
Tan poco sabía Cristina sobre sí misma (y tal era su falta de amor propio) que más de una vez se definió a sí misma como “un maricón” en vez de como una mujer trans. Que ella dijese que era una “mujer polaca, con el chocho detrás, como las vacas” podía parecer un chiste, pero en realidad era una muestra más de su ignorancia, de su vulnerabilidad, de lo rota que estaba por dentro. Por eso no podemos ver a Cristina con los ojos del 2020, sino que hay que echar la vista 25 años atrás.
Cristina vivió al margen de la ley, del amor, de lo normativo
Cristina vivía en un mundo en el que las chicas como ella estaban al margen de la ley, del amor, de lo normativo. En su universo, lo único que le puedes legar a alguien de tu familia (de tu familia elegida, pues la de sangre suele estar desaparecida) es un nombre de pila y una esquina en la que trabajar. En el que es normal que tu novio te obligue a hacer la calle o una película porno. En el que más vale estar mal acompañada que sola.
Tras visionar Veneno, a muchos nos gustaría haber estado cerca de Cristina en alguno de esos momentos difíciles para darle el cariño que tanto se le ha resistido. Para darle esa dignidad como ser humano que creía que no le pertenecía por ser transexual, por vivir su vida sin dar explicaciones. Una dignidad que Javier Calvo y Javier Ambrossi le han devuelto con esta serie que nos aguarda un final aciago este domingo. Un desenlace que todos conocíamos de antemano la primera vez que le dimos al botón de reproducir, y que nos encantaría haber tenido el poder de cambiarlo.