Había pasado alrededor de un mes desde que Valeria Vegas publicara ¡Digo!, Ni puta ni santa (las memorias de La Veneno) cuando Cristina Ortiz Rodríguez falleció. El 9 de noviembre de 2016 se fue para siempre una de las estrellas más importantes de nuestra televisión en aquellos años finales de los 90 e icono para miles de personas, sin poder disfrutar de su regreso a los focos.
Cuando Javier Calvo y Javier Ambrossi anunciaron junto a Atresmedia que convertirían la biografía de la musa de Pepe Navarro (viralizada de nuevo en la década de los 2010 gracias a sus apariciones en DEC o Sálvame) en una serie de televisión, las dudas por parte de muchos fueron inevitables, a pesar de que los creadores ya habían demostrado su talento, tanto en televisión como en cine, con Paquita Salas o La Llamada. ¿Será posible adaptar la vida de un personaje así? ¿Cómo van a conseguir un casting a la altura?
Bien, 50 minutos después de la salida del primer episodio de Veneno, todas las dudas se disiparon. Estábamos ante un gran producto televisivo, y lo que es más importante, ante un homenaje importantísimo y una carta de amor para todas aquellas personas transexuales que iniciaron el camino hacia la aceptación y la igualdad.
El final de 'Veneno' es un último homenaje precioso
La pandemia obligaba a la producción de la serie a frenar en seco, con un pequeño regreso en junio con la publicación del también muy celebrado capítulo 2 durante el Orgullo LGTBI, que ya puso de manifiesto que esta sería una serie dura de ver. Desde entonces, Veneno, que llega a su fin este domingo con la emisión de su último capítulo en ATRESPlayer PREMIUM, ha ido convirtiéndose, semana a semana, en uno de los grandes fenómenos seriéfilos de los últimos años.
Aquí ya no hay lugar para críticas técnicas, de guion o narración, porque este último capítulo será, simplemente, un adiós. Y no creo que sorprenda a nadie si decimos que será un homenaje final precioso, poniendo la guinda a un pastel que ha hecho las delicias de miles de personas (¿cuánto tiempo hacía que no se veía tanto consenso con una serie?), pero que también ha hecho sufrir con una historia dolorosa.
Veneno, por suerte, no ha sido un biopic formal. No ha sido, simplemente, la sucesión de hechos de la vida de Cristina sino que ha sido un viaje, a través de la visión de Valeria, por la vida de un personaje que tenía tantos oscuros como claros, y que la serie no ha tenido ningún miedo a mostrar.
¿La serie del año?
Aquí voy a cambiar a primera persona para dar una opinión completamente personal: para mí, Veneno no es solo la serie más importante de este año, por muchas Patrias y Antidisturbios que vengan a pelearle el puesto-de forma muy merecida, ojo-, sino que es ya historia de nuestra televisión. El medio que encumbró a Cristina, y que le dio tantas alegrías como disgustos tal y como ella contaba, nos ha regalado una nueva oportunidad de descubrir su figura a través de una serie única, dura, emocionante, y divertidísima a pesar de todo.
Todo lo que rodea la muerte de Cristina sigue teniendo a día de hoy un importante aura de misterio. Por ello, la serie ha adornado su último adiós con una buena dosis de fantasía, algo que siempre ha ido de la mano del personaje, y que hace de ese momento una de las escenas más tiernas y emotivas de nuestra ficción.
Y así, cuando la vida de Veneno se apaga en la serie, la luz de Cristina se enciende para tener una última conversación con Valeria. “¿Es bonita mi vida?”, le pregunta a la autora de su biografía en uno de los últimos momentos del episodio. “Es preciosa”, responde ella, seguramente al unísono de todos los que están al otro lado de la pantalla.
El último adiós de Cristina es una de las escenas más tiernas y emotivas de nuestra ficción
Veneno ha sido la historia de Cristina Ortiz pero también la de Paca La Piraña, la de Valeria Vegas, la de todas esas prostitutas que cada noche se jugaban la vida en el Parque del Oeste porque no tenían acceso a un trabajo mejor, y la de muchas personas transexuales, o incluso pertenecientes a cualquier letra del colectivo LGTBI, que veían en La Veneno un referente, no por ser perfecta, ni por tener un discurso coherente, sino por su valentía para mostrarse tal cual era cada noche ante millones de espectadores.
Queda aún mucho por recorrer en términos de igualdad, sobre todo, para las personas transexuales, pero ficciones así nos acercan más a un mundo en el que los personajes trans en ficción sean interpretados por personas trans, en el que tengan las mismas oportunidades para acceder al mercado laboral, y que la transfobia tan dañina sea erradicada de una vez por toda. Por todo ello, y mucho más: Gracias Cristina, Gracias Veneno.