31 de agosto de 1997. El mundo amanecía con la noticia del fatídico accidente que le arrebató la vida de manera tan temprana a la princesa Diana o Lady Di, como era comúnmente conocida. Acababa de morir la mujer más famosa del planeta y todos nos llevamos la manos a la cabeza: ¿Cómo pudo ser posible?
Realmente tampoco sé de qué nos sorprendimos tanto. El abrupto final de Diana de Gales era previsible. La princesa del pueblo nunca daba dos pasos sin una horda de paparazzis detrás, que le acosaron a tales niveles inimaginables sólo para sacar una foto indiscreta o, una declaración mal interpretada de manera maliciosa, para poder ser vendida a cualquier tabloide a cambio de cantidades ingentes de dinero.
Lo que sucedió aquella calurosa última noche del agosto del 1997 fue el culmen del frenético delirio vivido durante el verano de ese año
En verdad, lo que sucedió esa calurosa última noche del agosto del 1997 fue el culmen del frenético delirio vivido durante el verano de ese año. Ese mismo verano, el primero como soltera de Diana, la prensa desplegó una infraestructura técnica y humana jamás vista anteriormente para seguir cada uno de sus pasos , sin saber que eran los últimos. Se inmortalizó, por ejemplo, la foto del siglo en la que Diana y su acompañante, Dodi Al Fayed, parecían darse un beso.
Diana de Gales murió a consecuencia de un accidente mientras huía de la prensa que tanto la había acosado y denostado en los últimos años. Todo valía para sacar una imagen que pudiera ser comercializada, daba igual su origen o los medios tan pocos ortodoxos por los que se conseguía. De hecho, el propio hermano de la princesa aludió a las circunstancias en las cuales murió su hermana: ¿los paparazzis la hubieran seguido si no hubiera nadie que comprara los tabloides o revistas en las que se publican las instantáneas?
He ahí el quid de la cuestión. Todos nos echamos las manos en la cabeza con su trágico final cuando éramos cómplices de la cadena consumiendo los contenidos que se nos iban ofreciendo de manera compulsiva y feroz. Y ahí parece que seguimos, sin aprender de nuestros errores del pasado.
La lapidación pública de Isabel Pantoja
Exportándolo, el ejemplo más patrio es el de la tonadillera Isabel Pantoja, a quién curiosamente se le 'presentó' la princesa en Cantora en la noche de su muerte para despedirse, según reveló Kiko Rivera. La cantante no es princesa de ninguna familia real, pero sí que es, si no la que más, una de las mujeres más famosas de España. ¿Eso ya nos da derecho a lapidarla mediáticamente?
Es muy importante que tengamos presente que personas como Diana de Gales o Isabel Pantoja son personajes públicos, que no de dominio público. Son personas que sienten y padecen, que no son impasibles al dolor.
La cantante de grandes éxitos como Marinero de Luces ha sido siempre una de las grandes protagonistas de la prensa del corazón de este país. Es cierto que ella también ha accedido al ruedo con todas las consecuencias, pero todo juego tiene sus límites. Y el actual ha sobrepasado todas las líneas rojas imaginables como en su día sucedió con Diana de Gales: todo vale por una 'noticia' sin pensar en las irreversibles consecuencias que pudieran producirse.
¿Está viviendo Isabel Pantoja su particular verano del 1997 como Lady Di? La tonadillera no para de ser noticia en innumerables publicaciones y, sobre todo, en todos y cada uno de los programas de Telecinco, que se ha convertido en una especie de canal 24 horas de Pantoja. No se habla de otro tema. ¿Qué les (nos) legitima a ello?¿Qué tragedia debe suceder para que cesemos con este escarnio público?
Isabel Pantoja atesora más de 50 años de incuestionable trabajo encima de los escenarios, con millones de discos vendidos y otros millones de seguidores alrededor del mundo. ¿Creéis que la sevillana se merece a sus 64 años y, tras medio siglo dedicado al público, este linchamiento mediático por un hecho del que no tenemos la certeza de nada?
Una imagen vergonzosa
Es muy fácil hablar de Pantoja porque sigue interesando a la gente y porque su nombre se traduce a dinero. ¿No creen ustedes que Isabel ya pagó sus errores con los dos años que estuvo en prisión? Una de las imágenes más crudas que recuerdo de ella es, cuando saliendo de los juzgados, era agredida por una multitud que aprovechó para tirarle de los pelos. La tonadillera se desvanecía segundos después y la policía que la custodiaba renía que meterla inconsciente en el coche. ¿A nadie se nos cayó la cara de la vergüenza al ver esas imágenes? ¿Merece alguien de nosotros vivir esa situación? ¡Por Dios que podría ser nuestra madre, hermana o hija!
Isabel no se merece este trato que está recibiendo, resultado de personas interesadas, informaciones contradictorias y ganas de exprimir su fenómeno mediático. ¿Queremos convertir a Isabel Pantoja en la nueva Lady Di? De momento parece que vamos por muy buen camino.
Ojalá esta avalancha mediática no supere a la cantante y nos podamos encontrar ante una situación irreversible. A Diana de Gales, el acoso de la prensa la condujo a la muerte. ¿Estamos dispuestos a repetir la misma tragedia? Ojalá hayamos aprendido de verdad la lección y podamos parar a tiempo sin que tengamos que lamentarnos en un futuro. Porque de ser así, no tendríamos ni un derecho a echarnos las manos a la cabeza.