El pasado mes de marzo, por la crisis sanitaria del coronavirus, prácticamente todos los programas y series de televisión, salvo aquellos de índole informativo, cesaban sus grabaciones. Poco a poco las mismas se fueron retomando, acatando las nuevas normas de sanidad, al menos, en aquellos formatos que lo admitían.
Con Tu cara me suena, Antena 3 se encontró con un grave problema, más allá de la dificultad añadida de caracterizar a los concursantes con las correspondientes medidas. Y es que año a año el público se había convertido en un pilar fundamental para el transcurso de las galas.
“Cada programa tiene una particularidad distinta y en Tu cara me suena, por ejemplo, la esencia es que haya público o una cantidad aceptable. Estamos viendo cómo evoluciona la situación y en función de eso retomaremos grabaciones. Pero no puedo adelantar cuando”, decía el pasado mayo la directora de Entretenimiento de Atresmedia, Carmen Ferreiro, sin imaginar que no sería hasta la recta final de este 2020 cuando el talent de imitaciones regresaría a la pantalla.
Hay que destacar que Tu cara me suena es un programa en el que el público tiene un peso muy importante, ya que da la mitad de la puntuación desde su cuarta temporada. Y no solo eso. Sus risas, sus vítores, sus aplausos son parte esencial del espectáculo, así como de la realización.
Los insertos del público riéndose contagian la diversión al espectador en casa
Recuperando la magia de aquellos insertos que tan bien sabía hacer Chicho Ibáñez Serrador en el Un, dos, tres, en Tu cara me suena vemos la cara de varios asistentes del público emocionarse si va de visita alguno de sus ídolos como invitado, o reír si la actuación es cómica. A veces, en el caso de las actuaciones más paródicas, el espectador se ríe en casa porque el público y el jurado le ha contagiado esa risa que a veces termina en lágrimas (Lolita es experta en esto).
En la gala emitida este domingo, la número 14 de la octava temporada, Tu cara me suena logró que nos olvidásemos por momentos de la crisis sanitaria, nos dio un reflejo de antigua realidad. Por un lado, disimuló de lo lindo que las gradas no estuviesen llenas de personas, pues hay que guardar las distancias sociales. Para poder armar mucho jaleo siendo pocos, se repartió a todos una pequeña matraca para aplaudir con más fuerza sin dejarse las manos por el camino. Daba la sensación de que aquello estaba abarrotado sin recurrir a los aplausos enlatados.
Lo de la matraca fue un recurso fácil, pero sutil. Al público en plató de TCMS se le exige diversión pero también naturalidad. Si se hubiese apostado por algo más escandaloso no nos habríamos encontrado con el programa de siempre, sino con un sucedáneo, quizá más cercano al ruidoso público de La ruleta de la suerte, que siempre está gritando y agitando panderetas y pitos. El invento ha sido un acierto maravilloso.
En esta gala 14 el programa además supo devolvernos un soplo de antigua y lejana realidad, y de la forma más hermosa posible. El pulsador decidió que El Monaguillo imitase al payaso Fofó, cantando la mítica canción de ‘El auto de papá’. Jugando con las distancias de seguridad y las mascarillas, el programa recreó uno de los shows de Los payasos de la tele, con el Mona frente a la cámara y los bailarines y el jurado detrás, sentados como los niños que un día fueron girando el invisible volante del auto de un lado para otro, agachándose en los túneles y tocando el pito pi-pi-pi.
La actuación de Fofó nos trasladó a una antigua realidad en la que no había preocupaciones ni pandemias
El formato de Gestmusic logró, por unos minutos, trasladarnos a otra época en la que no había preocupaciones ni pandemias, y nos invitó a pensar, tal como cantó Rocío Madrid en su imitación de Chenoa, que todo irá bien. Que volveremos a sentarnos los unos al lado de los otros sin restricciones, que muy pronto podremos abrazarnos y jugar.
Sin robar protagonismo al clon de Fofó, hay que prestar atención a cómo Àngel Llàcer volvió a ser un niño y se dedicó toda la canción a empujar a Lolita y hacerle gamberradas, hasta el punto que la mayor de los hermanos Flores se cayó de su sitio y acabó enganchándose el pelo en el traje de Mario Vaquerizo.
La gala la ganó por segunda vez Cristina Ramos, en esta ocasión emulando a Shirley Bassey con la canción ‘I am what i am’. Salió la última de todos y consiguió emocionar al público y al jurado, que calificaron su actuación de historia del programa, y le dijeron que con su talento debería trabajar en Broadway.
La canaria logra así quitarse el mal sabor de boca de la semana anterior, cuando empató con Nerea en la primera posición, pero no ganó la gala por decisión de sus compañeros, que dieron más votos a la que fuese concursante de Operación Triunfo.