El personaje de Tamara Falcó suscita interés mediático desde su nacimiento. Hija de la 'reina de corazones', Isabel Preysler, y del fallecido marqués de Griñón, Carlos Falcó, la joven socialité ha crecido entre flases, micrófonos y cámaras de televisión.
Sin embargo, no ha sido hasta el último año y medio cuando la socialité se ha despojado de artificios y pudores para mostrar su faceta más desenfadada, espontánea y divertida, convirtiéndose en una cotizada estrella televisiva.
El punto de inflexión en la imagen pública de Tamara se produjo, sin duda, en 2019, cuando TVE daba un golpe en la mesa fichándola como concursante de la cuarta edición de MasterChef Celebrity. La apuesta acabó resultando un éxito, pues la nueva marquesa de Griñón logró demostrar sus dotes en la cocina a la vez que sacó a relucir su sentido del humor y su inteligencia.
La joven se hizo con el premio del formato culinario, se ganó a la audiencia y se abrió nuevas puertas en televisión. La cadena pública, consciente del diamante en bruto que tenía entre sus manos, decidió darle una oportunidad para brillar con su propio programa, Cocina al punto con Peña y Tamara, pero el experimento fracasó.
La idea de TVE, a priori, parecía una garantía de éxito: la recién descubierta Tamara estaría de nuevo tras los fogones, esta vez acompañada por Javier García Peña, carismático exconcursante de Top Chef en Antena 3. Sin embargo, como ocurre con las recetas, para triunfar no basta con mezclar buenos ingredientes. Tamara se vio eclipsada por la soltura de Peña, que llevaba la voz cantante mientras ella seguía torpemente sus pasos para elaborar los platos a la vez que intentaba seguir el guion.
La audiencia no conectó con el programa, que terminó desapareciendo de la parrilla. Un revés del que se pudo conocer una valiosa realidad: Tamara es un ser libre y anárquico, un monstruo televisivo al que no se puede encarcelar entre guiones premeditados. Tamara sólo brilla cuando la dejan ser Tamara.
Seis años antes de este fallido periplo en TVE, la cadena de pago Cosmopolitan ya había intentado explotar el filón de la hija de Isabel Preysler con un personality show dedicado a su figura. We love Tamara trató de dar a conocer a esa desconocida joven más allá de su imagen naíf, pero pasó sin pena ni gloria por la parrilla del canal, condenado a la irrelevancia primero y al olvido después.
Tuvo que llegar septiembre de 2020 para que Falcó encontrase la horma de su zapato: Antena 3. En concreto, El Hormiguero decidía ficharla como colaboradora para su nueva temporada. No tendría sección propia, ni falta que haría.
Tamara ha demostrado ser capaz de llenar un plató con su simple presencia, hablando de lo que toque. Primero lo hacía con papeles, tímida y pequeña frente a grandes figuras televisivas como Nuria Roca o Juan del Val, pero a medida que se iba soltando iba mostrando su gran capacidad de comunicación.
Desde la mesa de Pablo Motos, la colaboradora se ha abierto definitivamente al público, ha desvelado con naturalidad anécdotas cotidianas de Villa Meona y hasta ha pedido perdón por saltarse las medidas sanitarias contra el coronavirus. Su figura se ha humanizado y eso se ha traducido en un exitoso idilio con Antena 3 en el que todas las partes salen beneficiadas.
El segundo fruto de esta prometedora relación laboral ha sido El desafío. Tamara se ha estrenado como jurado en este formato protagonizado por famosos. "Me invitaron a participar como concursante y me alegro de haber dicho que no", confesaba sin tapujos en la presentación. Con esta experiencia, la socialité ha sacado a relucir otra nueva faceta y ha confirmado que entre cámaras y focos es capaz de desenvolverse tan bien como en el papel cuché. Que tiemble la Preysler.