Perfiles. Emprendedores de éxito en el siglo XXI
Entrevista a Andoni Goicoechea
Andoni Goicoechea, fundador de Goiko Grill: “Estamos viviendo de éxito, no vamos a morir de él”
Médico de formación, Goicoechea fundó hace cuatro años la cadena de hamburgueserías en la que hoy trabajan 300 personas.
Está enseñando a una compañera en prácticas a utilizar la máquina de café; mientras, habla con otros camareros. Son las doce del mediodía y EL ESPAÑOL accede al local que Goiko Grill tiene en la calle Prado de Madrid, en pleno centro, donde los empleados preparan el servicio de comidas.
Viéndole, nadie diría que Andoni Goicoechea (Caracas, Venezuela, 1987), a sus 30 años y médico de formación, está al frente de la fundación de la cadena de hamburgueserías con la que ha inaugurado ya 22 restaurantes.
La forma de ser de Goicoechea con sus trabajadores, el contacto habitual en un grupo de WhatssApp de todos los empleados y la media de edad de los mismos -26 años- resume bien la filosofía del fundador para la compañía: “Calidad, eficiencia y buen rollo”.
¿Cómo acaba un médico venezolano abriendo una hamburguesería en Madrid?
Me vine para acá escapando de una nación caótica, que es Venezuela, donde nací, viví y me formé hasta los 24 años. Gracias a que por parte de mi padre soy español -concretamente, vasco- tengo muy fácil venir. Y ser médico también. Mi idea era venir, hacer el MIR y empezar a currar al día siguiente. Entré en el hospital de La Paz en geriatría. La Paz es lo más. El servicio, la urgencia, las guardias... Pero sentía que tenía tiempo libre. Salía a las tres o cuatro de la tarde de trabajar y por la tarde solía irme con un amigo a tomar una cerveza, siempre al mismo local.
Me enteré de que iba a cerrar, pero yo dije: “Ahí encajan unas pizzas o unas hamburguesas”. En el fondo, sabía cómo funcionaba el local y veía que tenía hueco una idea como la mía. Me puse en contacto con el dueño y le planteé la idea de montar la hamburguesería. Desde Venezuela, mi hermana y mi padre montaron conmigo el concepto.
En el hospital estabas contento, pero decides emprender y además en restauración... ¿Por qué?
Siempre me ha gustado hacer algo más, en Venezuela también tenía una empresa de alquiler de equipos audiovisuales. En España quería montar un negocio de medicina, de asistencia médica domiciliaria... Pero era complicado. Esto se presentó y dije: “Lo pillo, vamos a hacer hamburguesas”. Mi padre me prestó 55.000 euros y con muy poquito personal lo abrimos.
Por la noche no venía ni Dios. Nadie, nadie, nadie... Luego entró uno, más tarde otro, los viernes cada vez más gente... Fueron épocas difíciles, pero salimos.
Por la noche no venía ni Dios. Nadie, nadie, nadie... Luego entró uno, más tarde otro, los viernes cada vez más...
El local de la calle Prado tiene todas las mesas reservadas para el turno de mediodía, a pesar de que es martes. “Es una zona de mucho turismo, funciona muy bien”, apunta Goicoechea. Lejos quedan los días en los que, compaginando el primer restaurante y el hospital, el fundador de Goiko Grill cogía la moto en el descanso del MIR y, en bata, se iba al restaurante.
Gracias a su empeño y al de sus trabajadores, la cadena empezó a crecer. Tras hacerse fuertes en la capital dieron el salto a Zaragoza, Valencia y Alicante. Se preparan para dar este mes el que será su paso “más importante en los próximos dos años”: Barcelona, donde han inaugurado dos locales.
En la primera tienda había 3 o 4 empleados, ¿cómo los contratas?
A los seis meses de abrir renuncié al hospital y ya estaba metido al 100% en el negocio. La gente de la que me empecé a rodear era gente muy buena, que no era del sector de la hostelería, sino gente que uno va conociendo por circunstancias. El primo, el amigo... Eran abogados, arquitectos, comunicadores. Empezó ese concepto de empezar a emplear por personalidad.
Nadie había puesto plátano a una hamburguesa. Ahora en Madrid cualquier hamburguesa lo tiene.
Eso implica que la plantilla necesita mucha formación, ¿no?
Sí, ser camarero es muy complicado. Ser un buen camarero es de lo más difícil. Y la presión que se vive en cocina es brutal. Pero también ahí era gente aprendiendo. La que es hoy directora de operaciones, fue ayudante de cocina, y era profesora de colegio. Ahora tiene 5 personas a su cargo en el departamento. Empezó de no saber nada de cocina a ser la crack.
Cuando Goiko empieza a crecer, ¿se sigue contratando a la gente del mismo modo? ¿Tirabais de conocidos?
Más que tirar de conocidos es tirar a gente a la que vas conociendo. Yo vine a España y no conocía a nadie. Incluso para la fiesta de inauguración tenía algunos amigos y a los residentes del hospital, poco más. Pero la gente que nos rodea lo conoce y al mes y medio quiere empezar a trabajar en Goiko. Le pasa a los amigos y familiares de cada uno que empieza a trabajar en la empresa. El responsable de esto es el director de RRHH, camarero de un Goiko desde diciembre de 2012. Es el culpable del buen rollo, lo ha transmitido de la mejor manera. El buen rollo, el sentimiento de familia, compañerismo, cada uno cuenta con los demás... Y el cliente lo siente. Aquí nadie sabe teóricamente atender. Te das cuenta de que el oficio no es fácil... Yo les digo que sirven para esto aunque sean arquitectos, pero tienen que esmerarse tanto como para lo suyo. Tenemos a la gente que renuncia a la semana y a los que nunca renuncian. Te envicias y te quedas, forma parte de tu vida.
En Goiko se respira cierta filosofía "Mr.Wonderful." En esta compañía, el optimismo y los detalles lo impregnan todo. Para entenderlo Goicoechea señala los inicios de la empresa, en el clímax de la crisis económica española y ya tocados por la crisis venezolana. “No hay venezolano que llegue a España huyendo de su país y que lo primero que haga no sea meter su currículum en un Goiko”, asegura. Además de venezolanos, en los restaurantes Goiko hay dominicanos, italianos, rumanos, búlgaros, colombianos... Y, por supuesto, españoles.
La competencia en este sector es muy fuerte, ¿cómo logra Goiko darse a conocer y diferenciarse?
Cuando empezamos las hamburguesas de la competencia eran mejores. Pero hasta aquí hemos mejorado todo siempre. Lo que más rápido, el producto. Teníamos capacidad de cambiar muy rápido y, si resultaba mejor, lo manteníamos. Es lo que tienen las empresas jóvenes. Así, logramos un producto del que estoy muy orgulloso. Nunca hemos sacrificado un céntimo: por la carne seguimos pagando igual o más que el primer día.
En 2015, Goiko facturó 2,5 millones de euros entre todos los restaurantes. Un año después, esta cifra ascendía a 8 millones. Este año esperan “casi triplicar” sus ingresos: 22 millones de euros.
Hay ingredientes en la carta que os diferencian por vuestros orígenes. Pimientos del piquillo, queso Idiazabal... ¿Fue así desde el principio?
Sí, hicimos una mezcla con los ingredientes típicos de los lugares de donde venimos, País Vasco y Venezuela. Empezamos inventando la Aita, que lleva pimientos y queso Idiazabal, y la Camburger, que tiene plátano frito. Nadie en la vida, en el mundo, había puesto plátano a una hamburguesa. Ahora en Madrid cualquier hamburguesa lo tiene. Eso también te enorgullece, pero te pone alerta, porque hay que seguir innovando. En ese afán por seguir haciendo cosas nuevas hemos creado la Kevin Bacon, la hamburguesa gourmet más vendida en España.
Goiko Grill tiene ahora más de 300 empleados, ¿da miedo?
Cuando monté el segundo local me dijeron que iba a morir de éxito. Todos los días de su vida, Goiko ha vendido más cada mes. Y cada mes que vendía seguíamos abriendo locales. Ya tenemos 20 y no hemos muerto. Hemos vivido del éxito y hemos permitido que 300 personas, más de 140.000 clientes al mes, los proveedores... Estemos viviendo una historia súper bonita. Nuestra pregunta era: ¿qué tan capaces somos de mantener el buen rollo en la empresa si crecemos? Si la empresa está bien, el cliente está bien. Y nos hemos dado cuenta de que se puede. Simplemente hay que usar herramientas.
La media de edad de los empleados de Goiko es de 26 años, y eso se nota en la forma de comunicarse entre ellos. El propio Andoni creó junto al primer local un grupo de WhatssApp con el que hablar con todos. Ahora tienen dos, el de Alicante y Valencia y el de Madrid y Zaragoza. Goicoechea asegura que es la mejor forma de comunicación posible. “A muchas empresas les daría miedo, pero una o dos veces por semana me escuchan a mí, o al de RRHH, o a la jefa de operaciones... Todos nos conocemos por el nombre”, apunta. El buen rollo de Goiko también impregna al grupo del chat, donde se felicitan todos los cumpleaños.
¿Cómo influye en la compañía que la plantilla sea tan joven?
Una de las cosas que notamos es que la gente crece, crece, crece... Y quiere ascender. La empresa te va tirando. Hubo un momento en que la empresa tiraba más que la capacidad de la empresa.
Por suerte, el año pasado, por primera vez en la vida, nos atendió el banco, porque ya podíamos demostrarle lo que éramos. Esto nos dio un respiro para dar respuesta a ese personal que quería crecer. Si la compañía podía ser más grande, ellos podían ascender.
En 2015, Goiko facturó 2,5 millones de euros entre todos los restaurantes. Un año después, esta cifra ascendía a 8 millones. Este año esperan “casi triplicar” sus ingresos: 22 millones de euros. Entre las razones, su crecimiento y apertura constante de locales y su desembarco en Barcelona.
¿El salto a Barcelona es un antes y un después en la historia de Goiko?
Es el día más importante en los próximos dos años, sin duda. Siempre ha sido el territorio al que más ganas y más respeto le tenemos. Hay mucha competencia y mucho turismo, cuando nosotros estamos acostumbrados al barrio. Siempre nos decían: “El próximo paso, Barcelona, ¿no?”. Y teníamos claro que no. Ahora que tenemos la experiencia de otros lugares como Valencia o Zaragoza ya nos sentimos preparados. Hemos hecho cambios estructurales solo por el salto a Cataluña: la carta, el idioma, la web… queremos mimar al catalán, es el salto más importante desde que hemos nacido.
Entonces, ¿lo de morir de éxito es un mito?
Nosotros hemos logrado superar dos barreras culturales. En España, la gente nos decía cuando nos propusimos abrir el segundo local que íbamos a morir de éxito; en Venezuela, que a un empresario le vaya bien se asocia con la corrupción. Hemos demostrado que se puede vivir de éxito haciendo las cosas bien, sin joder a nadie. De las 300 personas que hay en plantilla, todas son buena gente. Y seguimos creciendo.