Desde su privilegiada situación junto al río San Lorenzo, Toronto ha respondido con ingenio a todos los retos que se le planteaban a lo largo de la historia hasta ser una de las ciudades más habitables del planeta.
Toronto no es la capital de Canadá pero, si nos piden nombrar una ciudad de este país norteamericano, tal vez sea la primera que nos venga a la cabeza. Y no será por casualidad: Toronto es la urbe más conocida, pujante, moderna y atractiva del país, una metrópoli que aglutina a más de seis millones de personas y que ofrece al mundo una cara abierta y amable. Un lugar que descubrir por las sorpresas que guarda, muchas de las cuales no resultan tan evidentes.
Descubrirlas y acercarlas al gran público es una de las bondades de ‘La construcción de Canadá en Toronto’, el libro con el que ACS amplía su colección de ensayos sobre ciudades singulares en las que desarrolla su actividad. Es el séptimo tomo tras los dedicados en años precedentes a Madrid, Berlín, Nueva York, Sydney, Londres y San Francisco. Este dedicado a Toronto mantiene, como es ya habitual en la serie, la apuesta por un relato que combina la profusión fotográfica con una completa contextualización histórica y geográfica para explicar de forma didáctica y asequible las peculiaridades urbanísticas y arquitectónicas de la ciudad.
Como en ocasiones anteriores, el alma de estos libros es Miguel Aguiló, director de Política Estratégica en el Grupo ACS. Su ojo experto y su curiosidad han hilado una obra en la que traza una hoja de ruta a lo largo de la historia y la actualidad de Toronto a través de cuatro grandes pilares que podrían resumir, grosso modo, el perfil de la ciudad: estratégica, transitable, sostenible y habitable.
Estratégica. Buena parte de lo que una ciudad es tiene que ver con su emplazamiento geográfico. Los recursos a su alcance, las defensas naturales o la exposición a las inclemencias del clima suelen ser factores que influyen para que, lo que empieza siendo un pequeño asentamiento, evolucione hasta crear lugares de cierta entidad. Eso se cumple aquí, como indica el mismo título del libro. Y es que a partir de este asentamiento a orillas del río San Lorenzo se gestó la historia de éxito de la ciudad más famosa del país.
El río San Lorenzo, eje, frontera y defensa natural
Esta vía fluvial es una de las más importantes del mundo. Es un río que Aguiló define como "básico" para la población de la zona, tanto en la actualidad como, sobre todo, en su origen, cuando era la principal vía de comunicación de los canadienses con el mar y entre sus ciudades y, al mismo tiempo, defensa y frontera natural frente a la vecina Estados Unidos. "Canadá es un país gigantesco, con poca población, y ésta generalmente se concentra a lo largo del río. A mi me gusta contar cómo todo ese río es un poco la causa de que Toronto esté donde está, que haya crecido más que las demás ciudades". No hay que olvidar que a lo largo del San Lorenzo y de los lagos que forma se sitúan la mayoría de grandes ciudades del país como Montreal o Quebec, e incluso Chicago o Detroit, del lado estadounidense, por ejemplo.
Esta relación íntima y provechosa entre Toronto y agua del San Lorenzo es algo que trasciende a todo el libro. El primer capítulo habla de los aspectos históricos de esta provechosa unión pero desde un punto de vista diferente y que incluso sorprendió al propio autor. Aguiló descubrió dos textos que anticipaban en cierto modo su trabajo: 'Walden', de Henry Thoreau y 'Diario de Canadá' de Walt Whitman: "Uno es un cántico a la naturaleza y el otro es una comparación entre países un poco más penoso", cuenta. "Los dos me dan el hilo para contar con imágenes de hoy lo que veían estos dos autores entonces. Yo hice esos recorridos y me fijé en cosas que encontré escritos por ellos, así que podía utilizar otras palabras para contar lo que yo mismo había descubierto".
Pero este particular viaje no supone tanto una visita a una ciudad del siglo XXI sino la mirada a un pasado del que quedan vestigios en forma de puentes, iglesias o cementerios. Y, sobre todo, a una naturaleza exuberante y a la poderosa presencia del río, como centro de vida y eje de la economía de la zona, puesto que ya entonces era considerado una especie de ‘autopista fluvial’ -la "seaway" (o "camino del mar")- para todos los barcos que movían mercancía, lo que explica su pujanza.
En la génesis de Toronto también influyó la proximidad con Estados Unidos. La convivencia con los vecinos no siempre fue pacífica y eso se tradujo en épocas de tensión en las que por su propia seguridad 'se abandonó' el río: "200 o 300 metros de distancia se podían cruzar con cualquier lancha, con lo que se dieron batallas que obligaron a buscar vías alternativas, como los canales. Crearon un sistema muy complejo y que requería mucho esfuerzo porque el país es muy poco transitable y en el siglo XVIII no había ferrocarriles y no se podía llegar sin más a los sitios". En el contexto de esas obras, "ese paisaje muy para ingenieros", como describe Aguiló, también se dio una curiosidad: la puesta en marcha en el lado canadiense de la primera central hidráulica del mundo, en las cercanas cataratas del Niágara.
Una ciudad vertical con dimensión humana
Desde la distancia, Toronto ofrece un skyline intimidante de rascacielos bajo la supervisión del mayor hito arquitectónico de la ciudad, al menos en altura: la CN Tower, de 553 metros. Es una estructura "muy grande y muy bonita y muy interesante pero parecida a otras seis o siete que hay por el mundo", comenta Aguiló. Sin embargo, a la sombra de este coloso, en el desarrollo de Toronto se percibe, según el director de Estrategia de ACS, un énfasis en mantener una dimensión humana en la calle. Esto la convierte, lejos de lo que pueda parecer, en una urbe amigable y que invita a 'ser andada'. O como define en la obra, "transitable".
Como toda gran ciudad, y más en una tan extensa en superficie, Toronto tuvo que encarar en cierto momento la cuestión de la movilidad, "el mismo 'problemón' que no se ha resuelto bien en ningún sitio del mundo: que todos necesitan coches para moverse pero todos los coches no caben en el centro. ¿Como lo han resuelto aquí? Ellos se dieron cuenta de que la planificación urbana clásica, la 'zonificación', era nefasta porque obliga a ir y a venir todos los días. Tardaron tiempo porque es ir contra corriente, pero dieron con las zonas híbridas, donde hay mezclas de oficinas y residencias".
Y la apuesta funcionó. Gracias a ello, un paseo por la ciudad desvela distritos y hasta manzanas en las que hay de todo. Es una manera de evitar -o minimizar, al menos- los recorridos largos y favorecer la vida de barrio; se consiguió reducir la necesidad del coche y permitir que "se pueda ir andando" -o casi- a casi todos los lados. El transporte público debería hacer el resto.
Torres con podio: la solución para que todo quede cerca
La máxima expresión de esta filosofía se da en una tipología nueva de edificio característica de Toronto: la torre con podio. "En ellas, la parte inferior ocupa más espacio y posee usos de diversa índole con todo tipo de servicios. Por encima de ellos puede haber viviendas u oficinas, pero abajo han logrado mezclar las funciones y conseguir que la vida transcurra simultáneamente en todas partes. Es bastante único en el mundo", describe Aguiló. "Dar un uso híbrido a cada manzana es una solución de la que Toronto ha hecho bandera", concluye.
Este sistema de podios o atrios en torres ha hecho que la ciudad crezca en vertical, algo que todo observador percibe desde la distancia. Pero también ha resultado en una Toronto 'oculta' que, además de sorprender al autor, también es una solución contra el duro invierno canadiense. "Hay dos meses al año donde la ciudad no se puede ir por puro frío", señala. Frente al clima, existe una urbe "subterránea de pasadizos amplios, pulcros y muy bien iluminados que conectan atrios de edificios y estaciones de metro en los que se puede pasear, ir de compras o almorzar, todo en mangas de camisa". Se trata del denominado 'path' (o 'camino'), "espacios mágicos donde todo es muy vivible", apunta, aunque en el exterior la temperatura pueda alcanzar los 25 grados bajo cero.
- Toronto City Hall
Estas características redundan en la habitabilidad de la metrópoli, aunque hay otros dos aspectos que suman en este ámbito. Por un lado, el que si bien Toronto está creciendo a lo alto, este desarrollo no toca la cuadrícula que el desarrollo de la ciudad ha respetado desde su origen: como en el caso de San Francisco que se describe en el libro del año pasado, los habitantes de Toronto han sido muy críticos con la construcción de autopistas que generarían cicatrices en el tejido urbano: "De haber hecho las que tenían planificadas, la ciudad se habría destrozado. Para llegar al centro, que está situado al borde del lago, tenían que atravesar toda la ciudad y por eso se contuvieron. Gracias a eso, Toronto tiene una potencialidad para el viandante estupenda. Puedes andar muy bien por ellas".
Recuperar el ‘frente marítimo’
El otro argumento cierra el círculo y se refiere, como al principio, al río San Lorenzo. Aunque su importancia es básica para entender Toronto, la ciudad se fue despegando paulatinamente del agua, hasta el punto de que llegó a existir "una barrera enorme entre la ciudad y el lago, que era el ferrocarril. Era intransitable en sentido perpendicular y con la carretera que construyeron encima, la ciudad no podía asomarse al lago, estaba completamente separada".
Sin embargo, el puerto se quedó sin uso en la segunda mitad del siglo pasado y la ciudad acometió entonces un esfuerzo "gigantesco" para recuperar la zona para sus ciudadanos. Aguiló cuenta en el libro cómo fue cambiando la fisonomía del entorno a lo largo del tiempo: "Se desmontaron las fábricas, los talleres, las industrias, todo lo que había allí, y empezaron a construir un frente marítimo nuevo. Eso es lo que dio nacimiento a la nueva ciudad en el sentido de un lugar más próximo a la naturaleza que la que había antes".
Esta victoria trajo consigo, no obstante, un problema inesperado: el manejo de los flujos del agua. Sin la barrera industrial y ferroviaria, el gran caudal de agua de lluvia arrastra al lago buena parte de la suciedad de las calles, contaminando la orilla y generando "un problema ecológico importantísimo" que las autoridades han 'atacado' con presas, depuradoras o estanques de tormentas para contener esos vertidos en una región que, no lo olvidemos, guarda la mayor reserva de agua dulce del planeta.
Puede que ese sea un reto para Toronto, una batalla más a ganar en un escenario en el que las soluciones han seguido a todos los problemas que la historia y la geografía les iba planteando. Hoy, este particular 'laboratorio de soluciones' ha configurando una ciudad en la que "la gente es muy amable, conducen muy bien, se ayuda a los ancianitos... y es un sitio maravilloso para vivir, un sitio que te engancha porque es un modelo de convivencia".
- Miguel Aguiló
Miguel Aguiló, Premio Nacional de Ingeniería Civil
Aunque la publicación de 'La construcción de Canadá en Toronto' continúe la serie sobre ciudades iniciada por ACS y escrita por Miguel Aguiló, este será el primer año en el que el autor pueda presumir de haber recibido el Premio Nacional de Ingeniería Civil. Este galardón reconoce no solo la labor divulgativa que ha llevado a cabo a través de estos libros sino, sobre todo, su extensa carrera profesional: "Sí, pero esto no tiene nada que ver con el libro, ¿eh?", sonríe el director de Estrategia de ACS. "Es un premio que se da a una trayectoria, a toda la vida, y efectivamente es muy importante para la profesión, el más importante, así que estoy súper orgulloso", reconoce.
"Nuestra profesión es muy de especialistas y los que hacen puentes no hacen presas y por eso, que alguien escriba un año de presas y otro de puentes, o de una ciudad o de otra... eso sí que no es frecuente", explica.