Anda el patio tan revuelto que nos hemos acostumbrado ya a las derechas pidiendo libertad, y a las izquierdas riñendo a las azafatas por llevar falda corta. Y lo llaman feminismo.
Asistimos en los últimos años a ese revés ideológico del que reniegan desde Sabina hasta Alfonso Guerra, dinosaurios de una izquierda engullida por el sanchismo. Ese sanchismo que admite Bildu como animal de compañía y permite a la ministra Montero hacer y deshacer a su antojo, como si los deseos se pudieran convertir en derechos. Montero es la Evita Perón de España.
Los socialistas europeos ya consiguieron que el parlamento diera su visto bueno a un informe para considerar el aborto como un “derecho humano”. El de la madre, claro.
Pero es fácil que caigamos en contradicciones. Hace unas semanas me sorprendía ver en un programa de televisión cómo los mismos contertulios que defienden el derecho al aborto sin paliativos, empatizan con una mamá que cuenta su sufrimiento por la pérdida de su bebé no nacido y se refieren al él como “su hijo”, “su niño”, “su bebé".
En la próxima regulación del aborto se debería diferenciar entre seres humanos deseados y no deseados. Los deseos, por encima de los derechos. El culmen de la tiranía de las emociones por encima de la razón.
Son reflexiones que incomodan siempre por cuanto suponen un cortocircuito en nuestras ideas preconcebidas. Ir contra nuestros pensamientos es un complicado acto de desobediencia hacia uno mismo y, en cualquier caso, siempre valiente por cuanto supone poner en duda nuestras posiciones.
Pero la ministra de la cosa nostra, (de la cosa de las mujeres, se entiende) ha dado un paso más allá, porque estar en el Gobierno y que “los jefes de las eléctricas” no sólo no se hayan “sentado en la mesa para decirles: la factura de la luz se va a bajar”, sino que la luz haya subido hasta máximos históricos, le obliga a una a anunciar ocurrencias varias que generen la polémica suficiente para pasar página de semejante bochorno.
Así que la incansable Irene, que necesitaría un país para ella sola en el que conseguir la armoniosa sintonía del pensamiento único, amenaza ahora con poner límites a la objeción de conciencia de los médicos. Así, sin anestesia.
La ministra de Sanidad, Carolina Darias, ya se ha opuesto a esta medida. Pero ya se sabe que Sánchez gobierna gracias, entre otros, a Podemos; así que le pasará como a Nadia Calviño con Yolanda Díaz y la subida del SMI.
Así, andan los ginecólogos revueltos, cuando aún no se habían recuperado de otra de las ocurrencias de la vecina de Galapagar: incluir como violencia de Género a la denominada violencia obstétrica, y el fomento de los partos naturales. Tenemos todos los ingredientes para una nueva lucha, generando un problema de Estado donde no lo había, dado que la de clases, la lucha de clases, se cayó cuando el Muro de Berlín.