Moncorvo, tierra que flota entre Duero y naturaleza
El reino maravilloso ya no existe. Existen, en su lugar, paisajes, laderas, montañas, profundidades junto al río más hermoso que conoce el caminante, escondijos por las colinas, bosques que resisten al paso del tiempo. Y existe la luz, la fantástica luz del Duero/Douro, la luz misteriosa de sus aguas y sus afluentes como el Sabor, y de la barca que va de un margen a otro, hablo de esa luz que siempre identificó, en su memoria, un paisaje condenado a ser admirado no sólo por su belleza monumental -creada de la nada- sino también por su historia y por el sufrimiento que evoca en quienes la viven o la contemplan.
Esa luz que el viajero encuentra cuando llega al maravilloso reino de Moncorvo. Una gran extensión de terreno lamido por el Duero en su calma luminosa, dentro de la Región Demarcada del Duero declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Un territorio vivo moldeado a partes iguales por la mano del hombre y la naturaleza. Es la viña que produce el apreciado mosto –vinos de Porto y del Douro- y deslumbra los sentidos avistadas desde los miradores naturales que confunden las distancias siempre con el viejo río en el abismo de los suaves cañones.