Este fin de semana la ciudad ha sido escenario de un reportaje fotográfico con el que mostrar la riqueza etnográfica de la cultura charra como herramienta para promocionar el Turismo Cultural salmantino en Jalisco y México.
Un grupo de caballistas charros con caballos engalanados con aperos del siglo XVI y sus charras a grupera han posado en enclaves con simbología y belleza de la ciudad, como el puente romano, donde se celebraban las ferias de ganado; la Catedral; el Convento de San Esteban y la Universidad. Esta acción se enmarca dentro del evento cultural ‘Sentir Charros. Jalisco-Salamanca 2020’, un hermanamiento que agrupa la cultura charra de ambos lados del Atlántico para poner en valor el marco histórico-artístico y turístico de la charrería.
Las consecuencias de la covid-19 han obligado a aplazar el acto principal de este convenio entre las dos ciudades, previsto para el día 14 de septiembre en Guadalajara (México), y posponerlo para el 14 de febrero, día de la Fundación de Guadalajara por 12 familias salmantinas.
En Jalisco se celebrará un importante evento donde se unirá el turismo, la cultura, la tradición y la historia. Salamanca será reconocida con honores dentro del `Encuentro Internacional del Mariachi y la charrería´, que se retransmitirá en directo, y tendrá una mención especial, con la presencia de estas imágenes tomadas durante el pasado domingo en la ciudad, que reflejarán la importancia de la cultura charra salmantina como forma de promoción turística posicionando a Salamanca como destino charro preferente.
La charrería tiene su origen en la propia cultura de la provincia de la Salamanca y desde allí, hace más de cinco siglos, llega al estado mexicano de Jalisco a través de los colonizadores.
Para la sesión de fotos se utilizaron trajes de gala de la dehesa y la sierra. El de la Sierra de zagalejo, más austero, utilizado para que las parejas se desplazaran a las ferias y romerías, con calzón bombacho de terciopelo azul; ellas vestidas con sobriedad y riqueza que da la filigrana de esta tierra, en plata y oro. El traje de la ciudad que lucían estaba realizado en astracán de borrego y paño de lana de Béjar de lana merina, bordado con abalorios de cristal.