El pasado mes de septiembre vio la luz el libro titulado ‘La asignatura pendiente. La memoria histórica democrática en los libros de texto escolares’, escrito por Enrique Javier Díez Gutiérrez, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León (ULE), que ha sido editado por Plaza y Valdés, con prólogo del Ministro de Consumo Alberto Garzón.

Escribe Garzón que “la normalidad democrática implica poder discutir acerca de todo nuestro pasado y poder poner a disposición de las nuevas generaciones todos los conocimientos necesarios para que adquieran una visión crítica de nuestra propia historia”. Precisamente por ello, el ministro apunta en el prólogo que el libro constituye “una importante contribución para seguir avanzando en materia de memoria democrática para mejorar el país”.

En el texto el profesor Díez Gutiérrez, coordinador del Área Federal de Educación de Izquierda Unida a nivel nacional y vicepresidente del Foro por la Memoria de León, que es especialista en organización educativa y desarrolla su labor docente e investigadora en el campo de la educación intercultural, el género y la política educativa en la institución educativa leonesa, analiza en detalle la incorporación del conocimiento de la memoria histórica en el curriculum escolar.



CONOCER EL PASADO PARA NO REPETIR LA BARBARIE



Los libros de texto escolares de historia “no solo ayudan a comprender el funcionamiento social a lo largo del tiempo, sino también a construir una memoria colectiva y a conformar el imaginario individual y colectivo de las futuras generaciones, su manera de ver el mundo, la comprensión que se hace y la perspectiva que se adopta sobre el pasado, el presente y el futuro”. Pero no todo el pasado es reflejado con similar valor. “La memoria histórica democrática, -afirma Enrique Javier Díez-, sigue siendo una asignatura pendiente en la mayoría de los libros de texto escolares”.

En el texto se muestra como el resurgimiento y auge del fascismo ha alentado a partidos conservadores y neoliberales a unirse a postulados ‘negacionistas’ y a acusar de ‘adoctrinamiento’ o de ‘reabrir viejas heridas’ a quienes pretende recuperar la memoria histórica. “Quienes se consideran herederos de la dictadura franquista impulsan denuncias y sospechas contra la escuela pública y sus profesionales. Es el mundo al revés”, concluye el autor.

La utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo, “para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre”.