"Nosotros tenemos ahora que estrecharnos mucho… y defendernos como caballos salvajes contra lobos. Este año próximo promete ser interesante. Saldrán de sus urnas los putrefactos incorruptos. Lo vamos a pasar mal y bien al mismo tiempo”. Estas líneas, fechadas en la primera quincena de julio de 1925, un año antes de las segundas elecciones generales dentro de la República Española, llevan la firma de Federico García Lorca y fueron destinadas a su gran amigo el pintor Benjamín Palencia, que años después viviría sus últimas décadas en la localidad abulense de Villafranca de la Sierra, informa Ical.
La misiva, presidida en su primera página por un imponente dibujo lorquiano de un payaso con guitarra, partió desde un cortijo granadino en dirección a Madrid, en respuesta de una carta previa de Palencia, donde este le explicaba a su amigo: “El escándalo que ha habido desde que Maroto (el pintor Gabriel García Maroto) se metió con nosotros los modernos en una conferencia que dio, llamándonos ‘señoritos que cogemos la revista L’Esprit Nouveau y copiamos todo’, porque dice que no es posible hacer arte nuevo sin salir de Madrid, como nosotros lo hacemos. Dice Encina que en el momento que nos quedemos solos nos comerán. Qué divertido es todo esto”.
Ambas cartas, junto con otras muchas y decenas de dibujos y fotografías, forman parte de la exposición ‘La amistad creadora. Benjamín Palencia y Federico García Lorca’, que tras su paso por el Centro Federico García Lorca en Granada, este martes, 16 de noviembre, abrirá sus puertas en la madrileña Galería Guillermo de Osma, donde podrá contemplarse hasta finales del año.
Estrechos lazosLa muestra, comisariada por el poeta soriano Enrique Andrés Ruiz y por el galerista Guillermo de Osma, saca a la luz los estrechos lazos que ambos creadores mantuvieron entre 1924 y 1931, y evidencia los muchos intereses, sentimientos comunes y coordenadas estéticas que ambos compartían. Como explica la presidenta de la Fundación Federico García Lorca, Laura García-Lorca de los Ríos, en el catálogo de la muestra, en esos años “se crea un hilo de cercanía y admiración por el pintor que lleva a Lorca a confiarle su gran proyecto artístico y político, el teatro de La Barraca”, donde Palencia se ocuparía del diseño de la cartelería, fue director escenográfico del grupo y el creador de los decorados y los figurines para la representación de ‘La vida es sueño’.
“La de Federico y Palencia fue una amistad de siete años, los que van de aquel 1925 de las cartas, al 1932 en que La Barraca se hizo a los caminos (…). Pero, sí, entre aquellas fechas, pasaron muchas cosas. Fueron sobre todo los siete años en los que la relación de Federico con la pintura —y con el surrealismo— es más estrecha: son, por supuesto, los años con Dalí, a quien encarga los decorados de ‘Mariana Pineda’; los años —1928, exactamente— en que proyecta la publicación de un libro de dibujos y en que lee en el Ateneo de Granada su conferencia ‘Sketch de la nueva pintura’”, escribe el comisario Enrique Andrés Ruiz.
Tres grandes bloques
La exposición está dividida en tres secciones: ‘Palencia dibujante (1915-1940)’, ‘Dibujos inspirados en la cerámica numantina’ y ‘Palencia, Lorca y la Barraca’, que aglutinan cerca de setenta piezas, procedentes en su mayoría de la Galería Guillermo de Osma y de la Fundación Federico García Lorca, pero también del archivo de Benjamín Palencia, Galería Leandro Navarro, Museo de Albacete y de colecciones particulares.
En la relación epistolar que aún se conserva de ambos y que se recoge en la exposición dentro del apartado ‘Documentación’, aparece de forma recurrente el nombre de amigos comunes como Juan Ramón Jiménez o Salvador Dalí, y se intercambian mensajes de ánimo entre ambos. Así, mientras Palencia insta a hacer “fuerza” para imponerse “ante tanta vejez y pobreza espiritual como tenemos en España”, Lorca le confiesa meses después que atraviesa “una de las crisis más fuertes que he tenido”. “Mi obra literaria y sentimental se me vienen al suelo. No creo en nadie. No me gusta nadie”, escribe el poeta.
En el despertar de la década de los 30 del pasado siglo fueron de extraordinario interés las confluencias que, tomando al surrealismo y al arte popular por eje, convocaron el interés de un gran número de artistas y poetas. De igual manera que en torno a la biografía de Federico García Lorca se entrelazaron los nombres de numerosos artistas plásticos (desde Manuel Ángeles Ortíz a Salvador Dalí, pasando por el uruguayo Rafael Barradas, entre otros), a lo largo de su vida el pintor Benjamín Palencia trabajó en una estrecha relación con los poetas, que comenzó con su juvenil vinculación a Juan Ramón Jiménez y continuó en la cercanía de Rafael Alberti, José Bergamín, además del propio García Lorca, según explica el galerista Guillermo de Osma en el catálogo.
Benjamín Palencia, trasladado tempranamente con su familia a Madrid, y Federico García Lorca (él mismo extraordinario dibujante) se conocieron hacia la mitad de los años veinte y compartieron afinidades estéticas en un tiempo en el que la actualidad artística era brillante y vertiginosa.