Hubo un tiempo en el que las esculturas y la simbología tenían una función muy relevante para la sociedad. ¿Quién no ha visto nunca una roca con forma de verraco en Castilla y León?
Sin embargo, dependiendo de la provincia es difícil o resulta imposible toparse con uno.
Bajo ese nombre, verracos, se conoce al conjunto de tallas que proceden de los antiguos asentamientos vetones. Figuras que se esculpían en granito y representan cerdos, jabalís y toros, aunque en ocasiones son animales que no se han llegado a identificar qué son con exactitud.
Se trata de unas formas poco cuidadas en detalle, que pretendían ser convencionales y reconocibles y, algunos cuentan con órganos sexuales masculinos, por el contrario, que femeninos, que, aunque se ha descubierto algún ejemplar como el del embalse de Valdecañas, en Cáceres, estas figuras son muy inusuales.
Cada uno ha sido tallado en la misma posición, de pie, pudiendo deducir que se encuentran en postura de embestida sobre una enorme piedra que lo sustenta, también tallada.
Orígenes
Los verracos son esculturas exclusivas de los asentamientos vetones, un pueblo celtibérico que permaneció en Salamanca, Ávila, el oeste de Toledo, norte de Cáceres y el sur de Zamora desde el siglo V antes de Cristo hasta la conquista romana aproximadamente.
Grupos de personas que se dedicaban al pastoreo y los cultivos para subsistir, lo que los llevó a un aumento de población y conformar asentamientos cada vez más grandes.
Significado
A lo largo de los siglos se han dado muchas teorías para estos animales de granito, desde que servían para delimitar los terrenos que se dedicaban al pastoreo, hasta los significados religiosos.
Para aquellos que consideran que los verracos tienen connotaciones de ritos funerarios es porque algunas de las figuras encontradas son una especie de contenedores, pero ya en una época donde los romanos habían llegado a la península.
Se ha considerado que fueron los romanos los que habilitaron así a las tallas, pudiendo engañar a sus enemigos, los indígenas, con sus propios símbolos.
En otros estudios, los toros de piedra delimitaban las zonas de pasto, ello explicaría la diversidad de estilos para estas figuras tan simples.
También, son un elemento identitario, por lo que delimitar las fronteras con otros pueblos, como los astures, carpetanos o galaicos.
Finalmente, la teoría de que estas piedras protegían los ganados, que en esta época era la base económica de los pueblos vetones, y podrían haberlas usado como un talismán.
Donde encontrarlos
Más allá de toda su simbología estas figuras han sido recursos para obras literarias, como sucede con El Lazarillo de Tormes. En uno de sus pasajes cuando el ciego y el Lazarillo pasan junto al puente romano de la ciudad charra y se topan con este animal de granito.
El ciego le dice a Lázaro que se acerque, porque así “oirás un gran ruido dentro de él”. Cuando se pone al lado del verraco, el ciego le propició un terrible golpe para reírse de él.
Ocurre parecido con los Toros de Guisando, que están en el Tiemblo, un lugar emblemático y que Lope de Vega o, incluso, el mismo Don Quijote mencionan. Con un metro y medio de altura y hasta tres de largo, estos Toros de Guisado generan un gran reclamo, sobre todo por su buena conservación.
En Salamanca, se pueden encontrar varios de estos ejemplares, en multitud de puntos, aunque los que mejor se conservan son el de la capital y el de Monleón.
Pasando por Ávila, un lugar en el que hacerse un selfie con estas esculturas es en Tornadizos, que se encuentran hasta ocho conservados y en fila, como ocurre con los Toros Guisados.
Por otro lado, la Mesa de Miranda, en Chamartín, cuenta con dos y, aunque uno está algo deteriorado se puede disfrutar en la plaza de la localidad. Por el contrario, el otro se encuentra en el aula arqueológica del yacimiento.
Otros dos se sitúan en Villanueva del Campillo, que perduran en una de las fincas cercanas a la localidad, uno de ellos es uno de los más grandes de la Península, con 250 centímetros de largo y hasta 243 de alto.
También, estos ejemplares se pueden visitar enfrente de la villa de Coca, en Segovia, donde hay dos. Otro más se les suma incrustado en los muros del castillo.
En el castro de Ulaca, en Solosancho hay otros dos verracos, y aunque en origen uno de ellos se situaba junto al manantial, ahora está en la plaza de la localidad. Ya en los alrededores se descubrió este segundo que fue trasladado al castillo de Villaviciosa, lo que en la actualidad es el hotel Sancho Estrada.
Finalmente, en Castillo de Bayuela, en Toledo posee dos ejemplares en perfecto estado de conservación y que pueden visitarse en la plaza de San Antonio.
Estas son sólo algunas de las localizaciones, se debe tener cuenta que con el paso del tiempo se han ido descubriendo multitud de estas esculturas.