R. Travesí
La llamada nueva normalidad por la situación de la pandemia del coronavirus ha llegado, de momento, para quedarse en los colegios de Castilla y León, por lo que los alumnos tratan, poco a poco, de acostumbrarse a comportamientos difíciles de asimilar. Pese a ello, tras un mes del inicio del curso escolar, los niños ya tienen claro que es necesario cumplir una serie de normas para tratar que el colegio sea un lugar seguro y blindado contra el COVID-19. No se trata solo del uso obligatorio de la mascarilla o lavarse las manos con gel hidroalcohólico, que son acciones muy interiozadas, sino la forma de actuar en clase, la interacción entre el profesor y el alumno y los cambios sustanciales en algunas asignaturas donde se fomentaba el trabajo en equipo, el contacto físico y compartir todo el material. Todo ello ha supuesto un radical cambio en el proceso de enseñanza y aprendizaje, que se ha readaptado. La situación epidemiológica influye, incluso, a la hora de que los niños disfruten de uno de los momentos más esperados como los recreos, ya que, ahora, no se puede jugar al pilla pilla ni con el balón.
El director del Colegio Salesianos San José de Salamanca, Lauro Martín, aseguró a la Agencia Ical que el mayor cambio que ha provocado la pandemia ha sido el retroceso en el trabajo cooperativo. “Los profesores llevan mucho tiempo esforzando para que los alumnos trabajen juntos y en equipo. Y ahora toca volver a la escolarización tradicional”, expuso. Y es algo que, a su juicio, afecta a muchas asignaturas como Idiomas, donde se han aparcado las prácticas de conversación entre los alumnos pero también en las materias relacionadas como las Humanidades, donde el debate de ideas es ahora “más difícil”.
En el mismo sentido se pronunció el responsable del San Juan de la Cruz en León, Ricardo González, quien lamentó el retroceso del aprendizaje cooperativo, que estaba muy instaurado en el centro. Ante esta situación, manifestó que el equipo directivo y los docentes han apostado por un rediseño del aprendizaje cooperativo, que pasa por trabajar en equipo, pero de forma individualizada sin contacto, donde cada alumno tiene una función y se fomenta la cohesión del grupo.
Pone el ejemplo de la clase de Historia, donde antes los alumnos apuntaban en una pizarra tipo Vileda las claves sobre un tema, que se iba pasando por las mesas de los estudiantes. Ahora, cada chico tiene su pequeña pizarra, tamaño folio, y escribe las ideas para evitar compartir material.
“Toca reinventarse en cuanto a las metodologías”, aseveró Lauro Martín al señalar los proyectos de comprensión que se llevaban a cabo en los cursos anteriores, en los que el profesor lanzaba preguntas y los alumnos buscaban respuestas en grupo o manipulaban objetos. Ahora, toca hacerlo de forma individual. Pese a lo que pueda pensarse desde el exterior, destacó que los chicos ya lo tienen todo asimilado y se comportan con naturalidad en solo un mes de clase.
Su homólogo en Jesuitas de Burgos, Javier Pérez, incidió en este asunto al apuntar que la pandemia ha condicionado el plan de innovación del centro, basado en el trabajo por proyectos y cooperativo, ya que este curso se ha abandonado ante la imposibilidad de los que los alumnos realicen tareas en pequeños grupos. De ahí que se haya decidido organizar grupos 'on line' para que los chicos investiguen sobre un tema.
Sin la flauta
Las materias más perjudicadas por la nueva normalidad son, sin duda, Música y Educación Física. Muchos centros han destinado el aula específica de Música a una clase con el desdoble de grupos, por lo que ya no se dispone de ese espacio, mientras que en otros colegios no se utiliza al haberse reducido los movimientos de los alumnos o la imposibilidad de mover todos los instrumentos al lugar donde están los niños. Además, está prohibido el uso de instrumentos de viento y se recomienda no utilizar otros instrumentos para evitar que sean compartidos por varios alumnos. Por lo tanto, la tradicional flauta ha desaparecido de las mochilas de los niños y los profesores de Música se han visto obligados a ingeniárselas para “sortear” los efectos de la pandemia.
Una de las dos profesoras de Música del Colegio Teresa Íñigo de Toro en Valladolid Elena García apuntó a Ical que durante este curso los niños de Primero, Segundo y Tercero de Primaria fabricarán sus propios instrumentos musicales con materiales reciclables, sin necesidad de compartirlos. Así, podrán tocar un bote de pintura de metal, con baquetas caseras; maracas o los vasos de los yogures de plástico. Todo vale para hacer música, hasta la espiral de un cuaderno, que hará las veces del güiro. “La idea es que, al final del curso, se haga una batucada al aire libre”, precisó.
En el Colegio Jesuitas de Burgos, se baraja sustituir un instrumento de viento como la flauta por uno de cuerda como una guitarra pequeña, que deberán comprar todos los alumnos. Además, se reforzarán otras materias de Música como las audiciones.
El colegio Salesianos de Salamanca ha optado por utilizar una aplicación descargada en las tabletas, que permite tocar un instrumento musical de forma dinámica. En el Colegio Jesuitas de Burgos, los alumnos también hacen uso de las herramientas y aplicaciones informáticas, como EDpuzzle, utilizadas durante el curso pasado durante el confinamiento y la enseñanza no presencial.
García subrayó que el centro continuará con el trabajo de todos los aspectos del currículo aunque sea necesario adaptarlos a las nuevas circunstancias. “Nos tocará hacer percusión corporal y dramatizaciones manteniendo la distancia de seguridad y sin danzas coreográficas”, explicó. También, recordó que llevar una mascarilla afecta al canto, ya que no es lo mismo cantar con la nariz tapadas que destapada.
El director del Colegio Ponce de León en Valladolid, Gregorio Pérez, declaró que sus clases de Educación Física se han visto condicionadas por la situación epidemiológica. No en vano, los deportes colectivos como el baloncesto, el balonmano y el bádminton han dejado paso a los individuales como el atletismo. “Lo habitual era ir alternando los diferentes tipos de deporte pero este curso, hemos empezado por los individuales con la esperanza de que, si mejora la situación, podamos en los últimos trimestres desarrollar las prácticas que requieren un contacto físico y la mezcla de niños”, afirmó.
Pérez apostó por el sentido común y realizar la clase de Educación Física al aire libre, en la medida de lo posible, pese a que el centro cuenta con un polideportivo muy grande, o limitar el uso del material que, tras su uso, será desinfectado. Además, los niños tienen un descanso a la mitad de la clase o tras realizar un esfuerzo físico para quitarse la mascarilla y aprovechar a tomar aire y beber agua.
En cuanto a la enseñanza telemática que se debe prestar al alumno que sea positivo por coronavirus, la mayor parte de los centros apostará por colgar los contenidos, explicaciones y tareas en las aulas Moodle. El director de Salesianos San José de Salamanca consideró que la “solución rápida” es poner una cámara que grabe al profesor durante sus explicaciones en el aula, pese a asegurar que lo que “vale” para los alumnos que están en la clase física no es lo más apropiado para los que permanecen en sus domicilios. “Un alumno se puede morir de aburrimiento siguiendo por una pantalla la clase de un profesor, ya que las explicaciones a través de este medio deben ser más cortas y sintetizadas, además de primar más la imagen que la palabra”, aseveró. Y ese cambio de enseñanza requiere, precisó, un equipamiento tecnológico “brutal”, sin olvidar que supone duplicar el trabajo del profesor. “La enseñanza presencial y 'on line' son totalmente diferentes”, reiteró.
Hora del almuerzo
Numerosos centros de la Comunidad han abordado el momento del almuerzo de una forma imaginativa, ya que es el único momento -junto al del comedor escolar- en que los alumnos están sin mascarrilla. Los alumnos comen su bocadillo sentados en el suelo del patio, manteniendo la distancia de seguridad, como ocurre en el San Juan de la Cruz de León. El Íñigo de Toro ha dado un paso más y decidió colocar una señal en el suelo del patio para que los niños coman su almuerzo, sin moverse y siempre con los mismos compañeros al lado. Su directora, Laura Vega, explicó que cada niño tiene un sitio asignado, con el objetivo de facilitar el rastreo ante un posible caso positivo de coronavirus.
Una vez que finaliza la ingesta del almuerzo, los niños se colocan su mascarilla y disfrutan del recreo. Eso sí, Vega precisó que ha sido necesario buscar “alternativas” al juego tradicional del pilla pilla o el deporte sin pelota o balón. Entre ellas, está el juego del tres en raya aunque las fichas son los propios cuerpos de los niños mientras que el del pañuelo se practica sin tocarse con elementos imaginarios al no existir el trapo.
Ricardo González reconoció que, ahora, hay más tranquilidad y silencio en el patio durante el recreo. “Al estar en un lugar reducido y sin contacto estrecho, prima más la conversación y el diálogo. Creo que es el cambio que más cuesta a los niños al estar acostumbrados a desfogarse”, confesó.
Reuniones telemáticas con padres
Por último, la pandemia también ha supuesto un cambio en la comunicación de los padres con los tutores y profesores de sus hijos. Las reuniones presenciales previstas antes del inicio del curso en los colegios de Valladolid se suspendieron al entrar la ciudad en Fase 1, por lo que fueron sustituidas por vídeos explicativos. Durante estos días, se llevan a cabo las charlas de los profesores al aire libre como los patios o jardines o bien en espacios amplios como el polideportivo. Otros han optado por videoconferencias y la idea es que las reuniones individuales con los padres a lo largo del curso sean telemáticas o por teléfono, aunque los colegios darán la opción de que sean presenciales en los casos en que las familias no estén familiarizadas con las nuevas tecnologías o el asunto a tratar aconseje que sea en persona.