La victoria por 3-2 del Real Valladolid ante Osasuna ha sido una de esas que es difícil de olvidar debido al torrente de emociones que han tenido cabida a lo largo de los 90 minutos. Un duelo que se presumía de inicio muy importante para los intereses pucelanos, también para los rojillos, y que rompió sus costuras muy temprano para dejar brotar la pasión del fútbol hasta el final, con la recompensa para los locales gracias al doblete de Weissman y el tanto de Orellana.

A pesar de que los de Pamplona tuvieron el control en los primeros compases de un baile frenético fueron los de Valladolid quienes celebraron en primera instancia. El 1-0 llegó en el minuto 7 cuando Orellana y Janko trenzaron en el flanco izquierdo, Plano metió un pase al borde del área, y Weissman con un control magistral para orientarse a portería encaró y definió a la perfección. Invitaba al optimismo el choque, pero no tardaría en torcerse de una forma casi dramática.

El Osasuna volvió a tomar los mandos. Empujó y el Pucela reculó ante el ímpetu visitante, hasta que en el 27' Budimir de cabeza remató a placer el centro de Oier para igualar. Ahí los blanquivioleta estaban casi en la lona, sin capacidad para sacar ese orgullo que tantas otras veces se ha demostrado, y el mazazo llegó al filo del descanso en un disparo de Torres dentro del área que la defensa no logró despejar. Pudo ser peor, porque Budimir la tuvo en el 45', aunque Masip salvó para acudir al descanso con 1-2.



Equipo con fe



Emergió el Real Valladolid tras el paso por vestuarios. Un equipo renovado, con énfasis, con fe en que la derrota no iba a ser la compañera de cama esta noche. Se rondó el área rojilla de nuevo, se arrinconó al rival en su área y, tras el tercer córner botado en menos de diez minutos, llegó la falta de Herrera contra Joaquín dentro del área. Orellana, con la templaza que le otorga su calidad, ajustó el penalti a la escuadra para emprender la senda que llevaría al triunfo.

El conjunto de Sergio González no se descompuso. Mantuvo la velocidad, firme en su objetivo, sin relajación, ambicioso, con mordiente. Se tuvo una clara en el 60', Calleri respondió en el 62', y Marcos André intimidó con un lanzamiento dentro del área que obligó la estirada de Herrera, en el 71. Merecía más el Pucela, creyente en que esta vez sí los tres puntos debían quedarse en casa.



Y llegó. En una jugada con velocidad, iniciada en campo propio por Marcos André para la internada de Hervías, quien subió la banda, quien combinó con Jota para conseguir de nuevo el balón bajo su control en el borde del área. Cambió la bota por un guante, el pie por una mano con precisión de cirujano, y puso un centro para la llegada de un Shon Weissman que, con sutileza, de manera elegante y certera, picó el esférico enviándolo junto al palo para hacer estéril el intento del portero visitante y desatar una euforia que se aplazó veinte minutos, los que restaban para el final del encuentro.

Todavía quedaba trabajo por hacer. Había que mantener o ampliar ese 3-2 tan trabajado. Tocó sudar, tocó sufrir, tocó un ejercicio de esfuerzo digno del premio final. Con San Emeterio y Javi Sánchez sobre el campo para reforzar el pilar el Real Valladolid achicaba en el área todos los envíos de Osasuna. Se paró el corazón un instante, ya en el descuento, en un mano a mano que Calleri erró ante Masip. Y latió con más fuerza si cabe cuando el árbitro pitó, minutos después, el final del choque.

Son 13 los puntos que el equipo suma tras 13 jornadas, inmerso en una zona media baja de extrema igualdad, con 13 equipos separados por cuatro puntos, aunque con partidos disputados dispares. Ahora el Pucela tiene que pensar en la Copa del Rey, este martes ante el CD Cantolagua en Estella, Navarra, antes de medirse en LaLiga el próximo sábado al Sevilla en el Sánchez Pizjuán.