El Real Valladolid se ha coronado, pero en el peor de los sentidos. Bochorno y humillación son los adjetivos que acompañan a un equipo sin espíritu y con pocas ideas que no ha podido más que irse con siete goles encajados de Montjuic.
Un encuentro sin muchas expectativas que ha vuelto a poner sobre la mesa dos nombres clave: Domingo Catoira y Ronaldo Nazario. Y con ellos las dudas sobre cuáles están siendo sus funciones en un club que ha terminado un paupérrimo mercado de fichajes.
Los pucelanos tan sólo llevaban media hora de juego y ya estaban sentenciados con dos goles en contra. La descoordinación era drástica y la actuación de los blanquivioletas dejaba mucho que desear. Jugadas mal defendidas, marcas perdidas y pases sin sentido han sido la combinación perfecta para que el FC Barcelona hiciera suyo el partido y no le costara nada meter uno, dos y hasta siete goles a los de Pezzolano.
Una mala actuación donde también se ha visto a Pezzolano sobrepasado. El míster aprovechaba la pausa de hidratación para echar la bronca a sus jugadores por los dos primeros goles. Unas palabras que no sirvieron de nada porque la poca contundencia defensiva siguió muy presente y en el descanso ya perdían por tres goles en el feudo blaugrana.
Los de Hansi Flick sí que sabían lo que tenían que hacer. Y aprovecharon todas y cada una de las oportunidades. El 2-0 llegaba con un gran pase de Lamine Yamal sobre Lewandowski, que bajaba el balón y remataba con la izquierda. No tardaba en llegar el tercero con un saque de esquina de Raphina, autor de un triplete, y una perfecta ejecución de Koundé.
El castigo continuaba en el minuto 71 cuando el Pucela hacía el esfuerzo de recortar distancias, pero le era imposible. Yamal metió un balón a Raphina para que anotase su triplete particular. Un FC Barcelona que no levantaba el pie del acelerador y así lo demostró en el tramo final, con otros dos tantos de Dani Olmo y Ferrán Torres.
El show continuaba y las estrellas eran Olmo, Lewandowski, Raphina y Lamine. Un cuarteto perfecto que ejecutaba una obra precisa para terminar con un ridículo histórico del Pucela. El brasileño se llevaba el balón a casa mientras Flick escuchaba el calor de su grada.
Nada de eso ocurría con los de Pezzolano, que se marchaban con caras largas tras una actuación lamentable sobre la que tendrán que dar muchas explicaciones. Empezando por el banquillo y terminando por la directiva, porque claro está que no han hecho nada bien los deberes este verano.