Arturo Seara Fernández en una foto reciente y en un cromo de cuando jugaba en el Barcelona.

Arturo Seara Fernández en una foto reciente y en un cromo de cuando jugaba en el Barcelona.

Baloncesto

Un romántico del basket que recuerda sus canastas de los años 80 desde un pequeño pueblo de Valladolid

Arturo Seara Fernández vive ahora en la tranquilidad de la naturaleza, en pleno campo, a tres kilómetros de un municipio de la ciudad del Pisuerga

21 enero, 2023 07:00

Han pasado ya más de tres décadas desde que el bigote inconfundible de Arturo Seara Fernández repartiese canastas en el deporte de la pelota naranja y el aro. Su trayectoria en Valladolid, y luego sus dos Recopas de Europa y el Mundial de Clubes con el Barcelona, puso fin en el 1990, tras dos temporadas en el Tenerife. Una laureada carrera donde, las casualidades, le llevaron a convertirse en uno de los míticos jugadores de la década de los 80 en la ciudad del Pisuerga.

Ahora, en 2023, cumple 33 años apartado de las pistas, y lo hace desde un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid, al cual se trasladó ya nada más retirarse en busca de “paz y tranquilidad”. “Buscas estar a gusto contigo mismo. Yo reconozco que aquí tengo todas las comodidades que necesito y si quiero bajar al cine bajo, si quiero tomar una copa voy, pero mi vida transcurre más en el campo que en la ciudad”, reconoce en una entrevista con EL ESPAÑOL – Noticias de Castilla y León.

Seara vive su vida a unos tres kilómetros de Trigueros del Valle, en pleno campo. Tras dejar hace ya algunos años la consulta y vender algunas clínicas que tenía, dedica su día a día a una empresa de gestión sanitaria. “A las ocho de la mañana me bajo al despacho, hasta las nueve o nueve y media, que me voy al pueblo a tomar un café con mis amigos. Vuelvo a trabajar y por la tarde la tengo para mis temas”, retrata el exjugador del Fórum Valladolid.

Han pasado ya más de tres décadas desde que se apartase del baloncesto y reconoce llevar ya “muchos años” sin ir a verlo al polideportivo, pero, aunque acabó “algo cansado” y prefiere hacer “otro tipo de deportes”, todavía se atreve de vez en cuando a desenfundar las botas y calentar las muñecas. “Cuando me apetece tiro unas canastas. Cuando viene mi hijo, que juega al baloncesto, echamos unas”, apunta Seara, que reconoce que en el patio de su casa tiene un tablero donde desinhibirse.

Desde Trigueros del Valle recuerda sus comienzos en el baloncesto, que se dieron en su ciudad natal, concretamente en los Salesianos. “Recibí una llamada de la selección española juvenil para una concentración donde elegirían a los 12 jugadores que iban a ir al europeo, entre los que me quedé”, afirma.

Un fichaje por el Real Madrid y una promesa a sus padres

Tras ello, su buena actuación le llevó a que el Real Madrid llamara a su puerta y le fichase para el juvenil, lo que hoy es la categoría cadete. Fue, precisamente en ese trasvase, donde surgió una promesa a sus padres y se forjaría un futuro como profesional sanitario. “Cuando me ficha el Madrid, en una reunión con Lolo Sainz, mi padre, que por cierto era forofo del equipo, le dijo que muy bonito y muy bien, pero a mí me hizo una pregunta directa: que fue que tenía que estudiar medicina”, recuerda el exjugador.

Sin embargo, en aquella época esta no era una de sus “prioridades”, ya que se decantaba más por carreras como económicas, empresariales y, “sobre todo”, lo que se llamaba por aquel entonces INEF, “todo el mundo relacionado con el deporte”. Sin embargo, Arturo accedió a la llamada de su padre. “No me quedaron más narices que matricularme en medicina y para adelante”, admite.

Sus estudios los comenzó en la Universidad Complutense de Madrid, para seguidamente seguirlos en la Facultad de Medicina de Valladolid tras una carambola que le hizo acabar en la ciudad del Pisuerga. El Madrid, por aquel entonces, jugaba con tres bases, y siempre que uno se retiraba “lo normal es que el titular del junior era quien formara parte de la plantilla”. En aquella época, recuerda Arturo, el club blanco contaba con Vicente Ramos, Carmelo Cabrera y Juanito Corbalán. Cuando el primero de ellos anunció su retirada “lo lógico es que yo pasara a formar parte de ese equipo”. “Aquel año la Federación cambió la norma y dejo solo un año de jugador junior. Se me fastidió esa posibilidad y dentro de las ofertas que tenía nos vinimos cuatro jugadores del Madrid para Valladolid. Fue una decisión muy buena porque ese mismo año conseguimos ascender a primera, tengo un gratísimo recuerdo de aquella época”, puntualiza.

Años de juventud

Unos años de “juventud” en los que vivió un ambiente de baloncesto “muy familiar”. “La gente llegaba a Huerta del Rey los sábados y se traían sus tortillas y bebidas”, recuerda el exjugador del Valladolid. Tras su primera campaña, Antonio Serra, entrenador por aquel entonces del Barcelona y quien llevó a Seara a la selección juvenil, intentó ficharle. Sin embargo, él decidió quedarse. “Él me conocía de sobra. Yo no me fui porque aquí se portaron muy bien en el aspecto económico”, admite.

A la temporada siguiente, Seara asevera que quería marcharse, pero que no le dejaron. Como dice el dicho, a la tercera fue la vencida, y es que, a pesar de que en esta última ocasión no quería, le “echaron”, comenta entre risas de forma irónica y “con todo el cariño”. “El club estaba en una situación económica muy mala y con el dinero de mi traspaso (7,5 millones de pesetas) y los otro siete que puso el Fórum Filatélico, se salvó. Mi marcha a Barcelona fue más motivada por la necesidad de que el equipo se pudiera salvar en el aspecto económico”, matiza.

Arturo tiene en su cabeza la llamada del por aquel entonces presidente, Santiago Toca, quien “curiosamente” también era su maestro en la Facultad y con quien pasaba consulta, en la que le comunicó que se tenía que ir.

Final de la etapa en Barcelona y regreso a 'casa'

En su etapa en Barcelona la pelota naranja le dio la oportunidad de ganar dos Recopas de Europa y un Mundial de Clubes. Tras ello, la situación era la siguiente: oferta de renovación del club catalán, una oferta de OAR Ferrol y otra del Breogán, que además de jugador le ofrecían trabajo como médico, una oferta “descomunal” de Málaga a través de Moncho Monsalve, ex del club pucelano, y la opción de volver a su ‘casa’, Valladolid.

“Me decanté por volver sobre todo por la Facultad, además de los amigos que tenía y de la que hoy en día es mi mujer, que es pucelana”, asegura, al tiempo que matiza que el hecho de que no hubiera centro de estudios superiores en el País Vasco, hacía que la gente viniera hasta aquí. “Había un ambiente universitario muy bueno y todo eso me decantó. Vi un poco más la situación personal que la deportiva, porque si no me hubiera quedado en Barcelona un poco más”, reconoce.

Una vida de éxitos en el baloncesto que ahora disfruta de la tranquilidad de la naturaleza, pero que a su llegada sí supuso una pequeña revolución en el municipio, aclara entre risas. “Me vinieron a buscar gente que jugaba al baloncesto y jugué con el equipo del pueblo, donde ganamos tres veces el campeonato de la Diputación. Fue una época bonita, intentando aportar un poco a algo que me brindaban aquí”, afirma.

Los paseos en bici y las caminatas por el campo, donde Seara ha aprendido lo “bien que se puede tener una tertulia con mis amigos los agricultores y los labradores”, llenan la vida de este exjugador profesional de baloncesto, que se convirtió en la época de los 80 en el bigote más famoso del momento.