Las presas, o embalses, del Duero se han puesto de moda en la actualidad mediática y social no por lo que aportan como industria energética, sino por el agua embalsada que, como en el caso de Ricobayo e incluso más a menudo sucede con el embalse de Almendra -en cuestión de un mes ha bajado a niveles alarmantes-, levanta las protestas de los habitantes de los pueblos afectados por el escaso nivel del embalse y, de paso, las pérdidas ocasionadas tanto en la economía turística, como en el ecosistema.
Aunque en un principio Saltos del Duero fue la empresa encargada de construir el aprovechamiento hidroeléctrico del río Duero, constituida en Bilbao el 3 de julio de 1918 –germen de la que luego sería Iberduero y, en estos momentos, Iberdrola al fusionarse con Hidroeléctrica Española-, en la actualidad da nombre al conjunto de presas construidas en su tramo fronterizo –en los ríos Duero, Tormes y Esla- para aprovechamiento hidroeléctrico. Siete presas en línea, tres portuguesas –Miranda do Douro, Picote y Bemposta- y cuatro españolas -Villalcampo, Castro, Aldeadávila y Saucelle- y dos grandes almacenes de agua, uno originado por el Salto de Ricobayo en el río Esla, y otro de la Presa de Almendra en el río Tormes, que, en su conjunto, producen una importante parte de la electricidad de la Península Ibérica.
Todo este megaproyecto hidráulico parte de principios del siglo XX, cuando un grupo de ingenieros observaron que el potencial que tendría un gran río y sus afluentes, encajado en roca sólida, y cayendo en un descenso de cuatro metros por kilómetro, iniciaron sus estudios para lograr la producción de energía hidroeléctrica. Una idea que tiene como padres a Pedro Icaza, Eugenio Grasset y José Orbegozo, de este último se diría que fue, en realidad, el alma de la idea, para investigar las posibilidades de negocio en la zona del Duero encañonado, y constituyeron en 1906 la Sociedad General de Transportes Eléctricos.
El rey Alfonso XIII visita, allá por octubre de 1922, el Teso de la Bandera de Villarino para conocer, in situ, todo ese potencial energético en la frontera, y la posibilidad de construir una presa en el paraje de Ambasaguas, vértice entre Salamanca y Zamora, y desagüe del Tormes en el Duero internacional. En su visita a la Diputación de Salamanca, el rey tuvo que escuchar la petición de Zamora y Salamanca para la tramitación urgente de las obras de los saltos del Duero. Cuatro años después, tras observar el inmenso potencial energético de la zona, que presenta el proyecto de estos ingenieros, y tras la visita del Rey a la zona, el Gobierno español aprueba la concesión global para el aprovechamiento hidroeléctrico del río Duero y sus afluentes Esla, Tormes y Huebra, era el 23 de agosto de 1926.
De por medio existe un serio inconveniente, que origina un parón en el desarrollo del proyecto de saltos, debido a la ausencia de un tratado de aprovechamiento hidroeléctrico entre España y Portugal por los límites fronterizos del Duero. Ante ello, el ingeniero José Orbegozo presentó la solución española, que proponía la construcción de embalses en las zonas que no dependían de la jurisdicción portuguesa por encontrarse íntegramente en territorio español y, de esta manera, desviar el cauce del río Duero. Una idea que fue descartada de inmediato por el Gobierno portugués y, a su vez, provocó una crisis diplomática.
El proyecto diseñado por Orbegozo comprendía el aprovechamiento de los ríos Esla y Tormes, y la zona del río Duero no fronteriza. El Gobierno portugués consideró el proyecto como el “robo del Duero". Para evitar el prinicipal escollo de este conflicto diplomático, y la inoperancia del tratado de 1912, las autoridades lusas retomaron las conversaciones por las que los gobiernos de España y Portugal alcanzaron en 1927 un acuerdo definitivo, con el propósito de repartirse, finalmente, las aguas internacionales. El tramo asignado a España fue el situado entre la desembocadura del río Tormes y el lugar donde se ha emplazado la presa de Saucelle, con una longitud de 54 Kms., y un desnivel aprovechable de 201 metros. A Portugal se le asignó el tramo comprendido entre el lugar donde el Duero comienza a ser frontera entre ambos países, y la desembocadura del Río Tormes, con una longitud de 52 Kms., y un desnivel aprovechable de 195 metros, y otro tramo aguas abajo de la presa de Saucelle que, si bien no tiene obras visibles en el tramo internacional, sí soporta el reculaje de la presa y esclusa de Pocinho hasta la desembocadura del Águeda, en el paraje de Vega de Terrón.
Cronología de las presas
La polémica saltó con el vaciado de la presa de Ricobayo
El primer proyecto comienza a realizarse en mayo de 1929, cuando sse inician las obras del Salto de Ricobayo, que regulará el caudal del río Esla, y suministrará electricidad al norte de España. Se puso en funcionamiento en enero de 1935, con una potencia instalada de 100 MW que, en 1947, aumentará hasta 133 MW.
A mediados de 1942, se inician las obras del Salto de Villalcampo, que será la primera presa construida en el cauce del río Duero. La central empezó a funcionar regularmente en 1949 con 96 MW. El 16 de septiembre de 1944, se acuerda la fusión de Saltos del Duero con Hidroeléctrica Ibérica, creándose Iberduero.
Con el aumento de la demanda energética producida en esa época, Iberduero comienza la construcción del Salto de Castro, en 1946, que empezará a producir energía en 1952, con una potencia instalada de 80 MW.
En 1950 comienzan las obras del Salto de Saucelle, que constituirá la última presa del río Duero en territorio español. Se puso en funcionamiento en 1956 con una potencia de 240 MW.
En 1956 se inicia la construcción del Salto de Aldeadávila, que será la central hidroeléctrica de mayor potencia de Europa Occidental. Comienza a funcionar regularmente en 1963 con 718,2 MW, lo que supuso doblar la capacidad de producción de Iberduero, y en 1986 se incrementa su potencia en 421 MW más, lo que la convierten, todavía hoy, en la más importante del panorama hidroeléctrico español con sus 1.139 MW.
Dentro de los Saltos del Duero, la Presa de Almedra con su central, Villarino, fue el proyecto más ambicioso y, de paso, el último. Comienza a construirse en 1963, y en 1970 se inaugura el Salto de Villarino, con la presencia de Francisco Franco, que haría su último viaje a la provincia de Salamanca. Tiene una potencia de 810 MW y, también, sirve de embalse regulador de caudal, por lo que se le conoce como ‘el mar de Castilla’.