La Comunidad duplica de este modo a la segunda autonomía en producción, Cataluña, cuyo peso nacional es del 14 por ciento, con 111.500 toneladas, y también a la tercera, Galicia, con el 13 por ciento y 106.700. El resto de comunidades se sitúa, por regla general, por debajo del nueve por ciento.
Las cifras remarcan también que en los dos últimos años el sector ha vuelto a números prepandemia, pues en 2019 se alcanzaron las 222.513 toneladas. En los tres ejercicios se han alcanzado guarismos muy similares, pero muy por encima de 2020 y 2021, años en los que el sector estuvo muy marcado por la pandemia y cuando fabricó 153.467 y 174.420 toneladas, respectivamente, es decir, un 47 y un 30 por ciento menos que en 2023, en cada caso.
Pablo Rodero, de Avebiom, explicó en declaraciones a Ical que durante la pandemia bajó la producción porque también lo hizo el consumo y las plantas se adaptaron y modulan sus máquinas “para hacer una cifra en función de las necesidades”. En la Comunidad, el año pasado se encontraban inscritas en este registro 11 fábricas, dos menos que en 2021, si bien Rodero argumentó que se trata de la desaparición de dos plantas de pequeño tamaño, pues son firmas como Naturpellet o Burpellet las más grandes.
En todo caso, el informe constata que la producción de pellets de Castilla y León podría ser aún mayor, pues la capacidad máxima teórica podría ser de casi el doble, concretamente de 431.000 toneladas anuales, mientras que en España rozaría los dos millones de toneladas. Esta cifra está calculada a partir de la producción máxima que pueden alcanzar en función de sus granuladoras o secadoras, trabajando 8.000 horas al año.
Empleo rural
Rodero defendió que el empleo que se crea gracias a la biomasa y su posterior transformación en pellets es mayor que otras alternativas de combustibles. “Si en una población de 10.000 habitantes, todos tuvieran calderas de biomasa, la cantidad de trabajo sería 13 veces mayor que si son de gas natural”, puso como ejemplo.
La Comunidad cuenta con la ventaja de tener la biomasa “a mano”, pues las fábricas se sitúan en tierras de pinares de Burgos, Soria y Segovia, junto a los mayores montes gestionables de este tipo. Además, aunque una gran parte se comercializa en Madrid, el frío que hay en Castilla y León “da lugar a que haya más instalaciones de pellets”.
Tras el repunte de las ventas de estas calderas en 2021 por el rápido incremento de los combustibles fósiles y la volatilidad del precio de los pellets en 2022, el invierno siguiente se estabilizó y se vendió también a países como Italia. A raíz de eso bajó de nuevo la venta de estufas, “pero se está recuperando de nuevo con la estabilización de precios desde mitad de año 2023”. El saco de 15 kilos de pellets pasó de costar algo más de cuatro 4 euros en 2019 a superar los cinco actualmente”.
Rodero desveló que el 90 por ciento de la producción se dirige a consumo interno nacional y solo se exporta algo a Francia e Italia, alrededor de 150.000 toneladas del total de 800.000. Sin embargo, también se compra a Portugal, “lo que compensa un poco las ventas exteriores”.