Una de cal y otra de arena. Así se podrían ver las conclusiones resultantes del Observatorio Agroalimentario de la región que ha elaborado el Servicio de Estudios Económicos de Castilla y León (ECOVAEstudios).
En la parte negativa han reseñado que “la fotografía actual no es nada optimista” puesto que muchas de las producciones han caído, como el cereal, un 24,3% o la cabaña bobina ha perdido -un 2,6%-. Por su parte, "la renta agraria cayó un 16% y la industria de la alimentación ha perdido un 5,3% del tejido, desapareciendo el 13% de las empresas".
En este análisis del sector, correspondiente a 2023, indican que “continúa la gran diferencia entre los precios en origen y los precios de mayoristas, superando más del 100%, mientras que el gasto monetario en productos de la alimentación ha retrocedido un 3,1%”. Unos retrocesos basados, en muchos casos, “por la realidad macroeconómica a nivel mundial”, apostillan.
Uno de los aspectos positivos se encuentran en los datos de exportación e importación, que han crecido cerca de un 30%, siendo “Portugal el principal destino de las importaciones y Francia el que más compra”, apuntó Juan Carlos de Margarida, director de ECOVAEstudios.
“Tenemos cierto optimismo frente a las perspectivas económicas”, aunque ante esta realidad “las empresas están siendo resilientes frente a la subidas de los costos a la incertidumbre de las inversiones de las empresas y de las cadenas de suministros”, apunta De Margarida, quien remata que “hay que tener precaución”.
Incertidumbre
En este contexto, existe una incertidumbre en el sector debido a “la volatilidad de los precios debida a la sequía y a la inflación”, y también por “la subida de la renta, una mala gestión del agua y una PAC que no ayuda”, informó el director, quien señaló que las principales amenazas en el sector radican en “el cambio climático, el relevo generacional y la despoblación en determinadas zonas rurales”.
La realidad actual, señalan desde ECOVAEstudios, es que “el tejido lo forman micro, micro empresas familiares, que no tienen ninguna capacidad para exportar” por lo que creen que la clave para potenciar el sector está en “la internacionalización, innovación y una formación especializada para ser competitivos y afrontar nuevos retos”.
Retos como “lograr sostenibilidad, aumentar las zonas de regadíos e incrementar y digitalizar las empresas en Castilla y León, para lo que se necesita mano de obra y un relevo generacional”, apunta De Margarida, quien ve necesario un “trabajo conjunto entre las instituciones y los diferentes sectores agroalimentarios, en el que se flexibilice una legislación cada vez más intervencionista”.