Se ha recorrido todos los medios de comunicación españoles "por accidente" desde que la semana pasada subiera a sus redes sociales un vídeo llamando "ignorante" al ministro de Consumo, Alberto Garzón, a quien lo acusa de "no conocer ni a los productores de ganado ni la producción".
La tormenta mediática y política que desató con sus declaraciones llevó a esta zamorana de 38 años, abogada, que dejó la ciudad para vivir en y del campo, a recibir las llamadas de teléfono de periódicos, agencias y productores de televisión que buscaban la opinión de una ganadera de extensivo que defiende con uñas y dientes la labor de la intensiva, porque para ella "ambas son necesarias y son el mismo sector".
"Muchos medios han buscado el titular o la polémica y he acabado recibiendo insultos y todo tipo de señalamientos en redes sociales por decirle a Garzón la verdad", afirma Camino.
"Los ganaderos no tenemos ideología, yo tengo amigos de derechas y de izquierdas, sólo queremos poder trabajar y seguir haciendo las cosas bien", asegura, pero lo cierto es que el debate ha acabado polarizado entre los del #yocongarzon y los de #caminolimia.
Así, y como suele ocurrir con cualquier debate en España, los usuarios de las redes sociales ya han pasado a etiquetar las macrogranjas como actividad 'de derechas' y la ganadería de extensivo 'de izquierdas'.
Ambos encuentran defensores de sus planteamientos a ambos lados de ese termómetro digital de opinión pública, pero el debate ha acabado asfixiado por esa costumbre de politizarlo todo, de manera que el sesgo está servido.
En cualquier caso, este debate sobre la idoneidad de las mal denominadas macrogranjas, está ya "mal planteado porque ni siquiera la ley recoge a partir de cuántas cabezas de ganado podemos hablar de explotación intensiva en España", asegura Limia.
Una ganadera que encuentra que detrás de esta "nueva e insistente moda de criticar el consumo de carne" se encuentran los intereses de "lobbies que están muy lejos de promover esto porque les importe el campo o el medioambiente", asegura.
La sostenibilidad como concepto
Las polémicas declaraciones del ministro Garzón en el periódico británico The Guardian tildando de "mala calidad" la carne de ganaderías españolas de intensivo o estabuladas, ha llevado a Camino a hablar claro sobre lo que considera "un ataque directo desde la más profunda ignorancia".
La sostenibilidad, "no tiene nada que ver con el tamaño de una explotación sino con cómo se desarrolla ese proyecto", por lo que "hay granjas de intensivo que lo hacen bien y se ajustan a las normativas medioambientales, y otras pequeñas que lo hacen mal", indica.
"No puedo comprender cómo desde el Gobierno y desde incluso algunos medios de comunicación, se esté alimentando un debate que no existe, para enfrentarnos a los ganaderos, a intensiva con extensiva, cuando en realidad somos un mismo sector y ambos debemos coexistir para garantizar el acceso de carne de calidad a todas las familias, no sólo a las más ricas", asegura.
Ayudas a la sostenibilidad en vez de criminalizar
La zamorana, presidente de la Asociación Mundial de Ganadería Sostenible en la que están representados 26 países, insta al ministro de Consumo a que "copie los modelos de países que en vez de atacar a sus ganaderos los incentivan económicamente a ser más sostenibles, a poder llevar a cabo esa transición hacia un proyecto más ecológico, porque no hay nadie que respete más el campo y a los animales que los profesionales que nos dedicamos a ello".
"Lo que no es de recibo es que en vez de buscar soluciones aquí si él cree que hay que tomar más medidas sostenibles, se dedique a criticar el producto de los trabajadores del campo de su propio país", añade.
En este sentido, Camino recuerda que el sector ganadero lleva desde hace años haciendo "un gran esfuerzo para adaptar sus procesos a nuevos modelos aplicando todos los descubrimientos y estudios de mejora que permitan gestionar mejor los residuos animales".
Limia pone de manifiesto, por ejemplo, el "excelente trabajo del proyecto 'Life Amonia Trapping' desarrollado por la Universidad de Valladolid en colaboración con el Itacyl", en el que, tras cuatro años de investigación, consiguieron formular un modelo para reducir las emisiones de amoniaco generadas por los residuos ganaderos y recuperar ese NH3 en forma de sal de amonio, que resulta que es un fertilizante natural de alto valor.
"Pero es mucho más fácil buscar la polémica para generar una opinión negativa en función de unos intereses ideológicos, que encontrar las mejoras que se están haciendo y que permiten que llevemos a las casas carne de la mejor calidad del mundo, como la de Castilla y León, con todas las garantías medioambientales", comenta la ganadera.
Proyecto NAMA de Costa Rica
El país centroamericano es uno de los más implicados en la reducción de la huella de carbono en el sector primario, de manera que "Gobierno, expertos, productores, veterinarios y todo tipo de personal cualificado que pudiera aportar a este objetivo común, se han organizado para convertir su ganadería en la más sostenible del mundo", informa Limia.
Se trata de NAMA: una hoja de ruta pensada por y para mejorar la actividad ganadera de forma que se convierta en un mayor sumidero de CO2 y que premia económicamente a los ganaderos en función de cuánto consigan reducir la contaminación en su actividad.
"Hay muchas opciones encima de la mesa pero para llegar a ellas quienes tienen que sentarse son quienes saben de este sector, gente experta de verdad, que no busque eliminar y criminalizar a la ganadería intensiva, sino ayudarla a transitar hacia un modelo más sostenible que, además, debe ser rentable, porque los ganaderos también tienen que comer", indica Camino.
Ecólogos y ecologistas
Esta ganadera cree que es necesario que la ciudadanía sepa que "no es lo mismo un ecólogo, que es un científico que dedica su vida al estudio de los sistemas naturales", con los movimientos ecologistas que, a su juicio, "son un chiringuito ideológico que poco o nada tiene que ver con preservar el medioambiente, pero que viven muy bien de las subvenciones en vez de estudiar y trabajar en modelos más sostenibles para nuestros ganaderos".
El sector se encuentra inmerso en una guerra entre las nuevas corrientes ligadas al rechazo del consumo de productos de origen animal, y quienes defienden que sin la proteína de la carne, "el ser humano se habría extinguido", como afirma Limia.
Así, la zamorana compartió cartel el pasado 26 de julio junto a 235 expertos en este sector procedentes de 20 países distintos, que participaron en un simposio bajo el título 'Ganadería y Medioambiente: la relación perfecta para lograr la sostenibilidad', en el que se analizó presente y futuro de esta actividad frente a las exigencias de la Agenda 2030.
Entre los expositores destacó la intervención del Dr. Rodrigo Arias, académico del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias de la Universidad de Chile.
Arias afirmó sin reservas que "toda evidencia científica hasta la fecha indica que la carne animal, esencialmente la grasa, constituye la piedra angular de lo que es hoy el ser humano".
Este director del doctorado en Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile, asegura, además, que "la demonización de las carnes rojas se basó en una hipótesis que nunca se ha conseguido probar y en una ciencia -la epidemiología nutricional- con un bajo nivel de evidencia científica y un cierto nivel de sesgo".
Un debate relacionado con la denominada 'revolución alimentaria' o food-tech, que no sólo aplica la tecnología y el IOT (Internet of Things) para buscar cultivos y ganaderías más sostenibles, sino que abre la puerta a un modelo de consumo que incluye 'filetes' vegetales e insectos como aperitivos.
Se trata de un mercado que cambiaría radicalmente la alimentación (y su industria) tal y como la ha conocido el ser humano a lo largo de su existencia, y que los mercados internacionales ya prevén que alcance un valor de 32.000 millones de dólares en 2025.
Teniendo en cuenta que la FAO calcula que en 2050 habrá que producir un 70% más de comida para alimentar a una población que se prevé alcance ese año los 9.100 millones de personas, y que la alimentación tradicional depende del consumo de un agua cada vez más escaso, el debate se plantea mucho más profundo que el que estos días se ha limitado a macrogranjas sí o macrogranjas no.