La ola de incendios que asola a España y de manera más violenta en Castilla y León, podría acabar dejando un panorama de "desertización", según denuncia COAG en un estudio presentado hoy.
Con un incremento de 2°C en las temperaturas "se pone en peligro la existencia de las dehesas de encina de la parte occidental de Castilla y León, Andalucía y Extremadura", aseguran desde esta organización agraria.
El cambio climático aumentará el riesgo de incendios en las dehesas de medio a muy alto, según el primer gran estudio de investigación realizado por COAG sobre los impactos del cambio climático en nuestro sector agrario.
Aunque la dehesa está formada por bosques y vegetación bien adaptada a las condiciones de la península, el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones aumentarán el riesgo de incendios y la erosión, afectando negativamente a la regeneración natural de especies vegetales y a la debilitación de las defensas frente a agentes patógenos.
De hecho, se puede apreciar ya un decaimiento de algunos encinares asociado a sequías y al abandono de la gestión. Esto parece respaldar las conclusiones de otros estudios que pronostican una reducción general de la superficie climáticamente adecuada de especies como la encina, el roble albar y el alcornoque, especies muy importantes en la dehesa.
En el caso de los incendios, los modelos forestales apuntan a un incremento de su frecuencia e intensidad por el aumento de las temperaturas, descenso de las precipitaciones y la acumulación de combustible. Esto supondrá importantes cambios en la vegetación e incrementos del riesgo de erosión mecánica del suelo. Este proceso se podría agravar por la concentración de las lluvias en episodios más intensos y una extensión de los períodos secos, que podrían conducir a una reducción de los nutrientes en los suelos.
En estas dehesas, el aumento de la temperatura y la reducción de las precipitaciones producirían un agostamiento temprano de la vegetación herbácea, lo que supondría una mayor incidencia de los herbívoros sobre las plantas leñosas, de manera que si no se interviene, el proceso podría caminar hacia la desertización.
Menos pastos y de menor calidad
La dedicación preferente en las dehesas es la explotación ganadera extensiva con razas ganaderas tradicionales y baja densidad de población (vacuno, ovino, porcino y caprino), junto con otras actividades complementarias como la producción agrícola (especialmente cereales) y forestal (corcho y leña).
El estudio recoge que el aumento de la temperatura y los cambios en la distribución de las precipitaciones también comportará cambios en la fenología, producción y calidad de los pastos: puede provocar una reducción en rendimiento de forraje de hasta un 30% en algunas áreas.
En cuanto a la calidad del forraje, el cambio climático podría reducir la disponibilidad para los animales de nutrientes, particularmente de proteínas. Aunque esto podría compensarse por un mayor desarrollo de leguminosas, su desarrollo estaría limitado por la deficiencia de fósforo habitual en las dehesas del suroeste.
En consecuencia, es esperable en España un deterioro en las cualidades nutricionales generales del pasto (menor digestibilidad y contenido en proteínas), lo cual redundaría negativamente en las emisiones de metano ruminales por unidad de materia seca ingerida.
Además, todos estos factores tienen importantes consecuencias sobre el potencial de carga ganadera en las dehesas. El cambio climático aumentará la competencia por unos menores recursos (pastos y agua) entre el propio ganado doméstico y también la fauna silvestre.
Esto aumentaría el riesgo económico ya que la reducción de la productividad del pasto obligaría al ganadero a un mayor movimiento de los animales en busca de nuevos recursos o al uso de suplementos en la nutrición, con el consiguiente incremento de la huella de carbono y del coste económico. Por lo que para reducir este riesgo económico puede ser necesaria la disminución de la carga ganadera, evitando una intensificación de la ganadería.
Según este estudio, aunque algunos de estos efectos ya sean visibles, entender las consecuencias de los riesgos climáticos es la base para desarrollar estrategias de prevención del cambio climático y protección del mundo agrícola, a base de financiación y políticas regionales, nacionales y comunitarias.
En ese sentido, el autor del estudio, Pablo Resco, ha subrayado que "aunque existen medidas de adaptación que podrían amortiguar parte del impacto, éstas tienen una capacidad limitada que podría verse sobrepasada si no hay una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y en todos los sectores".
Asimismo, ha adelantado que los seguros agrarios, una de las piezas claves de la política agraria en España, podrían tener dificultades para ofrecer una cobertura asequible por el incremento del riesgo, "aspecto que se ha evidenciado en las dos últimas campañas ante la magnitud de los fenómenos climáticos adversos y extremos que han afectado a nuestra agricultura".