Periodistas deshonestos
Al igual que Donald Trump y que muchas personas más conozco a periodistas deshonestos. Pero también conozco fontaneros, vendedores de zapatillas y registradores de la propiedad sin escrúpulos. La exclusiva descalificación del presidente norteamericano de los periodistas supone, sin embargo, un peligrosísimo paso hacia la censura.
Por supuesto que existe un periodismo sin control, proclive a los mayores excesos con tal de obtener beneficios de una u otra índole. Y no digamos ya de ese periodismo aficionado de las redes sociales, donde el insulto y el descrédito sustituyen muchas veces a la información y al análisis. Pero también, y con más frecuencia, hay políticos demagogos y corruptos, que falsean los hechos, incumplen sus promesas y solo buscan el provecho personal.
Nada de eso es nuevo. La prensa sensacionalista fue bautizada como periodismo amarillo, yellow journalism, a finales del siglo XIX por las falsas noticias y los excesos de The New York World, de Joseph Pulitzer, y The New York Journal de Randolph Hearst. Este último, instigador de la guerra contra España, fue brutal y hábilmente caricaturizado por Orson Welles en su Ciudadano Kane.
Si fuera solo ese periodismo el que perturbase al ciudadano Trump no habría nada que objetar; pero se trata nada menos que del presidente de Estados Unidos tildando a todos los periodistas de estar “entre los seres humanos más deshonestos de la tierra”, Eso no solo es una brutalidad desmedida sino una incitación a su linchamiento.
En cualquier caso, el nuevo presidente norteamericano, con sus maneras tabernarias, ha evidenciado la hostilidad de bastantes políticos hacia una prensa que, con todos los defectos que se quiera, sirve para refrenar los instintos totalitarios de muchos gobernantes.
Ya lo había previsto, con clarividencia democrática, un antecesor de Trump en la presidencia, el padre de la patria Thomas Jefferson: “Prefiero una prensa sin Gobierno que un Gobierno sin prensa”, dijo hace ya dos siglos. Mal que le pese a Donald J. Trump, su predecesor tenía toda la razón.