Tomas-Hidalgo

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Opinión

Una red solidaria

3 marzo, 2017 00:43

Afortunadamente apareció sana y salva, me estoy refiriendo a la joven doñinense de la que se denunció su desaparición días atrás.

He prestado atención a las opiniones y comentarios no sustentadas en el conocimiento (vulgarmente llamados chismorreos) pues es el oxigeno que  indica cómo respira la sociedad. Estos han sido variopintos y de distinto cariz, desde el que se felicita, hasta el que opina que esto es el capricho de una niña.

Son opiniones personales sí, que muchas veces están sustentadas en el desconocimiento también. Lo que sí es cierto es que las desapariciones de personas están en boca de todos y son de temor público.

Con el último caso, el de la joven de Doñinos, las desapariciones no dejan de estar de actualidad.

Cada día se renuevan los datos del Ministerio del Interior respecto de las denuncias sobre desapariciones. Sólo en el año 2015 se produjeron 24.995 denuncias por desapariciones y como dato más concreto, hasta el pasado 2 de septiembre del 2016 había 1.270 búsquedas activas en España. No quiero hacer con estos datos una guerra de cifras ni esconder en ellas la importancia de semejante problema, solo prestar atención a aspectos inherentes a tener en cuenta.

Nos encontramos ante uno de los asuntos que más precaución y temor asienta en el ámbito familiar, la desaparición justificada o no de uno de sus miembros. Esta situación ha creado en la sociedad un esfuerzo solidario, único que se ve reflejado en las redes sociales (sin menoscabo de la magnífica labor que hacen en este y en otros casos las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado) y que junto con prensa han aportado su granito de arena.

Independientemente de que la desaparición sea fruto de  una decisión de carácter personal tomada por un ciudadano mayor de edad, se debería tener en cuenta los usos y costumbres familiares para que este plazo no se alargue, se acorte prudencialmente. Un miembro de una familia (en este caso una hija) que tiene unas pautas de comportamiento determinada s, con llamadas al entorno familiar prefijadas, que si se ven alteradas por cualquier circunstancia ponen en alerta ylos familiares entran en ese periodo angustioso de no saber qué está pasando, tiempo que ven cómo se alarga para poder denunciar, y que encuentran en las redes sociales un espacio donde sus temores, sus angustias son atendidas

Sólo la lógica, la razón, la accesibilidad inmediata y su generalización dota a las redes sociales de la suficiencia para que su uso no esté supeditado al tiempo formal; para que se guie por tiempos que nada tienen que ver con los oficiales.

Si la puesta en conocimiento general de datos acelera la solución de casos como este es más que suficiente para justificar su uso. Da igual si una vez conocidas las circunstancias reales, su uso es considerado inadecuado, no sabemos cómo se producirían determinadas desapariciones si no hay por delante una inmediata presión social proveniente de las redes sociales.

Por ello, debemos felicitarnos como sociedad que ante tales circunstancias hagamos un uso adecuado y correcto, un uso comedido de aquellas herramientas que están a nuestro alcance para prevenir, apoyar y dar ayuda a los familiares.

Ahora sólo queda que el diálogo, la paciencia y la familia (desechando reproches comprendiendo las causas) hagan su labor en pos de conseguir la normalidad en ese entorno familiar que ha pasado momentos angustiosos.

Dejemos pues a la familia que solucione los aspectos internos, íntimos y a la sociedad predispuesta para volver a participar de forma tan solidaria.