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Opinión

Cambios

13 marzo, 2017 19:07

Son días convulsos en el PP de Castila y León, son días de cambio, regeneración o de involución, deben de ser días de introspección, de análisis, de asunción de responsabilidades y de agradecimiento por los trabajos bien realizados.

Se sea de ese partido, o no, soy de los que considera que Juan Vicente ha sido un gran Presidente de la región, que tenía un proyecto, una plan y una hoja de ruta para esta Comunidad, con sus claros y con sus oscuros, con sus visiones claras y sus cataratas en los ojos, que confió en quien no debía, pero que en un balance final obtiene una gran nota. Ojalá quien venga pueda decir lo mismo cuando finalice su período.

El sustituto deberá de asumir un partido que ha llegado muy alto y puede que a él sólo le quede observar cómo se le cae de entre las manos; que tiene mayoría absoluta y cómo él no alcanza esos hitos de nuevo; que disfruta de la miel y de la gloria. Y le pueden venir días de hiel y penuria que le serán imputados sólo a él.

Juan Vicente ha cometido el error de no haber regenerado el partido, de haberse apegado mucho al resultado sin apostar por gente nueva, formas de hacer nuevas, políticas nuevas y haber acabado con las pústulas que se generan por el mucho tiempo en el poder, por el cambia a este de aquí para ponerlo allá, pero ser siempre los mismos y, de ese polvo, ahora veremos a ver qué lodos nos aguardan.

Al PP de Castilla y León le pasará como en el nacional, que las putillas y chaperines que pululan en rededor del poder serán los Brutos que apuñalarán las ideas, los valores, los logros y los fines de los votantes de esa parte del espectro político, que se acabará, cada vez más, sintiendo huérfano y añorando aquellas épocas en las que, gracias a la solvencia, al respeto a la palabra dada, a la preparación y rigor, al deseo cierto de libertad y de confrontación con el estatalismo populista, era una ideología vencedora, sólidamente arraigada entre los votantes.

Las locas que no alcanzaron la púrpura con Juan Vicente, son hoy las que, con las artes que las caracteriza, le propinan la patada y no le permiten irse en paz, dejando un partido unido y una línea a seguir, aclaran que son pugnas entre lo que es el partido en la región y los gustos de los druidas nacionales.

Aquellos que no eran capaces de mirar a los ojos de Herrera son hoy los que se engríen como decisores de lo que debe de ser el post-herrerismo, finalmente vence quien no convence y se presenta una elección manipulada y manipulable que dejará sangre, sudor y lágrimas en un partido que se acelera hacia el abismo y en el que Silván o Mañueco, Mañueco o Silván, verán cómo quien sirvió de engrudo solidificador les abandona a su suerte, y esa suerte no es precisamente halagüeña, por más que les guste, pues, en política, los tiempos son crueles y no son buenos los que se avecinan para una formación que traicionó sus ideales,  a sus votantes, sus hojas de ruta y camina entre la inconsistencia, la estulticia y la falta a la palabra dada, lo único que uno nunca debe de perder.