La experiencia es un grado
Se decía en la mili que “la experiencia es un grado” y nada tan lejos de la realidad, pues significa poder aplicar o entender determinadas situaciones por conocimientos ya adquiridos y que para otros son nuevas, y tener con ellos una actitud diferente de tal manera que te permite reaccionar de distinta forma para afrontar un problema, una controversia con éxito.
En esta semana he pasado, por cuestiones de salud, por las instalaciones del Hospital Clínico. En concreto la planta 1 servicio de ORL, y puedo decir que la profesionalidad puesta al servicio de los pacientes se ha traducido en una atención y trato exquisito.
Merecen unas líneas de agradecimiento y que deben poner en cuestión, una vez más, la gestión hospitalaria. Es ponerse en el lugar de los profesionales y pacientes, ante las difíciles circunstancias en las que están desenvolviendo su trabajo y su enfermedad, los actores de esta película de drama y no tanto misterio.
Hace poco se denunció las lamentables instalaciones en general de hospital clínico, y en especial por la ola de calor -las del aire acondicionado- que impedía prestar servicio a la totalidad del edificio.
“La experiencia, que es un grado” me hizo pasar dos noches, menos mal que bajaron las temperaturas, algo calurosas.
Para conciliar el sueño tuve que esperar a altas horas de la madrugada, puertas y ventanas abiertas con el fin de refrescar las instancias para conciliar el descanso con una temperatura adecuada.
Me imagino esa situación con el pico más alto de la ola de calor de días pasados y que fueron objeto de la correspondiente denuncia.
Lo que sucedió es que esa deficiencia creó un espacio de trabajo sofocante para los profesionales y de salud incómodo e inadecuado para los pacientes.
Y visto lo visto no puedo hacer otra cosa que reafirmarme en lo dicho en otros artículos de opinión cuando he hecho referencia a la situación, en lo que a la gestión sanitaria se refiere.
Una gestión nefasta que ha permitido llevar a lo que debería ser un Centro Hospitalario de referencia en algo a evitar, del que huir.
Pero, por desgracia, los profesionales son eso profesionales -y muy buenos por cierto- y tienen la obligación de prestar el servicio encomendado intentando hacer pasar a los pacientes lo mejor posible su estancia, y algunos enfermos no tienen más remedio que permanecer porque entre las listas de espera, las escondidas en los cajones y las maxi métricas dadas a conocer no se pueden permitir el lujo de no ingresar, tras años de esperar ese ansiado ingreso, para solventar sus problemas de salud.
Y por otro lado, los subvalorados acompañantes familiares, esta figura que debería tener un estatuto especial que les dotase del valor que tienen hacerlos visibles. Ayudan a los enfermos en aquellos momentos en los que los profesionales no llegan y siempre están allí para ayudar a ambos.
Gracias a todos