Enrique de Santiago Opinión Noticiascyl

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Opinión

18 de julio de 2017

18 julio, 2017 20:04

El 18 de julio se recuerda el alzamiento militar de un grupo de militares en contra de la situación en la que se encontraba la República, que no contra la República, en la que se clamaba por la guerra civil desde el PSOE, pues Largo Caballero estaba convencido de ganarla. Se permitía la actuación de un anticlericalismo violento, la democracia era muy pobre con dos bloques irreconciliables, el ambiente estaba enrarecido, por unos y otros, que buscaban la venganza, el odio, la violencia y… la consiguieron.

Recuerdan la República como una albufera de paz y democracia, y no fue tal. La violencia llegó incluso al asesinato, por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, utilizados partidistamente, del líder de la oposición democrática.

Lo que vino después no fue mejor, primero vivimos una guerra fratricida, sin ideas, sin ideologías, sin valores, sin principios, llena de venganzas, de odios, de traiciones y de envidia, que se dilató en el tiempo tiñendo el suelo patrio de sangre inocente, siempre roja, de uno y otro lado, con salvajadas indecentes, propias de toda barbarie, realizadas en ambos campo.

Finalizada la contienda, venció uno y se convirtió en un dictador, como hubiera sucedido en el caso de los otros, por más que no lo queramos ver.

Los españoles, sometidos por la cincha del General, acometieron la tarea de reconstrucción, de modernización y del crecimiento de la Nación y, no sin esfuerzo, con trabajo, tesón y orgullo hicieron de España una gran nación, un gran país, un gran lugar donde vivir. Con el tiempo, se obtuvo, gracias a la generosidad de todos, el esfuerzo de todos y la grandeza de unos pocos políticos, que, además, recuperásemos la democracia, la libertad, la ilusión y comenzamos a crecer y a engrandecer aún más nuestra patria.

Se cometieron errores, se padecieron crueles zarpazos, pero el resultado no ha sido del todo malo, por más que algunos descamisados indigentes intelectuales se empeñen en otra cosa, tanto de un lado como de otro.

Ahora, el reto es la unidad de España, la defensa de España, de nuestra bandera, de nuestra historia y de nuestro futuro y no el que gobiernen unos corruptos u otros por corromper, unos traidores u otros por aprender. Ahora, el problema es tener clara la hoja de ruta que debemos de recorrer todos juntos para dejar a nuestros herederos lo que nuestros padres, con más problemas y sufrimiento, nos dejaron a nosotros, una España mejor.

La España que algunos quieren que sea nación de naciones va a llegar y lo hará con toda seguridad no por querida por el pueblo, no por deseada por todos, sino por la falta de unos partidos con sentimiento, orgullo y pasión por España. Unos han querido apropiarse de España, otros han renunciado a ella, otros han recelado de ella y otros quieren destruirla.

Demasiados miedos, demasiados demonios, demasiados canallas, de uno y otro lado, en contra de la madre patria. Hemos ido desdeñando el valor de la nación española, desmontando el amor por tu bandera, el sentimiento de pertenecer a una España, grande y de todos. Hemos generado la imagen de progresía en la defensa de la diversidad sin entender y ahondar en que esa diversidad debe de servir para hacer fuerte al conjunto, que debe de unir, pues cuando esa diversidad divide, se convierte en radicalismo y en su exacerbación en el racismo.

El Progreso debe de discurrir por los cauces de la recuperación de la historia, el tiempo, los principios y la Nación común, en la que las regiones pobres son ayudadas por las ricas y viceversa, no sodomizadas por las poderosas, la unión bajo la bandera, el sentimiento de venir de grandes gestas que nos hicieron únicos y progresar a un futuro mejor, a una España más grande, a una nación más fuerte y solidaria entre sus pueblos, a una herencia digna de ser dejada a nuestros hijos y no la que les vamos a dejar. Sí que podemos revivir esas cotas juntos, en un progreso que nos haga ser grandes de nuevo.