Opinion-Juan-Carlos-Lopez

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Opinión

Uno de tus progenitores ha de helarte el corazón

29 agosto, 2017 17:29

Haciendo un pequeño guiño a el poema  Españolito  de Antonio Machado, perteneciente a su obra «Proverbios y cantares», quiero empezar a articular mi primer trabajo para esta bendita casa.

Francesco Arcuri, y Juana Rivas, son los padres de dos menores de 3 y 11 años, los grandes protagonistas, y también los olvidados de un cansino tema portada en muchos diarios de tirada nacional, objeto de un sinfín de tertulias televisivas y de programas de máxima audiencia. Esto sin duda no es nada nuevo, pero si es un preámbulo a el artículo que nadie escribe, ¿qué va a ser ahora de estos niños?

Hemos vivido, como si de un serial televisivo se tratara, incluido episodios, todo un secuestro parental, malos tratos de uno de los progenitores, platos de televisión de un abuelo desesperado, desencajado, y sospecho que, engallado varias veces por asesores o asesoras ficticios. Llantos desconsolados, y un sinfín de injusticias jurídicas y parentales, pero nadie miro lo más mínimo por la seguridad de unos menores, los grandes perjudicados y olvidados.

En primer lugar, la madre de los menores, Juana Rivas que entregó a sus hijos este lunes “por el interés superior de los menores”, me da risa solo escribir esta frase, se cree con la razón de por el mero hecho de pensar que el padre es un maltratador, y haciendo caso omiso a tres requerimientos judiciales, incumple con la justicia y pide clemencia y comprensión al mismísimo Presidente del Gobierno de España, Sr. Rajoy.

Segundo quiere que se le trate como una heroína, cuando está prófuga de la justicia, es autora de un delito de sustracción de menores, y de desobediencia judicial, se asesora de gente que sin escrúpulos ha utilizado a una mujer, a la que yo también denominaría víctima, para fomentar su ego, y poner en evidencia la magnífica labor que se está haciendo por multitud de grupos de mujeres y hombres, en muchos casos voluntarios, en favor de las mujeres maltratadas de los hombres desasistidos, de los niños huérfanos de uno de sus progenitores en vida, de tantas gentes que pasan anónimas por nuestras vidas y sin afán de protagonismo, hacen una labor sorda y silenciosa pero magnífica.

Tercero Juana Rivas, ella o quienes la asesoran, no solo no interpretó que la justicia en España, siempre que la dejen funcionar sin presiones políticas o sociales, es una buena y equitativa justicia, sino que a la salida del juzgado alzó los brazos, con el auto judicial en la mano, y lo exhibió como si fuera la prueba definitiva de su victoria sobre la Justicia. “Hoy me han escuchado, no me voy a la cárcel, me voy a mi casa con mis niños y vamos a seguir peleando”

Muchísima pena me dio, cuando atendía a los medios de comunicación como si se tratara de una estrella del celuloide, y no una prófuga que unos minutos antes la fiscalía pidiera prisión incondicional, y además nunca dijo dónde estaban los que nadie habla de ellos, los grandes perjudicados y olvidados los niños.

Lamentable el escrito que les hago llegar: Los colectivos de mujeres y menores víctimas de la violencia machista reprobaron este lunes que los hijos de Juana Rivas sean devueltos al padre, condenado por maltrato, sin ser escuchados por la justicia. Mi última reflexión, los hijos fueron escuchados por un juez, y en todo caso sería el niño de 11 años, el de 3, apenas sabe el pobre hijo de este circo sin cuartel, el de 11 fue escuchado por el único que tenía que hacerlo, el equipo psicosocial de Italia, lugar por si no lo recuerdan, donde los niños residían y fueron traídos a España para unas vacaciones de ya 15 meses, si consentimiento paterno, al menos de 15 meses.

Ahora con la cabeza fría y los pies en la tierra, todo el circo mediático pasará, la madre y el padre serán condenados, pero a entenderse ya sea en Italia o en España, por algo tan simple como los grandes perjudicados y olvidados, estos dos niños que sobre todo el mayor, el de 11 años, somatizará todo lo ocurrido y Dios quiera que me equivoque, pero pasará factura a sus progenitores, por la grandísima desgracia de verse abocado a la frase con la comencé a articular este mi primer trabajo. “Hijo mío al mundo te traje yo. Pero uno de tus progenitores ha de helarte el corazón”