Corolario de un atentado
En estos días, estamos conmocionados, escuchando, de forma constante, alusiones al radicalismo y, sobre todo, a la situación de lavado de cerebro de unos muchachos que, en muy poco tiempo, les han transformado de jóvenes normales a terroristas insensibles dispuestos a morir.
Pero, la misma situación de lavado de cerebro, en otros aspectos y con otros postulados, aunque con idéntica fórmula de actuación, se está produciendo en una juventud normalizada e integrada que se radicaliza y denigra el sistema democrático buscando su desintegración.
En ambas posturas, se actúa, por los líderes, con la misma técnica de inoculación del odio, la exaltación de la venganza, la contaminación con la revancha y el desagravio, por medio de la generación de maniqueísmos falaces que permiten mantener un resentimiento constante contra aquel que no piensa, no actúa, no se posiciona, conforme a los postulados del “macho alfa”.
Tanto en el caso del islamismo radical como en el del radicalismo político, nos devuelven a posiciones superadas del Medievo y de la revolución industrial, según los casos, que sobrevienen en el odio que, debidamente utilizado, actúa(n) en favor de un líder totalitario, manipulador, sectario e imagen de salvador.
Cierto es que existen grandes problemas, no distintos a los superados en otros momentos, pues la corrupción ya la vivimos con el PSOE, crisis políticas y económicas también se vivieron en otros tiempos, etc; empero, la radicalización que se ha creado y la falta de sosiego preciso para la resolución de los problemas, es algo que se está generando por personas que no ocultan su intención antisistema en pos de una transformación de la democracia en un régimen nuevo totalitario que ellos denominan “nueva democracia” y, que, no es otra cosa que la detentación absoluta de un poder absoluto de quienes se postulan como líderes salvadores exaltadores de la violencia . Estos antisistema son los que están promoviendo el lavado cerebral con el uso de medias verdades, de falsedades bien aderezadas, de la imagen y, sobre todo, del odio y la venganza.
España no se merece un gobierno corrupto, aunque democráticamente elegido; pero, menos aún se merece una pandilla de mangarranas falaces, que pretenden la “nueva democracia”, impuesta desde la minoría a una mayoría silente, eliminadora de la propiedad, supresora de la libertad de comunicación, controladora de la vida de los ciudadanos, expulsora de la economía libre, limitadora de la actuación de los ciudadanos, propietaria de la educación, directora de la verdad y la mentira y redifinidora de la voluntad de los votantes, conforme a su propios criterios. España no se merece aparecer ante el mundo defendiendo a los terroristas islamistas frente a su gobierno y pitando la representación del Estado como si fuere esta la responsable del atentado.
Iniciemos un nuevo modo de hacer política sosegada, meditada, estudiada y llevada a cabo por profesionales de alta formación que busquen las distintas formas de solucionar los problemas de los ciudadanos y acabemos con la caterva de inconsistentes manipuladores que, de uno y otro lado, sólo buscan su solución a una vida en la que no han demostrado absolutamente nada. Los problemas se solventan con estudio, formación, sosiego y decisión, no a golpe de iluminación, imagen, fotografía o resueltas contestaciones