Luis-Falcon---Miranda

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Opinión

Por las cuestas del río

31 octubre, 2017 01:26

A menudo, el recuerdo de otras edades acecha como el tiempo que pasa inmisericorde dentro y fuera de las personas. A menudo, esos pequeños instantes, que vienen asidos de la mano de los que ya no están, muestran qué difícil se hace la existencia en ese palmo de terreno que llaman La Raya.

Una de esas tardes en que suelo perderme, qué escasas y qué distantes, por las tierras que me vieron nacer y crecer, que forjaron mi identidad, sea de un lado y otro del río, asistí a uno de esos momentos llenos de emoción, los rayanos, sean españoles o transmontanos, cuando sujetos del cordel de su existencia tiran del asno que va cargado de mucho esfuerzo, sudor y necesidad para salir adelante con los suyos.

El Tío Manuel, con la boina calada, el pitillo humeante en su boca humedecida por el verdor del ‘marauz’ y una vara seca y recia, subía las cuestas del río. Cuántos momentos salieron a mi encuentro. Aquellos en que aún vivían mis padres y asistía a las labores más dignas que el río ofrecía. Eran aquellos tiempos en que el estruendo del agua que rompía por las pesqueras y las piedras de los molinos anulaba el silencio de las entrañas de los valles del Tormes cuando muere en el Duero. Años en que el tío Ricardico nos batía tarde tras otra con el juego de aquellas damas que sabían a rancio, a guerras y vidas de ultramar y a muchas historias perdidas.

Cuando vi al Tío Manuel a medio camino, del rabero el burrito cano que transportaba unas aguaderas con romero y tomillo, con frescos espárragos y peces conservados con zade, parecía que era el tiempo el que no corría, que ahí proseguía en el devenir de los días, con sus miserias y sus alegrías, con sus sudores y sus estrecheces, pero siempre con la sabiduría del hombre que nada espera porque nada tiene, tan sólo el sol de la mañana y la luna de la noche, el viento que llega libre y si es fresco, mejor en estos días de caluroso otoño, y el terruño arrancado a dentelladas a la ladera del río, donde crece el ciruelo y el almendro, la sandía y, de vez en cuando, los racimos que cuelgan de una cepa mientras el río sigue su camino hasta morir en el mar, algo tan natural como la vida misma, cachis!