Languideciendo cada día más...
Los días pasan y los ciudadanos acusamos la crisis entre el cansancio y la acritud. Por un lado algunos preferiríamos no leer ni escuchar ninguna noticia. Pero al final acabamos escuchando o leyendo para ver que se cuece. Pero, ¿realmente sabemos lo que sucede? Sí sabemos que España fue durante siete años, como decimos en Castilla, “la Casa de tócame Roque”. En que la algarabía y el descontrol campaban a sus anchas. Ahora más bien parece “la Casa de la Auxilio Social”. Dentro de este marasmo que es la sociedad en la que vivimos, donde mandamos a los peores a Eurovisión, damos los segundos puestos a los que merecen el primero, continuamos soportando más allá de lo insoportable la dejación de funciones frente a los nacionalismos periféricos, y de remate el defensor de los pobres se compra una magnífica villa, con piscino o piscina, en la Villa y Corte. Que nadie tiene que decir nada si la paga con su trabajo... Haber estudiado dicen en Salamanca. El que compró o compra con su esfuerzo sabe cuanto esfuerzo supone, prosperar, trabajando y mantener lo comprado. Somos el país que apoya siempre al fracaso. Otro sapo más para que se nos quede más cara de tontos y perdamos más autoestima, para así manipularnos mejor ...
¿Aprenderán algún día los partidos a usar las palabras y los términos exactos? ¿A explicar la realidad sin maquearla como se dice ahora? Para ellos todos somos compañeros, todos somos iguales, eso sí cuando el que habla o toma la batuta está arriba. La realidad es que todavía están discutiendo lo de los miembros y miembras, y para mayor pena se sigue sin distinguir el soldado de la soldada, y el general de la generala, el piscino de la piscina, la pena del peno ...
Los partidos nacionalistas, por no variar, se nos muestran como granujillas de mercadillo chantajeando al gobierno gracias a unas leyes permisivas que no defienden a la mayoría. Unos y otros parece que venden votos y escaños al mejor postor, incluso entre ellos. Lo que nos quedaba por ver. Se llevan décadas atribuyendo a los nacionalistas más inteligencia que la que les cabe en sus cabezas, no así en sus bolsillos.
De dónde vienen estos lodos podemos preguntarnos. ¿Quién ha negado el acceso a la educación y a la información de las familias? La respuesta es muy amplia. Está claro que una cosa es un puesto en un pupitre y otra cosa han sido las leyes y políticas de oposición socialistas que desde 1982 han lugar a una educación de bajo nivel y sin valor alguno, que es algo a estas alturas muy difícil de reformar porque la sociedad ya tiene asumido el slogan del “todo vale” o el “da igual” o “el esfuerzo cero”. Lo peor las transferencias en materia educativa. Lo que ha dado como resultado varias generaciones de una amplia mayoría que no lee, iletrada, analfabeta de sus tradiciones y pasado, y que carece de una rápida capacidad de análisis; y lo peor de ser capaces de crear un mundo mejor que no sea teledirigido.
La solución de cualquier crisis al final siempre nos dicen que pasa por una contención del déficit en el sector público. Pero en este caso la crisis va mucho más allá. No ha sido el Estado, ni los ciudadanos los verdaderos causantes de la última crisis. Han sido los bancos y las entidades financieras y la falta de control por parte de los estados de los mercados financieros internacionales. Los que deberían haber pagado la crisis son éstos, los verdaderos protagonistas, aunque la crisis social ya tiene poco remedio. Si no hay trabajo estable no hay familias estables, ni ahorro ni verdadero consumo, y sin familias no se construye ningún país. Este año probablemente no se cumplan las expectativas en materia económica por los nacionalismos y la subida de los precios del petróleo.
El mayor problema es que más allá de la demagogia y la tentación populista, existe una cosa que se llaman cifras, números, matemáticas, finanzas, mercados de deuda, tipos de interés, compromisos internacionales, cifras de competitividad, mercado de derivados, costes, presupuestos, etc. Cosas aburridas y con poco gracejo, pero indispensables para que funcionen las cosas. Los ciudadanos de a pie no suelen tener mucha idea de la sala de máquinas de un Estado y menos de cómo funciona, y el político de a tribuna, sabiendo como funciona, calla la mitad y agita a las masas para que aplaudan su opereta particular. Una gran mayoría de ciudadanos tiende a creer que el dinero brota del Estado como agua de manantial, y que al partido gobernante le gusta recortar o repartir porque es cachondo y porque da un morbo especial. Lema de la profundidad intelectual de un charco, y que creen que vale para un roto y un descosido.
Es sabido de que el dinero de los contribuyentes debe o debería revertir en los contribuyentes. Eso es lo que debería suceder en todos los países democráticos del mundo. Lo que sí es patente es el pesimismo indignado ante una falta de soluciones o de liderazgo que se respira por todas partes, y que, en verdad, puede llevar a la separación entre clase política y ciudadanos. Hay una gran sensación de que vamos en todos los aspectos y de la vida a la deriva.