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Opinión

Esa nueva Nao

12 junio, 2018 12:30

Cuando la marea comienza a subir, es importante saber situarse para que el agua no te alcance. Buscar el lugar seco y seguro es lo que están haciendo, ya, las ratas que pululan por las crucetas del barco popular, en un reconocer que sube el agua, pero que a mí no me alcance, que a mí no me llegue.

Las capitanas, buscan colocarse y ubicar sus trinquetes lo más cercanos al puente de mando para, con ello, ajustar la vela a sus intereses; en lontananza, el gallego mira con recelo los movimientos para ni subir, ni bajar – como buen gallego-, esperando su momento, que considera más próximo que lejano. Por las islas, alguien mueve los brazos intentado ser visto y, así, generar intereses y poder hacer virar el barco a esos lares, pero lo hace con poca confianza.

Otros no se atreven a dar un paso firme e intentar ajustar las maromas y, así, el castellano en retirada no se deja querer –no sería un mal líder y se mostró correoso con el anterior-, su sustituto es un pollo poco mojado y del que recelan en demasía dentro y fuera. En otras posiciones, menos fáciles, se encuentran otros que, por su juventud, por su falta de garfios o, sencillamente, por miedo, no se atreven a dar el paso, mientras desde formaciones cercanas se recuerdan las palabras, no exentas de razón, por más que de inoportuna expresión, de que el centro-derecha necesita aunar sus fuerzas y una reunificación, que de una u otra forma se debe de llevar a efecto.

En todo ese moverse los próceres del partido, se observan las carrerillas de las grandes y viejas rameras que aún pretenden gustar al Rey, conscientes de que sus encantos se han perdido, tiran de experiencia y visten sus mejores galas para no perder su posición en la corte. A ellas se agarran las aún lozanas que bien aprendieron el oficio, eso sí, intentando aparentar vírgenes y puras pese a que se les observa el liguero ajado entre la raja de la falda. No menos agiles, pululan las ya manidas “putillas y chaperines” que siempre se han postulado en las diferentes capitanías para, por un lametazo o cuatro cuartos, estar dispuestas a degollar a su madre o a su hermano, que para eso lo pidió el putero capitán cateto y provinciano que se siente alguien, que jamás soñó ser y que, en su fuero interno, sabe que no es, pues, aun cuando el riego no le alcanza la neurona, con la que le queda hasta ahí, sí alcanza a comprender.

Malos momentos, difíciles situaciones y ardua tarea le deja Rajoy a quien le suceda, pues habrá de afrontar justo aquella que nunca quiso encarar su antecesor, cambiar el partido desde arriba hasta abajo, quitar toda una generación de personas que lo han dirigido por gente nueva que, desde dentro, limpia, con profesionalidad y ganas de trabajar para, una vez concluido el trabajo, dar paso a otros nuevos, de rostros nuevos, presencias trasparentes que sepan defender sin miedos ni complejos una derecha centrada, solvente, exigente, limpia e integradora.

Si el barco se capitanea por los mismos que harán lo mismo es difícil que tengan otro resultado, por ello es preciso cambiar las personas, todas las personas, no sólo unas pocas para parecer que se cambia sin cambiar nada, redirigir el rumbo, retomar las ideas del centro derecha democrático y sin traiciones. Si no se hace así, el “perrito sin alma” que, pese a lo que ellos crean, no es tonto, dará la espalda a ese partido y buscará otros remansos por los que encontrar el barco que les plazca.