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Opinión

Estoy hasta los membríscalos

19 junio, 2018 16:52

Estoy cansado de escuchar en los medios que hay que resarcir a los ciudadanos del rescate a la banca, que son inadmisibles los recortes y que la derecha es cruel por no subir la pensiones, como mantras que se acaban insertando en nuestra neurona dando por buenas las afirmaciones.

Pues no, no hubo ningún rescate a la banca, sino a las Cajas de Ahorros por la nefasta gestión de los políticos que hacían uso de ellas como si el dinero “no fuera de nadie”; pero, además, el dinero que se aplicó a ese rescate no era para las Cajas, sino para que los impositores, los “perritos sin alma” que tuvieron la desgracia de caer en sus redes, no perdieran hasta el último céntimo. Es que esa “jauría” de la izquierda hubiera dejado sin sus ahorros a los ancianitos que habían confiado en los Montes de Piedad, pues si no lo hubieran hecho que callen ya con la farsa del rescate.

Que se han llevado a efecto recortes crueles, dañinos y sin la meditación precisa que hubiere sido precisa y deseable, no lo voy a negar; pero, no olvidemos que los “hombres de negro” de Bruselas no exigían esos recortes al gobierno, sino que lo que reclamaban,  y siguen reclamándolo hoy, es una reducción drástica del gasto político que tenemos por la ruinosa y multiplicadora gestión de las Comunidades Autónomas; pero, de eso, no se dice ni mu, de eso la derecha mira a otro lado y la izquierda, en el sumun de la estulticia, pretende dirigirnos hacia el Federalismo disgregados y que, en definitiva, ahonda en el problema; es decir, donde hay que poner agua para apagar el fuego vertemos gasolina…y, de eso, tampoco se dice nada. Pues si no se dice nada a callar con la farsa de los recortes.

Que se pueden subir las pensiones, ¡claro!; que, para eso, no hay que subir los impuestos como pretenden las izquierdas vociferantes, ¡por supuesto!; que, pese a lo que se dice, no tenemos un problema de ingresos que impida el sostenimiento del sistema público de pensiones, es cierto, el problema que tenemos es que en la casa común gastamos más de lo que ingresamos, pero ese problema no es de ingresos, sino de gasto, de un gasto en fruslerías, absolutamente descomunal e inaceptable, que es el gasto de los políticos que claman por los recortes, por los rescates y por la madre que nos parió; pero, ellos, no se aplican la medicina ni tapándoles la nariz y metiéndoles la cuchara por la boca.

Si en esta piel de toro en lugar de tanto farsante de la inteligencia, tanto titiritero aficionado y tanto mangarranas de la política, como si de una gran sociedad mercantil se tratase, exigiésemos la responsabilidad a nuestros gestores, la aplicación de criterios profesionales y de liderazgo real, otro gallo nos cantaría.

Estoy cansado de aceptar que el parroquiano piense de modo diferente al mío, a respetar su planteamiento y disentir pacíficamente sin despreciar lo que él me manifieste; pero, me apena comprobar que cuando intento sostener un planteamiento no recibo igual respeto, se afirma con desdén y sin argumentar “¿Cómo puedes decir eso?”, me gustaría que todos, de una tendencia u otra, discrepásemos en las formas pero compartiésemos el fondo, que queramos más o menos Estado pero partiendo de que ambos buscamos el bien común, que ni tú eres más digno, ni más responsable, ni más solidario, sino que tenemos formas diferentes de hacerlo y que no aceptemos, ni a unos ni a otros, que nos metan la mano en el bolsillo.