Opinión

Un mundo muy distinto (Primera parte)

15 agosto, 2018 12:09

Cuenta el historiador Rick Perlstein que cuando, en febrero de 1973, regresaron a casa los norteamericanos presos en Vietnam, encontraron un país totalmente distinto del que habían dejado años atrás: los soldados ni siquiera podían vestir el uniforme en público sin ser acusados de “asesinos de bebés”, tal había sido el impacto negativo de la guerra entre sus paisanos.

Dos anécdotas ilustran ese estado de cosas. La primera, que el espacio televisivo The Today Show hubo de dedicar a los excarcelados un programa entero para explicarles el nuevo lenguaje social y el distinto significado de las palabras que antes se usaban en otro sentido. La segunda, que en 1965 la película que arrasaba en las pantallas fue la almibarada Sonrisas y lágrimas y que, en cambio, la de mayor repercusión siete años después era El último tango en París, con descarnadas escenas eróticas que aún eran delito en gran parte del país, según recuerda el historiador citado.

Ese vértigo de entonces, forzado por el trauma de una guerra, no es nada comparado con la evolución incruenta que hoy día vemos entre nosotros mismos, donde ya ni existe el piropo, sino que éste se considera un acoso sexual en toda regla.

Hasta hace nada, quienes se manifestaban pidiendo un salario digno solo eran los trabajadores y ahora son superados en exigencias por los pensionistas ya que, entre otras cosas, son ellos quienes cargan sobre sus espaldas muchas economías familiares. Otro ejemplo: los que tienen que contenerse en sus acciones de respuesta son las fuerzas de seguridad pública, mientras que ilegales de toda índole pueden atacarlas casi con total impunidad, desde simples manteros a delincuentes organizados, pasando por turistas en delirio etílico o belicosos hinchas de fútbol.

No se trata aquí de hacer ningún juicio de valor, sino constatar que las cosas son muy distintas a cómo nos las enseñaron hace bien poco, que las instituciones y los símbolos tienen una consideración muy diferente a la que se les atribuyó en su día y que conceptos como familia, sexo, religión, patria… siguen siendo hasta sagrados bajo unos nuevos parámetros, pero que en cambio se les califica de retrógrados si lo que se pretende es preservar su significado original.