Enrique de Santiago Opinión Noticiascyl

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Opinión

Crisis? What crisis?

27 enero, 2019 23:14

Preocupa ver cómo nos vamos acercando, por no decir que estamos en las mismas puertas, a una nueva crisis económica para la que no estamos preparados y, mientras nuestros políticos, ya no sólo no reconocen que estamos entrando en esa posición, como hizo Zapatero, ahora es que ni se plantean esa disyuntiva, o, directamente, les importa un pito, ya vieron cómo salimos de la otra con Rajoy, con nuestro esfuerzo y sin que a ellos les afectase, así que todos tocando el tambor..

En la crisis anterior, entramos con los bolsillos cubiertos y eso es lo que nos ha permitido sobrevivir, al menos, los primeros años; pero, para salir de ella, las recetas han sido dejarnos en pelotas, por lo que, si ahora no estamos preparados, el dolor que padeceremos será brutal y superior al sufrido hasta ahora, y nadie, pero nadie, hace nada.

El gobierno, en una minoría desesperante que, ni siquiera supera al mayor partido de la oposición, se ve sometido a las bridas de una pandilla de esquizofrénicos que sólo buscan destruir España. El problema no es un gobierno en minoría, el problema está en que por sí sólo no puede dar un paso y sus muletas no son de fiar.

Una oposición dividida más atenta a estrategias cortoplacistas de deterioro de un gobierno legal, pero carente de la legitimidad de las urnas, y en franca minoría, y a los que les falta afianzar liderazgos y fortalecer posiciones personales.

La economía precisa de actuaciones serias que permitan la generación de empleo, sostenimiento y solvencia, para lo que, además, se precisa una agilidad de trasformación y de adaptación que nos obliga a reformular las relaciones laborales, los marcos mercantiles, las estructuras de control, exigiendo el cumplimiento normativo y los desarrollos de planes de aplicación obligatoria por los que desarrollar una economía y una actuación mucho más social y más ética, potenciando el alto valor reputacional de aquel que se enmarque en esos niveles de excelencia a la que todos debemos tender.          En definitiva, una empresa ágil, dúctil, eficaz, ética y social que se adapte a los nuevos tiempos pero mantenga el trato cercano, personal y atento que precisa el cliente, para la prestación de un servicio de calidad o la producción de un bien excelente

Las estructuras administrativas y de gestión del Estado deben de ser revisadas y ajustadas a las necesidades de los servicios sociales que debe de prestar en condiciones de máxima calidad y eficiencia económico-social, de forma que se eviten las duplicidades, y los comportamientos éticos sean la norma habitual.

La organización política debe de limitarse a lo estrictamente preciso, con un funcionamiento de la máxima calidad democrática, con un sometimiento del poder al control de las minorías, con un análisis productivo de las necesidades de la sociedad y una discusión constructiva de las diferentes visiones de aplicación a esas necesidades y, en la medida que realizadas por las élites profesionales o intelectuales, con una remuneración adecuada que impida la profesionalización del político y la corrupción como sistema de cooptación y modo de sufragar la estulticia estructural de unos partidos que, en lugar de ser maquinarias electorales, se han conformado como empresas de colocación de los menos preparados, pero que más tiempo emplean en el partido.

En esta situación, necesitamos adaptaciones importantes y, para ello, precisamos políticos solventes, intelectual y económicamente, que vengan a servir y no a servirse, que estén dispuestos a dialogar, trabajen en la solución de los problemas y no se conviertan en el problema, gente que acuda a la política, realice un trabajo y sea capaz de dar un paso a un lado para que otros hagan lo mismo, sin buscar otra cosa que el bien común. Sé que parece que pido mucho, sé que hay pocos, pero “haberlos haylos”, lo que hace falta es que sean capaces de acabar con la pandilla de desagarramantas que les impiden actuar, pues afrontar la crisis que nos viene es una necesidad imperiosa y vital. Como ciudadanos, debemos de exigirlo sin vergüenza o complejo.