Se abrió el melón. Llegó el momento de hacer las listas en los partidos para concurrir a las elecciones, para las que, digan lo que digan, ninguno estaba preparado. Los grandes por estar repletos de “putillas y chaperines” que no dejan al líder, ni a la formación, moverse con libertad; los pequeños por no tener cuadros, ni estructura propia para ello y los medianos, los medianos, tienen el problema de que, cuando eran pequeños, entraron en ellos una pléyade de mononeuronales, microcerebrales, que encontraron su sueldo en la formación y ahora, no se les echa ni con aceite hirviendo.
De acuerdo con el diccionario de la Lengua Española, el arribista es aquel que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos; en definitiva, aquel que pega un pelotazo o no alcanza la cima peldaño a peldaño demostrando su valía, o simplemente tenía “padrino” que lo bautizó. Con esta definición, es fácil observar cómo las élites de los partidos, de todos, son personas que no han desarrollado otra actividad en su vida, o la han realizado a la sombra de la formación. Unos tienen títulos sospechosos, otros los poseen gracias a la ayuda, copiada o no, de sus “compis” de partido, otros estuvieron 20 minutos en una empresa privada donde fueron colocados, otros… Por tanto, todos ellos son jóvenes sin tiempo de haber desarrollado una labor profesional previa que aportar o la realizada está sometida a algo más que una simple sospecha, alcanzando el progreso de forma rápida y, algunos, claramente, sin escrúpulos.
Ahora, se intenta eliminar de las listas de los partidos políticos a las personas que, según no se sabe bien quién, son unos arribistas y, como no saben lo que es, consideran así a los que se acercan a ellos, sin entender que no es quién, sino para qué se acercan, y utilizar, así, los criterios de que ser nuevo en la formación o, sencillamente, no ser del gusto del presunto decisor, basta para despreciarlos. En ese afán, se desdeñan todo tipo de personas, inútiles, válidas, honradas, corruptos, etc., vamos, que no se da con la piedra filosofal que les permita hacer el expurgue y el espulgue preciso.
Sorprende ver cómo se rechazan profesionales, con muchos años demostrando su valía o ya jubilados con muchísima experiencia, auténtico mérito y con su vida ya hecha o pensiones importantes, que no les hacen acudir en pos de un lucro, por ser mayores o por acudir al partido ahora o porque levantan envidias, mientras se aceptan desgarramantas sin oficio ni beneficio que pierden el día en no se sabe qué y que acudieron a la formación en busca de un lugar donde perder el tiempo y con el tiempo conseguir un chusco de pan que no consiguen, ni conseguirán de otro modo.
La única vía para determinar la valía es buscar personas que ya tengan desarrollada una vida personal y profesional que les impida buscar el lucro, para no ser corruptos; que tengan una solvencia intelectual que les permita tener criterio propio, que impidan sean manipulados por cualquiera; que estén dispuestos a devolver a la sociedad aquellos valores y beneficios que esta le dio en su momento, y que estén dispuestos a servir y no a servirse.
Ahora, nos corresponderá decidir quiénes nos representan y luego no vale decir que no nos representan por no ser los que nos gustan, es ahora cuando no debemos de votar mirando un color, mirando una formación, creyendo en un líder desconocido para nosotros, sino que debemos mirar a los ojos de los que se presentan, estudiar sus formas y maneras de actuar, escudriñando en su vida no para buscarle un error, sino para determinar cuál es su caminar por la vida, y sólo apoyar al coherente, solvente, honrado y sincero que más nos guste para, sin piedad, exigirle el cumplimiento de lo prometido.
Ahora es nuestro momento, el de los ciudadanos, el de examinar lo que se nos presenta y es nuestra responsabilidad, asumámosla, exijamos el máximo para luego no llorar.