Es esta una tradición ancestral que los tiempos nuevos trajeron a la memoria y reconocimiento de esta actividad cultural y casi festiva, en que “los filandones”, así llamados, porque al oscurecer de las tardes frías invernales, que en León eran entonces las más, cuando los niños se acostaban, madres, vecinas y amigas se reunían en un corredor, cocina, donde el fuego en el suelo bajo la campana ahuyentando el humo, y la pregnancia a punto, o tal vez en un almacén, panera o cuadra bien pertrechada, si no había cuarto de trabajo.

No era una reunión ociosa, que en ella se hilaba (filaba), de ahí el nombre de filandón, que a la vez que se esponjaba la lana, se trajinaba la rueca, y tras devanar las madejas de lana, se tejían chaquetas y prendas de abrigo, tan gruesas y espesas como necesarias en las heladas aquellas, que bordaban los cristales repletos de escarcha y colgaban de los aleros los carámbanos, que como prismas de cristal embellecían tejados y corredores.

En este encuentro de mujeres con el arte de tejer, hilar entre otras labores no despreciables, la charla, el chascarrillo, los comentarios de sucesos acaecidos en el pueblo y sus contornos, sin que faltaran cuchicheos, no exentos de picardía y crítica, que no se echaban a faltar, y que en el lenguaje lugareño, de montaña, páramo, o lindando con Asturias por la zona de Gordón con 15 pueblos adscritos, el pandero y el rabel, o lindando con Galicia por el Bierzo, en los que la gaita se impone por proximidad. Así como en el resto de la provincia y el mismo León donde la dulzaina, y redoblante, pandereta, la chifla y el tamboril, que en Astorga eran sonidos más fogosos, recios que la gaita soñolienta y dulce.

Ellos, los instrumentos eran los reyes de las fiestas, en las que los trajes tenían su diversidad y colorido, según la zona en sayas y manteos o rodaos multicolores, dengues, chambras, corpiños, mandiles, pañoletas, enaguas y pantalones repletos de encajes que en los maragatos, los más lujosos, y los hombres, en general, chalecos y fajas, sombreros, y en todas las manos castañuelas, choclos, tejas, etc...con las canciones que aún hoy son embeleso.

Pues viene a tono relatar cómo “ese filandón leonés” ha sido uno de los elegidos entre más de 45 solicitantes de toda España “Tesoro del Patrimonio Cultural Inmaterial Español”.

Entre los 10 finalistas elegidos por jurado popular, ya que en él participan todas las provincias y Comunidades Autónomas, concurriendo el dicho jurado con 152.911 votos. Todo ello, organizado escrupulosamente, por “Bureau, Intenacional de Capitales Culturales” con la voluntad de divulgar sensibilizar y salvaguardar el extenso inmaterial español.

En León y en colaboración con el Ayuntamiento 6 o 7 escritores, presididos por Sarita Valladares, alma mater del filandón, hacemos y escenificamos los filandones por barrios y provincia por cuya colaboración y participación no cobramos ni un penique, dándose la circunstancia de que los escritores, que ni viven en León, ni pagan aquí arbitrios ni contribuciones, ni viven ni luchan por su tierra, se arrogan, supongo que por creerse los mejores, el privilegio de hacer filandones fuera de España, cobrando, y cosa extraña pues, que los filandones eran cosa de mujeres. Los hombres en aquellos tiempos eran los esquiladores y pastores de ovejas, trabajo loable y digno, “pero no filaban” León… es así.