Siempre los justos tienen que pagar por los pecadores. En este país dominado por la gran banca, la especulación de cualquier tipo y la tristemente engordada, incapaz y enquistada clase política siempre tienen la culpa los mismos los ciudadanos trabajadores sean de la clase media o de cualquier clase, o los que no piensan en la dirección que nos dirigen. Hasta la fecha la gran banca parecía que tenía la última palabra por encima del poder político o de las urnas. La gran banca era la que financia y la que especula, pone y quita.
En estos años de bonanza cualquier trabajador se habría podido pagar una vivienda digna si los precios hubieran sido los que deberían haber sido, incluso se habría podido comprar una casa en la playa, y seguir ahorrando dinero para gastar en otros temas, si hubiera existido un control por parte de las instituciones. La economía no se habría resentido porque el dinero y la riqueza se habría repartido y generado en otros sectores económicos, incluso geográficamente. Ni se habría destruido empleo. El resultado de la tan manida y silenciada crisis ha sido el esclavizar silenciosamente aun más a la parte de la población que trabaja, a esos héroes de las siete de la mañana cada día más esclavos convertidos en meros paganinis de las entidades financieras, de las instituciones locales y del Estado, de ese falso estado del bienestar.
Mirando hacia el futuro, todo tiene visos de que se nos imponga la broma de una flexibilidad salarial u horaria más amplia pero a la baja, unos impuestos al final siempre mayores, unas subidas de precios inasequibles, que nos harán creer que incrementarán la productividad y la competitividad con lo que se ayudará a reequilibrar las cuentas del Estado, etc… y las de los de siempre las suyas pero no la del ciudadano que trabaja. Después de aguantar tantas soflamas, debates y discusiones en unos meses gane el que gane nos tocará suponer que se creará empleo y que algo mejorará, pero al final como siempre volveremos a la realidad y no veremos que los partidos y los sindicatos actúen de manera coherente.
Los ciudadanos están en el fondo hartos de trabajar para nada, para seguir en el marasmo al que están condenados. El futuro de trabajar sin futuro. Trabajar para pagar los recibos inmediatos sin capacidad para el ahorro. Parece que nadie se da cuenta de cómo está la vida de un, cada vez menos mileurista, que antes daba la risa y ahora más de uno piensa en quién pudiera. Así las cosas, mientras los que nos dirigen discuten del sexo de los ángeles, seguimos viendo víctimas de la crisis en forma de abusos, accidentes, desahucios, asesinatos, robos, suicidios, incendios de viviendas y locales, cierres de empresas, despidos, etc., intencionados o no, y de algún conato rápidamente sofocado de descontento ciudadano del que siempre tienen la culpa los otros. Eso no es más que el reflejo de una violencia silenciosa que se produce cuando no encontramos justicia, o cuando vemos todos los días que algunos tienen más cara que un saco de muñecas.