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Opinión

El caminar

21 abril, 2019 21:03

En el libro del alma de cada persona, los hitos más importantes suelen ser marcados por sus padres, su esposa, sus hijos, su creencia en Dios y algún lugar que marca tu vida. Cualquier golpe o impacto sobre esos capítulos de tu vida la cambian de forma radical, de manera que la muerte de un padre puede suponer una redirección de la vida, el padecimiento de un hijo, la separación de tu esposa, provocan, si realmente estabas anclado a ellos, un impacto más fuerte que un tsunami, el cambio más radical de tu vida.

Toda narración se compone estructuralmente de planteamiento, nudo y desenlace y los capítulos más importantes se encuentran en el nudo del relato, de forma que una alteración en el mismo supondrá, de forma inexorable, un desenlace diferente al previsto ab initio.

En la línea narrativa iremos dando saltos en el tiempo, viviendo pasados o flashback de otros momentos, e incluso futuros, que darán los giros precisos para la consecución de un determinado desenlace que únicamente se altera si tocas las columnas principales de la historia.

El resto de los impactos, de pequeños o grandes hitos, no son más que meras pinceladas, de mayor o menor calado, en el desarrollo de la obra que no alteran, de forma sustancial, su desenlace o final.

En ese caminar, lo que todos buscamos es dejar un rastro que seguir, una marca que recordar o, al menos, un pequeño sendero por el que otro pueda caminar o rechazar por conocer ya su final; por tanto, los latigazos del camino, las ortigas del sendero, o incluso los tropezones que padezcamos, no deben de suponer más que muescas en nuestra vida, que no servirán más que como simples señas de identidad.

Las personas nos desarrollamos y nos comportamos conforme a unos cánones precisos que han marcado nuestra forma de ser; de manera que si, en el desarrollo de la vida, nuestra palabra ha sido nuestra fuerza, la coherencia, o la lucha por ella nuestro lema, nuestro valor no es otra cosa que nuestra forma de actuar, por más que en el marchar se manche con el barro que las lágrimas formen con en el polvo del camino, esta no son máculas de consistencia tal que permitan o impidan el desarrollo vital.

Somos lo que somos y no lo que nosotros decimos ser, y mucho menos lo que algunos pretenden decir que somos, ni los que nos predican como santones, ni los que nos presentan como diablos. Lo único que nadie puede quitarte es tu palabra, tu nombre o tu verdad, la senda de tu caminar; con ellas hablamos, convencemos y actuamos en la vida desarrollando una forma concreta y determinada de ser que no triunfará, pero te hará sentir el ganador de todas las guerras y, contra eso, nadie ni nada podrá.

En la política, en la vida, en las relaciones interpersonales, hay muchas “putillas y chaperines” que pretenden obtener ventaja o posición vertiendo ponzoña en tu caminar, intentando manchar tu senda; unos buscan rédito, otros simple y pura envidia y, tanto unos como otros, lo intentarán con medias verdades, otros, directamente, mentirán y serán los que te observan los que deberán cribar. El que se deje engañar, por su cuenta y riesgo será y, a buen seguro, él será el que perderá, pues le faltará la tranquilidad de mirar a los ojos e intentar saber la verdad o comprender el actuar, y de esos pocos encontrarás.

Al final del camino, lo único que verás será el libro que has sido capaz de desarrollar y si su literatura mereció la pena o fue un simple transcurrir sin nada que aportar, si fue una novela para leer o un papelucho que mejor perder.