Algo viene pasando con los centros de educación especial de personas con autismo que se está conmocionando la sociedad con diversos casos de acoso y negligencia grave en centros de este tipo, hoy son en de Sevilla y antes de otros sitios.
Voy a contar una historia de hace años: Una pareja joven tiene a su segundo hijo, un niño especialmente guapo, simpático y alegre que, antes de cumplir 3 años, consecuencia de que perdió el habla, acuden al centro base de su comunidad, que, tras unas pruebas, avanzan, en la Navidad más negra de su vida, un posible diagnóstico de TDA.
Comienzan su periplo de hospitales, profesionales y administraciones, unos les hablan de sordera verbal, otros de normalidad, otros de no saber qué pasa, pero es especial. Hasta que acudieron a la Clínica Universitaria de Navarra, donde, el Dr. Narbona y su equipo, claramente les indica que el niño es autista, que es conveniente acudir al Dr. Riviere, máximo exponente en la clínica y estudio del autismo y se les ofrece un diagnóstico y/o futuro muy favorable, sin llegar nunca a la normalidad.
Tras la consulta al citado Riviere que, les sorprendió con que no era necesario un diagnóstico, sino cumplir una pauta, hizo sus recomendaciones que, curiosamente, eran las que estaba siguiendo Lola, psicóloga abnegada y a la que nunca se le reconoció suficientemente su labor, pero a la que se quiere con todo el corazón.
Llegó la hora de acudir al Centro de Educación Especial, por indicación de la Junta de Castilla y León, pues los padres deseaban seguir en un centro ordinario con apoyos, pero se le recomendó lo anterior y hubieron de someterse a los criterios profesionales.
Nada más entrar en el centro, la psicóloga, TERESA, se negó a mantener una reunión con Lola, y, con el apoyo del presidente de la asociación, propietaria del centro, se negó a dar información a los padres, a entregar informes trimestrales, a que los padres acudieran a las aulas y comprobaran el trabajo realizado…etc. Personaje que, en mi opinión, es siniestra, ladina y directora -como psicóloga- del daño al menor, pese a que siempre ella salió indemne y la educación del menor destrozada.
El niño, que acudió sin estereotipias, comenzó a tenerlas, un niño que se movía mucho y feliz, comenzó a ser un niño que salía llorando, y comenzó una lucha por la consecución de la aplicación de las pautas que se venían realizando por Lola y reforzadas por Riviere, lo que NUNCA se hizo, se impidió la aplicación de criterios de integración a ese niño, se le chillaba, se le dejaba de lado y se mentía a los padres.
Sus padres acudieron a la Administración Educativa y les negaron la escucha, poniéndose del lado del Centro, que le daba solución a un problema (afirmación que recibieron de la Junta en la Consejería de Educación al más alto nivel), se pidió la mediación de la Consejería de Familia y, tras buenas palabras, peores acciones, esta nunca se obtuvo.
Los padres llevaban al menor al centro y eran insultados, todos los días, y todos los años, por el resto de padres que, manipulados unos y otros son la peor calaña, creían que querían perjudicar el Centro y a sus hijos, sin llegar a comprender que, si estos padres hubieran hecho lo que debían y hubieran denunciado a todos, a lo mejor, entonces, sí hubieran salido dañados todos; pero, su voluntad era luchar por su hijo, sin dañar a los demás.
Esos padres clamaban por la educación de su hijo y, por recomendaciones, que prefiero no referir, no acudieron a los tribunales, donde les llevaron los del Colegio y no sólo ganaron, sino que humillaron a esos padres con unos Jueces insensibles, crueles, sin escrúpulos, que llegaron a afirmar que los pagos que debían de hacer los padres eran “para enjugar la deuda de la Asociación” y que daba igual que no recibiesen todos los servicios que reclamaban. Todo un lujo de Justicia y de sensibilidad social que, únicamente, demostró algún compañero como Juan Julián, que fue todo un paño de lágrimas.
Siguieron las guerras y las disputas, las lágrimas y los llantos, así como el defectuoso trabajo y peor trato al menor que seguía creciendo, hasta que hubo de dejar el centro, por edad, y una persona sensible -de la que omito su nombre por respeto y cariño hacia él- revisó el expediente, pidió perdón y buscó salidas para ese muchacho, que le han permitido vivir feliz en ASPRODES, que fue al primero que acogieron, con cariño, esfuerzo, trabajo y dedicación, con su educación destrozada, con su pasado y futuro hundido, con su vida rota, y con unos padres que lucharon como supieron, pero que sienten que no hicieron lo que debieron por su hijo y dolidos, pese a caminar con una sonrisa, ayudando a quienes se les acerca y luchando por la paz de su hijo, mientras los padres que les dañaron, ahora, se benefician del camino recorrido por ellos, y en una sociedad que mira para otro lado.
Cuánta sangre, cuánta lágrima, cuánto dolor… ¿para qué?