Estamos asistiendo cada vez más a un incremento de la anarquía en la convivencia. Los malos modales, la falta de educación que no quiere decir de conocimientos, campa por doquier. No hay freno. Los niños y adolescentes se creen con derecho a mil y una cosa que no se han ganado con el permiso de sus padres o adultos. Los derechos se merecen. Gritos, ruido, malos modos, faltas de respeto es lo común en colegios, institutos, donde las clases no se pueden impartir y acaban convirtiéndose en guarderías de adolescentes. En los lugares públicos como hoteles, piscinas, etc., ahora en periodo de vacaciones se apoderan del descanso de los demás. Cualquier cosa que digas será utilizada en tu contra. Por otro lado en la clase política vemos más de lo mismo ideologías descerebradas que van más allá de la sexualidad y la vida pública; derechos que muchos no merecen que se otorgan al primero que pasa; delincuentes políticos que se les tolera lo intolerable; etc. Parece como si todo el mundo quisiera huir hacia adelante y no meter uña en ningún problema. La indolencia del ya pasará o ya se arreglará, pero el presente al cabo de unos escasos segundos se convierte en pasado construyendo un incierto futuro.
En pleno fragor de la batalla cuando las cosas estaban muy duras para los españoles, el General Prim se dirigió así a sus soldados: “Soldados podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta Bandera porque es de la Patria. ¿Permitiréis que el Estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro General?” Sus palabras surtieron efecto y así se ganó la Batalla de Castillejos, el 1 de enero de 1860, en tierras de África.
Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, pero quizás sea la única, según Einstein. Es por ello que uno de los valores humanos que más se aprecian es el de la libertad: libertad física, política, religiosa,… y más se nota su auténtico valor cuando, como el preso, se está privado de ella. Pero el problema filosófico de sí el hombre es realmente libre, no se plantea sobre este tipo de libertades, cuya posesión o falta son obvias, sino en el seno mismo de la decisión ¿está nuestra decisión predeterminada por causas que no dependen de nosotros?
Nos planteamos el problema de sí podemos decidir o hacer libremente lo que queremos. El tipo de libertad física, social o aparente, que más se airea y del que más se habla, sin negar ni mucho menos su importancia, no es desde el punto de vista filosófico tan importante, lo es más la cuestión de la libertad de la voluntad, libertad de querer o libre albedrío. Se trata de averiguar si lo que queremos lo queremos libremente, es decir, si cuando actuamos con un acto voluntario tal acto es libre y hubiera sido posible haber querido realizar un acto distinto y sentirnos igualmente libres. Parece que, caso de ser libre la voluntad humana, esta libertad sería algo exclusivo del hombre dentro de los seres del Universo, de ahí la importancia de la cuestión.
Los seres inorgánicos no actúan libremente, Venus no ha elegido su órbita, tampoco los vegetales y ni siquiera los animales parecen gozar de libertad, ya que suelen actuar encadenados por un conjunto de reflejos e instintos. Sólo en el hombre se ha planteado este problema, ya que se ha planteado desde los inicios el pensar filosófico.
¿Es libre la voluntad en sus decisiones o no lo es? La voluntad humana no es nada previsible ya que siempre hay seres humanos que podemos decir obran sin juicio, otros con juicio pero no con juicio libre. El juicio del hombre no es sólo instintivo respecto de acciones particulares, sino racionalmente discursivo, obra con libertad de juicio, pudiendo decidirse por cosas opuestas, incluso por cosas que le perjudican. Luego necesariamente, siendo el hombre un ser racional, que tiene conciencia de su existencia, es, por lo mismo, al menos libre en su albedrío. De ahí la falta de previsibilidad de las acciones humanas y la necesidad de establecer reglas de convivencia.