En política uno puede creer y hasta odiar lo que quiera. Allá él y su conciencia. Incluso puede asesinar en apoyo de sus creencias, como han hecho los miembros de ETA que se han transmutado luego en demócratas sui géneris. Eso debe ser lo que la vicepresidenta Carmen Calvo denomina “diversidad ideológica”.
Es una manera fina de llamarlo. Y hasta innecesaria, si de lo que se trata es de recibir los votos de esa gente. Uno los acepta, se calla y ya está. Cuando los define como “diversidad ideológica” o usa cualquier otro subterfugio semántico es que sabe que algo no cuadra. O pura y llanamente que va por muy mal camino.
Pero la vicepresidenta también está al tanto de que Pedro Sánchez necesita esos votos —u otros, de los que hasta ahora carece— para ser investido Presidente. ¿Es lícito recibirlos? Pues no lo sé, ya que la pregunta que me inquieta, y que debería inquietar a Carmen Calvo, es otra: ¿por qué se los dan aquéllos que no creen en las instituciones comunes de todos los españoles?
Es el caso de los separatistas de Esquerra Republicana y de Junts per Catalunya. Ellos —lo han repetido hasta la náusea— abominan del Estado Español y quieren la independencia de Cataluña. O sea, que cuanto peor le vaya a España, mejor para su causa. Y, siendo así, ¿por qué se involucran, pues, en quién mande o no en ese Estado enemigo y opresor, según ellos?, ¿por qué prefieren a uno más que a otro si no es porque creen que así se defenderán y propiciarán mejor sus intereses secesionistas?
Eso, pues, no es legítima “diversidad ideológica” dentro del interés común de todos los ciudadanos, sino puro antagonismo con el resto del pueblo español. Puede que a algunos —y hasta a muchos, si se quiere— eso les parezca bien; lo que resulta indudable, sin embargo, es que los susodichos no pretenden ayudar al conjunto del país, sino lograr que se rompa de una vez.
La diversidad, o pluralidad, ideológica está dentro mismo de los separatistas: unos más a la derecha y otros más a la izquierda, más radicales unos y más condescendientes otros, más partidarios de la abstención en la investidura unos y más inflexibles otros… A lo que se refiere Carmen Calvo, en cambio, es a otra cosa: a “la subversión contra el Estado”, tal como lo pregonan sus propios partidarios. Y que esa gente te ronde es para hacérselo mirar.