La corbata de Pablo Iglesias
No sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero Pablo Iglesias ha usado más la corbata durante la última semana que en toda su vida anterior junta.
Nadie ha visto que el líder de Unidas Podemos haya exhibido nunca antes esa prenda, reaccionaria al parecer, en presencia del Rey, en actos institucionales ni en sus distintas visitas a La Moncloa. Pero ahora, de repente, se la pone hasta delante de García Ferreras, su entrevistador televisivo de cámara.
Esa transmutación coincide, curiosamente, con los días en que Iglesias ha pugnado denodadamente por ser ministro, si no vicepresidente, del Gobierno de Pedro Sánchez: lo que no pueden las normas de educación lo consigue, sin embargo, la aspiración a un cargo de ringorrango.
“Dime cómo vistes y te diré quién eres”, dice un viejo refrán español que, de hacerle caso, supone que Iglesias en el fondo es un reaccionario o que se ha convertido en tal tras adquirir un chalet en Galapagar cuya hipoteca no se sabe cómo va a pagar el día en que deje de ser diputado.
Pero ésta, claro, es una interpretación demasiado maliciosa. Mi amigo, el añorado Vázquez Montalbán, más sarcástico, cambió en su día el refrán por otro: “Dime cómo vistes y te diré a quién temes”. Es decir, que uno se atavía para agradar a sus enemigos, para pasar más desapercibido y hasta para dar el pego. De acuerdo con esta interpretación, el dirigente podemita ha pretendido, de repente, mostrarse más ministrable, más conservador, menos rupturista, más digno de confianza de lo que creen sus enemigos.
De aceptar esta benevolente hipótesis, Iglesias ni sería reaccionario ni se habría convertido en tal tras su meteórico ascenso inmobiliario, sino que sería simplemente un hipócrita. La suya sería la misma hipocresía de cuando criticaba a los políticos que vivían en chalets en vez de en sus barrios de toda la vida y que no sabían lo que era tomar un transporte público.
Por eso, su corbata, más que tal, parece una soga al cuello. Ya es tarde para dar el pego. Por eso nadie debe extrañarse de la renovada y creciente desconfianza de Pedro Sánchez hacia su persona. Si ya antes lo tenía crudo, la exhibición a destiempo de una corbata ha acabado por desacreditarle ante sus presuntos socios de Gobierno.